El Diario de El Paso

¿Por qué aumentó la violencia en nuestro país vecino?

- Andrés Oppenheime­r

Miami— Hay un detalle pocas veces mencionado en la prensa sobre la masacre de nueve miembros de una familia estadounid­ense-mexicana –incluyendo seis niños– por una banda de narcotrafi­cantes en el norte de México: la escalada de la violencia en México se debe en buena parte a las ridículas políticas de México y Estados Unidos.

La estrategia del Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador para combatir la violencia del narcotráfi­co, quien él mismo ha descrito como de “abrazos, no balazos”, claramente ha fracasado. La violencia en México alcanzó un nuevo récord en los primeros seis meses de este año, y superará la cifra de mas de 35 mil homicidios registrado­s el año pasado, según cifras oficiales.

López Obrador, un populista de izquierda que asumió el cargo en diciembre, critica la “guerra contra las drogas” de sus predecesor­es. Prometió retirar al Ejército de la lucha contra los capos del narcotráfi­co, y creó una Guardia Nacional para hacer frente a la violencia. “No se puede combatir la violencia con más violencia”, dijo López Obrador esta semana.

En lugar de una lucha frontal contra los carteles, López Obrador propone abordar las “causas de fondo” de la violencia, como la pobreza y el desempleo juvenil. Pero aunque esa estrategia podría rendir frutos a largo plazo, no hace mucho para detener la actual ola de homicidios en México.

Por el contrario, la política de paz y amor de López Obrador ha envalenton­ado a los narcos. El Gobierno mexicano dice que las tres madres y seis niños de la familia mormona Lebarón que fueron asesinados en el estado fronterizo de Sonora fueron atacados por una banda de narcotrafi­cantes que probableme­nte confundió las camionetas de la familia mexicano-estadounid­ense con las de una banda de narcotrafi­cantes rivales.

El mes pasado, casi 400 hombres armados del cártel de Sinaloa prácticame­nte ocuparon Culiacán, la capital de Sinaloa, y obligaron a las fuerzas de seguridad a liberar a Ovidio Guzmán, el hijo del ex jefe del cártel, Joaquín “Chapo” Guzmán. El joven acababa de ser capturado por las autoridade­s.

La liberación de Ovidio Guzmán fue vista por muchos como una rendición del Gobierno de López Obrador ante los carteles de la droga.

López Obrador también dice que su recién creada Guardia Nacional ayudará a frenar la ola de violencia. Pero lo cierto es que muchos de los miembros de la Guardia Nacional están siendo desplegado­s en la frontera sur de México, a pedido de Trump, para detener las caravanas de migrantes centroamer­icanos que quieren llegar a los Estados Unidos.

Pero Trump también tiene buena parte de la culpa de lo que está sucediendo. En un tuit del 5 de noviembre, poco después del asesinato de la familia Lebarón, Trump ofreció ayudar a México a “hacer la guerra a los carteles de la droga y limpiarlos de la faz de la tierra”.

Sin embargo, Trump está apoyando políticas que están haciendo aumentar la violencia en México. Además de no hacer mucho para reducir el consumo masivo de drogas en Estados Unidos que alimenta a los carteles de la droga, Trump ha defendido la venta casi indiscrimi­nada de armas en Estados Unidos que se contraband­ean a México y terminan en manos de los narcotrafi­cantes.

Según el Gobierno mexicano y la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos de los Estados Unidos, un 70 por ciento de las armas incautadas a los narcos en México son compradas en tiendas de armas en los Estados Unidos.

México le ha estado pidiendo a Washington durante décadas que frene el contraband­o de armas en la frontera. Pero jamás en tiempos recientes ha habido un presidente estadounid­ense tan amigo de los fabricante­s de armas, y tan reacio a restringir la venta de armas semiautomá­ticas, como Trump.

López Obrador debería archivar su política de “abrazos, no balazos”, y comenzar a combatir a los narcos con la fuerza legítima del estado. Y Trump debería aumentar los fondos para programas de prevención contra el consumo de drogas en Estados Unidos, prohibir la venta de armas de guerra y terminar con el contraband­o de armas en la frontera.

De lo contrario, la violencia seguirá en aumento, y morirán miles más en ambos lados de la frontera.

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