‘Yo no quería que se fueran’
San Salvador— Rosa Ramírez le suplicó a su hijo que no se fuera de El Salvador con su esposa y su hija de 23 meses hacia Estados Unidos. El riesgo era demasiado grande.
Él sentía que no tenía más opciones. Su barrio estaba controlado por una pandilla que se enriquecía con el tráfico de drogas, la extorsión y la violencia. Pero, según Ramírez, lo más difícil de todo es que apenas podían llegar a fin de mes con su trabajo en restaurantes de comida rápida, por lo que habían cifrado todas sus esperanzas en llegar a los Estados Unidos.
“Yo no quería que se fueran”, dijo la semana pasada la señora Ramírez, la madre de Martínez, en una entrevista en la pequeña casa de dos habitaciones que compartía con su hijo y su familia. “Pero no siguieron mi consejo”.
Después de pasar varias semanas de viaje, su hijo Óscar Alberto Martínez Ramírez, de 25 años, y su nieta, Angie Valeria, de 23 meses, se ahogaron mientras intentaban cruzar de México a Texas.
La muerte de Martínez y su hija ha visibilizado un importante factor que impulsa la migración desde Centroamérica y otros lugares: las dificultades económicas.
En los últimos años se ha prestado mucha atención a la violencia desenfrenada que ha desencadenado la migración hacia el norte de tantos salvadoreños y residentes de países como Guatemala y Honduras.
Pero tal vez el mayor impulso, según los funcionarios y residentes, ha sido la economía, especialmente la pobreza y la falta de buenos empleos.
Rosa Ramírez dijo en varias oportunidades que su hijo y su familia no estaban huyendo de persecuciones o amenazas, las condiciones básicas para obtener asilo en los Estados Unidos.
Emigraron “solo por la situación económica”, dijo. “Lamentablemente, los salarios aquí son muy bajos y no son suficientes”, agregó en voz baja.
Como sucede con toda la clase trabajadora de El Salvador, esa familia luchaba por sobrevivir porque estaba al borde de la pobreza.
“No hay oportunidad, no hay trabajo”, dijo Víctor Manuel Rivera, alcalde de San Martín, la ciudad natal de Martínez. Estimó que alrededor del 50 por ciento de los residentes de la municipalidad que tienen título de secundaria, están desempleados. “Todos los días lo oigo: ‘Me voy a Estados Unidos’”, dijo.
La despedida fue triste. La familia se reunió para una sencilla cena dominical durante una tarde de la primavera. Rosa Ramírez preparó un estofado de carne, “a ellos les encanta”, dijo.
Varios días después, cuando se dirigía a su turno de noche en la fábrica de ropa donde trabaja, Ramírez se despidió de su hijo y su familia. Cuando regresó por la mañana, ya se habían ido.