Donald y los deflacionistas
Nueva York—El debate político estadounidense ha estado dominado por el tema del muro de Donald
Trump, una cuestión sobre la cual la irracionalidad de Trump sigue sorprendiendo incluso a sus críticos. Así que no creo que mucha gente haya escuchado del nombramiento, por parte de Trump, de David Malpass, actualmente subsecretario del Departamento del Tesoro, para que dirija el Banco Mundial, pero es una historia a la que vale la pena dar seguimiento.
En primer lugar, aunque tradicionalmente Estados Unidos es quien elige al presidente del Banco Mundial (Europa lo hace con el Fondo Monetario Internacional), Malpass, cuya hostilidad hacia las instituciones internacionales es conocida, enfrentará bastante oposición. Además, el nombramiento de Malpass recalca la naturaleza excepcional de los nombramientos económicos de Trump.
¿Excepcional en qué sentido? Bueno, excepcionalmente mala. Todos los economistas, incluyendo a su servidor, se equivocan a veces, pero Trump solo parece elegir a los que se han equivocado en todo.
Sin embargo, más allá de eso, lo excepcional también es hasta qué punto el presidente elige continuamente a economistas cuya ideología se opone a las posturas que profesa en materia de políticas públicas.
Al menos en estos días Trump es un tipo partidario del dinero fácil que quiere que la Reserva Federal mantenga bajas las tasas de interés, pero sigue nombrando a deflacionistas, hombres que se oponen a cualquier intento de rescatar a la economía de la crisis financiera, que atacaron duramente a la Reserva Federal por mantener las tasas de interés bajas y exigieron la restricción monetaria incluso cuando teníamos una tasa de desempleo muy elevada.
¿Por qué lo hace? Lo diré más adelante. Primero, hablemos sobre quiénes forman parte del equipo de Trump.
Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional, es quien encabeza la lista. Tiene un historial impresionante; como lo dijo un comentarista: “Ha convertido la equivocación flagrante en una actuación artística”.
Puede que Kudlow sea más conocido por su fe inquebrantable, a juzgar por la evidencia, en la magia de los recortes fiscales, además de su rechazo hacia los “cabezas huecas” que predijeron el desplome inmobiliario. Sus elogios en el 2008 a los funcionarios de Bush por tener el coraje de no rescatar a Lehman Bros son menos conocidos. Apenas horas después de sus halagos, la caída de Lehman había hundido al mundo entero en un colapso financiero.
Kevin Hassett, presidente del Consejo de Asesores Económicos, es otro de los que niegan la burbuja inmobiliaria, aunque su predicción más famosa se encuentra en su libro de 1999 “Dow 36 mil” (que, con un ajuste inflacionario, hoy significaría aproximadamente Dow 55 mil). En lo que respecta a las políticas actuales, Hassett formaba parte de los que seguían prediciendo, erróneamente, que los esfuerzos de Ben Bernanke para combatir el desempleo ocasionarían una inflación desenfrenada.
Después está Malpass, quien además de negar la burbuja, criticó sin descanso a Bernanke. La mayoría de los comentarios de la prensa han hecho notar su insistencia del año 2007, como economista jefe de Bear Stearns, en que no había motivo para preocuparse por el sistema financiero. Unos meses después su propia firma colapsó.
No obstante, me parece que su comentario más revelador fue la extensa diatriba que escribió en 2011 contra las tasas de interés bajas y la que consideró una política del “dólar débil”. Una política de tasas bajas, declaró, daña a la economía porque “desalienta el ahorro”, mientras que el dólar débil era malo para la confianza, o algo así.
Se trató de un análisis económico realmente malo. En aquella época, Estados Unidos tenía una tasa de desempleo del nueve por ciento, derivada enteramente de un gasto privado inadecuado; en la medida en que esas tasas bajas desalentaran el ahorro e hicieran que la gente gastara en lugar de ahorrar, ese análisis habría sido bueno, no un problema. Además, el argumento de Malpass sobre el dólar era sencillamente ilógico.
Sin embargo, lo realmente sorprendente es que las políticas que Malpass atacó fueron justamente las que ahora exige Trump: tasas bajas y un dólar más débil. Entonces, ¿por qué Trump querría ascenderlo a él y a gente como él?
Así es como yo lo veo: lo primero que Trump busca de un candidato es que comparta sus valores, sobre todo la falta de compasión hacia aquellos menos afortunados que él. Y si buscas un funcionario económico al que no le importen los pobres ni los desafortunados, necesariamente debes optar por alguien de la derecha.
Trump tiene otro criterio: quiere gente que dependa personalmente de él, que no tenga ningún tipo de reputación profesional que defender y, por ende, no vaya a adoptar una postura basada en principios. Es decir, quiere gente sin integridad.
La cuestión es que los economistas de derecha sin integridad son, casi sin excepción, del tipo que favorece el dinero duro y sostiene que la hiperinflación está a la vuelta de la esquina. Así que Trump termina con funcionarios cuyas posturas anteriores son diametralmente opuestas a lo que él sostiene ahora.
¿Acaso esto quiere decir que los hombres que ha elegido obstaculizarán sus políticas? No, para nada. Después de todo, hablamos de gente sin integridad, que le dirá a Trump cualquier cosa que quiera escuchar.
Pero sí quiere decir que la política económica trumpiana estará en manos de hombres que, casi por definición, no saben lo que están haciendo. Para obtener el puesto, no solo debieron tener un historial de decir tonterías, sino además de haber comenzado a decir insensateces totalmente distintas, revirtiendo sus posturas tradicionales para complacer al “genio muy estable”.
¿Qué sucederá cuando este equipo económico tenga que lidiar con problemas reales, como un desplome mundial? He de decir que no soy muy optimista al respecto.