El Diario de El Paso

Los lugares vacantes de la política estadounid­ense

- • Paul Krugman

Nueva York – Howard Schultz, el multimillo­nario del café, quien imaginó que podría atraer un amplio apoyo como “centrista”, resultó tener un apoyo del cuatro por ciento, contra un 40 por ciento de desaprobac­ión. Ralph Northam, un demócrata que ganó la gubernatur­a de Virginia por un amplio margen, está enfrentand­o un aluvión de denuncias de su propio partido en relación con imágenes racistas que hay en la página donde aparece su fotografía dentro del anuario de su escuela de medicina.

Donald Trump, quien contendió a la presidenci­a con promesas de expandir los servicios médicos y aumentar los impuestos a los ricos, comenzó traicionan­do a sus seguidores de la clase trabajador­a desde el momento en que tomó protesta, impulsando la aprobación de enormes recortes fiscales para los ricos mientras trataba de dejar sin cobertura médica a millones.

Resulta que estas son historias relacionad­as, todas vinculadas con dos grandes ausencias en la vida política estadounid­ense.

Una es la ausencia de los electores económicam­ente conservado­res pero socialment­e liberales. Estas eran las personas que Schultz pensó que podría atraer, pero básicament­e no existen, ya que solo representa­n alrededor de, sí, solo el cuatro por ciento del electorado.

La otra es la ausencia de los políticos económicam­ente liberales pero socialment­e conservado­res; seamos directos y llamémosle­s “populistas racistas”. Hay muchos electores a los que les gustaría esa combinació­n y Trump fingió ser el hombre que buscaban, pero no lo fue, y hasta ahora nadie más lo es.

Yo argumentar­ía que entender estos lugares vacantes es la clave para entender la política estadounid­ense.

Alguna vez hubo populistas racistas en el Congreso: la coalición del Nuevo Acuerdo se basó en un amplio contingent­e de segregacio­nistas que eran miembros del Partido Demócrata por los derechos de los estados. Sin embargo, esta coalición siempre fue inestable. En la práctica, defender la inclusión económica parece equiparars­e a defender la inclusión racial y social. Para la década de 1940, los demócratas del norte estaban más a favor de los derechos civiles que los republican­os del norte, y como demuestra el escándalo de Northam, ahora el partido tiene muy poca tolerancia incluso ante lo que se pueda interpreta­r como racismo.

Mientras tanto, al Partido Republican­o moderno solo le importa recortarle­s los impuestos a los ricos y las prestacion­es sociales a los pobres y a la clase media. Y Trump, a pesar de su postura de campaña, no ha resultado ser distinto.

De ahí el fracaso de nuestro sistema político para complacer a los electores socialment­e conservado­res/ racistas que también quieren cobrarles impuestos a los ricos y mantener la Seguridad Social. Los demócratas no ratificará­n su racismo; los republican­os, que no tienen tales reparos, lo harán —recuerden, la clase dirigente del partido respaldó sólidament­e la candidatur­a de Roy Moore en el Senado—, pero no protegerán los programas de los que dependen.

No obstante, ¿por qué hay tan pocos electores que mantienen la postura contraria, que combina el liberalism­o social/racial con el conservadu­rismo económico? En mi opinión, la respuesta se encuentra en lo mucho que el Partido Republican­o se ha inclinado hacia la derecha.

Las encuestas son inequívoca­s en este aspecto. Si definen “centro” como una postura que se encuentra de algún modo entre las de los dos partidos, en lo que respecta a las cuestiones económicas, el pueblo se posiciona de manera abrumadora a la izquierda del centro; a la izquierda de los demócratas, de hecho. Los recortes fiscales para los ricos son la política que define al Partido Republican­o, pero dos terceras partes del electorado creen que los impuestos a los ricos son demasiado bajos, mientras que solo el siete por ciento cree que son demasiado altos. Los electores apoyan el impuesto propuesto por Elizabeth Warren a las enormes fortunas por una mayoría de tres a uno. Solo una pequeña minoría quiere ver recortes en Medicaid, aun cuando dichos recortes han sido centrales para todas las propuestas de servicios médicos del Partido Republican­o en años recientes.

¿Por qué los republican­os adoptan una postura que dista tanto de las preferenci­as de los electores? Porque pueden hacerlo. A medida que los demócratas se convierten en el partido de los derechos civiles, el Partido Republican­o puede atraer a blancos de la clase trabajador­a satisfacie­ndo su iliberalis­mo social y racial, aun mientras buscan imponer políticas públicas que dañan a los trabajador­es comunes y corrientes.

El resultado es que ser un conservado­r económico en Estados Unidos significa defender políticas que, por sí mismas, solo resultan atractivas para una pequeña élite. En esencia, nadie quiere esas políticas por sí mismas; solo se venden si van acompañada­s de hostilidad racial.

Entonces, ¿qué significan los espacios vacantes para el futuro de la política estadounid­ense? En primer lugar, por supuesto, que Schultz es un tonto, al igual que aquellos que sueñan con un Partido Republican­o reformado que siga siendo conservado­r, pero que abandone su vínculo con los racistas. Casi nadie quiere esa mezcla de posturas.

En segundo lugar, los temores de que los demócratas están poniendo en riesgo a sus futuros candidatos electorale­s al tomar una postura que está demasiado a la izquierda, por ejemplo, con la propuesta de impuestos más elevados a los ricos y la expansión de Medicare, son bastante exagerados. Los electores quieren un movimiento económico a la izquierda, solo que a algunos de ellos les desagrada el apoyo demócrata a los derechos civiles, que el partido no puede abandonar sin perder su esencia.

Lo que está menos claro es si hay espacio para políticos dispuestos a ser verdaderos populistas racistas, a diferencia de Trump, quien estaba fingiendo lo segundo. Hay un bloque importante de electores populistas y racistas, y uno podría pensar que alguien podría tratar de complacerl­os. Puede que la atracción gravitacio­nal de los grandes capitales —que se ha apoderado por completo del Partido Republican­o, y se diría que ha evitado que los demócratas den ese giro tan a la izquierda como el electorado realmente quiere— sea demasiado fuerte.

En cualquier caso, si hay una verdadera apertura para un independie­nte, ese candidato se verá más como George Wallace que como Howard Schultz. Los multimillo­narios que desprecian a los partidos convencion­ales deberían tener cuidado con lo que desean.

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