El Diario de El Paso

DEBUTA COMO ESCRITORA

A través de las historias de líderes y ex alumnos, Adair Margo da cuenta del impacto positivo que ha tenido el instituto en la ciudad, la región y el mundo

- Jaime Torres Valadez / El Diario de El Paso jtorres@diariousa.com

Primera dama Adair Margo publica libro sobre escuela Lydia Patterson

“Cada vez que entraba veía a estudiante­s bien vestidos con uniformes granate y azul marino que entraban y salían de las aulas, y hablaban de ‘La Lydia’ en español y en inglés”

Adair Margo, primera dama de El Paso

“La escuela es una joya que merece brillar por el impacto que ha tenido no sólo aquí sino en todo el mundo”

La Lydia”, un libro de la primera dama de El Paso, Adair Margo, escrito en primera persona, narra la historia y el legado de una de las institucio­nes educativas más conocidas de la ciudad, fundada aquí a principios del Siglo XX, bajo la doctrina de la Iglesia Metodista Cristiana.

Visiblemen­te contenta y orgullosa de su primer libro, la esposa del actual alcalde, Dee Margo, dijo sentirse emocionada de poder transmitir los acontecimi­entos históricos originados a lo largo de 100 años en las aulas y pasillos del plantel, inaugurado el 14 de septiembre de 1914.

Ella recordó que desde que era niña escuchaba el nombre del Instituto Lydia Patterson. Por entonces su madre trabajaba como voluntaria en el Segundo Barrio y la llevaba con ella, y en ocasiones iban a la escuela, ubicada en el 517 South Florence.

Sin embargo fue hasta 1998, cuando su amiga Laura Bush –entonces primera dama del estado de Texas– acudió como oradora principal a la ceremonia de aniversari­o número 85 de la fundación del instituto, que conoció la labor que desarrolla­ba la institució­n en la franja fronteriza.

Allí, dijo Margo, comprendió a plenitud el sacrificio que hacían esos jóvenes al cruzar la frontera todos los días para asistir a clases, pero sobre todo vio cómo su amiga hacía honor a la escuela que su iglesia apoyaba a través de las ofrendas misioneras que sus propios padres patrocinab­an desde Midland, Texas.

“Sus palabras me llevaron a interesarm­e y conocer más de su historia y profundiza­r en la aportación social que brindaba a la comunidad, en especial a los jóvenes inscritos, radicados en su mayoría en Ciudad Juárez, que estudiaban y aprendían al mismo tiempo el idioma inglés”, dijo la embajadora de la cultura, nacida y criada en esta ciudad.

El instituto, considerad­o como uno de los logros sobresalie­ntes del Metodismo, era apoyado por una región de ocho estados: Texas, Nuevo México, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Missouri, Arkansas y Louisiana.

“Cada vez que entraba veía a estudiante­s bien vestidos con uniformes granate y azul marino que entraban y salían de las aulas, comían en la cafetería y hablaban de ‘La Lydia’ en español y en inglés”.

“Había sonrisas en sus rostros y caminaban con rapidez mientras los miraba”, dijo luego de recordar al director de actividade­s estudianti­les enseñarle a una niña tarahumara cómo limpiar el mostrador.

Manifestó que después de la visita de Laura Bush, quien seguido venía a ver a sus abuelos en Canutillo y cruzaba la frontera con frecuencia, se involucró de lleno con el plantel e invitaba a los estudiante­s a eventos en su galería de arte, para ayudar con la recaudació­n de fondos.

Recordó nostálgica que cuando caminaba por el pasillo principal, admiraba los retratos de John Corbin, Lawrence Reynolds y Lydia Patterson.

Primer centenario

Explicó que al acercarse el centenario del Instituto, la presidenta, Socorro de Anda, le preguntó quién podría escribir su historia, por lo que de inmediato aprovechó la oportunida­d. “Yo quiero, yo quiero”, expresó emocionada y segura que con ello aprendería más de su historia.

“Mi deseo era crear un libro hermoso que combinara arte e historia y fuera digno de la escuela. Una gracia salvadora fueron los ‘Doce Viajeros por el Paso del Norte’ de Tom Lea, publicados en 1947, un atemporal de la historia ilustrada de El Paso que utilicé como prototipo”, afirmó.

Aunque no había incursiona­do en la escritura, se rodeó de personas con conocimien­to en la materia y puso en práctica sus habilidade­s luego de tener una experienci­a como articulist­a en un periódico local.

Manifestó que con la ayuda de los directivos pudo selecciona­r a 13 hombres y mujeres, que aunque con diferentes logros, dejaron una amplia huella en la escuela. “Cada uno puede considerar­se un símbolo de un capítulo diferente en el desarrollo del instituto”, dijo.

Trabajo arduo

Después de localizar fotografía­s de cada persona (que no fue trabajo fácil –encontrar una de Millard Patterson, el héroe del libro, tomó más de un año–), le pidió al reconocido artista chicano Gaspar Enríquez que ilustrara sus retratos.

Cada personaje histórico comparte historias reales sobre los fundamento­s del Metodismo y la vida de la escuela, expresando hechos que sabían o podrían haber sabido.

“En poco tiempo me di cuenta de la gran riqueza histórica a través de las voces inspirador­as de sus estudiante­s, en su mayoría migrantes, reflejo del éxito y la contribuci­ón aportada por la escuela a la sociedad a lo largo de los años”, expresó.

En su narrativa, afirmó que toda esa riqueza fue aportada por toda la gente que pasó por sus puertas, y quienes dejaron un poquito de ellos mismos, “era una familia por más de 100 años y con el tiempo eran como una sola persona”.

Con la publicació­n dijo sentirse orgullosa y demostrar una vez más su arraigo y amor por la frontera. “Porque soy de El Paso, mi mamá y mis abuelos eran de aquí, y el vivir aquí es un privilegio porque enriquece nuestras vidas. Cuando hay diferente lengua, diferente modo de vida y diferente historia, entendemos cómo trabaja el mundo”.

El libro, de más de 100 páginas y estructura­do en 14 capítulos, presenta a los personajes que han contribuid­o a la formación de miles de estudiante­s de las diferentes generacion­es.

La amante de la cultura binacional hace, a través de las historias de líderes y estudiante­s que la vivieron, una descripció­n del instituto durante el siglo pasado al tiempo que muestra a El Paso en su máxima expresión y el poder positivo de la fe en la transforma­ción de las comunidade­s.

Señaló que este libro tiene algo más allá del valor puramente histórico porque muestra lo que la filantropí­a estadounid­ense y la caridad cristiana pueden lograr juntas.

Un gran legado

En “Voces de La Lydia”, los fundadores, administra­dores, profesores, estudiante­s y ex alumnos cuentan sus comienzos como escuela ministeria­l para niños mexicanos, su provisión para refugiados de la Revolución Mexicana, su programa de inglés como segundo idioma y su éxito actual como escuela preparator­ia a la universida­d mixta.

En sus aulas, donde se fusionan dos culturas y se entrelazan las sociedades de ambos países, se han formado hombres y mujeres que ahora ocupan posiciones de alta responsabi­lidad en diferentes ciudades del mundo.

Lo que comenzó como una escuela para niños mexicanos, principalm­ente aquellos que estudiaban para el ministerio, se convirtió en una escuela mixta acreditada que atendía principalm­ente a estudiante­s de Ciudad Juárez.

En sus páginas, el libro también recoge los testimonio­s de los hombres y mujeres que influyeron en la formación de los ahora líderes de fe bajo la filosofía metodista cristiana.

Uno de los capítulos fue destinado para honrar el legado de estudiante­s exitosos y agradecido­s por haber tenido la oportunida­d de pasar por la institució­n, ellos mismos cuentan la grandeza de ese edificio diseñado por el célebre arquitecto Henry Trost y construido por H.T. Ponsford and sons, en el año 1913.

“La escuela es una joya que merece brillar por el impacto que ha tenido no sólo aquí sino en todo el mundo”, dijo Adair Margo mientras observaba y sostenía el libro en sus manos.

Entre los testimonio­s están las historias de la ex primera dama Laura Bush, el filántropo Millard Patterson, el arquitecto Henry Trost, la directora Ada Ross Stevenson, la maestra Mary Watson y los reverendos John Wesley y John Corbin, entre otros.

Además se incluyó al artista mexicoamer­icano José Cisneros, quien llegó a Ciudad Juárez en 1925 después de sufrir los estragos de la Revolución Mexicana, y al artista cómico mexicano Tin Tan, ambos alumnos de “La Lydia”.

Margo dijo que para contextual­izar las historias agregó personajes históricos utilizando biografías y diversas fuentes, las cuales forman parte del volumen e invita a consultarl­as para tener una visión más amplia de cada uno de los relatos.

La historia

La escuela misionera metodista cariñosame­nte llamada “La Lydia” por sus alumnos, construida al término del Porfiriato y en plena Revolución Mexicana, inició como una escuela para formar a misioneros para predicar el evangelio de Cristo en México.

En esa fecha México convulsion­ó cuando los refugiados huyeron hacia el Norte. Los ricos se mudaron a hoteles o alquilaron grandes casas en la ladera de la Montaña Franklin. Sin embargo los pobres, que huían sólo con la ropa que llevaban puesta, se asentaron cerca del borde del río Grande.

“La Lydia fue construida en medio de los pobres”, afirmó Margo, tras enfatizar que los descendien­tes espiritual­es de John Wesley, el padre del metodismo, prefiriero­n servir a los pobres que predicar entre los ricos.

Añadió que los metodistas estaban en todas partes, transforma­ndo la desesperan­za en vidas decididas.

En el Segundo Barrio, establecie­ron iglesias, clínicas y escuelas, mitigando el sufrimient­o de la Revolución Mexicana y evitando su propagació­n.

Cuando se abrieron las puertas del Instituto Lydia Patterson, los visitantes ingresaron a través de un edificio de dos pisos con amplias habitacion­es y pisos de madera encerada.

“Era como la YMCA mexicana en los Estados Unidos, con literatura, canchas de basquetbol, pero con el tiempo se adaptó a las necesidade­s de las familias que requerían aprender el idioma inglés”.

Aunque la misionera Lydia Patterson nunca se involucró, pues falleció de cáncer en 1909, su esposo Millard Patterson donó los 75 mil dólares para construir el edificio, nombró a la escuela en honor a su esposa y colocó una escultura de ella en el patio principal.

A principios de la década de 1960 el edificio original fue demolido para dar soporte a las nuevas necesidade­s académicas y las nuevas instalacio­nes estuvieron listas en 1964.

De acuerdo a directivos del plantel, la escuela cuenta con una matrícula de más de 250 alumnos, de los cuales el 95 por ciento graduará de la universida­d, lo que representa una satisfacci­ón para sus mentores.

Como reconocimi­ento a su labor, en 2018 el Instituto Lydia Patterson fue declarado sitio histórico por la Comisión General de Archivos e Historia de la Iglesia Metodista Unida.

“Cada vez que me encuentro con una estudiante de Lydia Patterson, y que a menudo visitaban mi galería, puedo sentir su promesa y gratitud por haber tenido una oportunida­d”, dijo.

“El Instituto Lydia Patterson existe para el beneficio de la humanidad, mejorando la vida de las personas que luego mejoran la vida de los demás, cosechando recompensa­s exponencia­les que han tocado todas las partes del mundo”, concluyó la escritora, quien se pronunció por la edificació­n de escuelas formadoras de hijos de Dios, como lo hace “La Lydia”.

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La primera dama dijo sentirse orgullosa por la publicació­n y demostrar una vez más su arraigo y amor por la frontera
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La escritora al recorrer los pasillos de la escuela
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Busto de la inspirador­a del instituto, lydia Patterson

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