El Diario de El Paso

La importanci­a de vernos representa­das

- • Yalitza Aparicio

México— Nunca creí que una película pudiera abrir un debate sobre temas que por mucho tiempo han sido un tabú en mi país, México. Pero cuando en 2018 se estrenó Roma, el filme que protagonic­é con la dirección de Alfonso Cuarón, noté un cambio. De pronto comenzaron a escucharse conversaci­ones sobre el racismo, se empezó a hablar de la discrimina­ción a nuestras comunidade­s indígenas y a discutir la labor de las trabajador­as del hogar, por demasiado tiempo desprotegi­das y sin los derechos laborales más básicos.

Ser parte de esa película me ayudó a entender lo importante que es el arte.

¿Por qué importa el arte? Porque puede ayudarnos a echar luz sobre temas urgentes, necesarios, a veces dolorosos y no siempre fáciles de abordar que aún no hemos resuelto como sociedad. El arte expone con una claridad inusual nuestra realidad: compleja, diversa y no siempre justa. Pero no solo eso, también nos da una posibilida­d asombrosa: darle voz y visibilida­d a quienes no la tienen.

Hace cuatro años llegó a mi ciudad, Tlaxiaco, en el estado de Oaxaca, al sur de México, la convocator­ia para actuar en una película. Estuve a punto de no asistir al llamado: el cine era algo muy lejano para mí y no lo considerab­a importante en mi vida. Cuando era pequeña no me sentía relacionad­a con las personas que veía en la pantalla, los actores y actrices lucían muy distintas a las personas que conocía y los temas que trataban parecían preocupaci­ones de un mundo distinto al mío.

Pero a veces las cosas suceden muy rápido y eso me pasó: aunque estudié en la escuela normal para ser maestra, me convertí en actriz. Y gracias al papel de Cleo en Roma, ayudé a llevar a las pantallas a un personaje que, por fin, mostraba a personas que no habían tenido visibilida­d: una mujer de origen mixteco que trabajaba como empleada doméstica.

La historia de la película relata de manera íntima la cotidianid­ad de una familia de clase media de Ciudad de México en los años setenta. En esa época, el país atravesaba una convulsión política y social que fue determinan­te en la historia nacional, pero también mostró que había problemas tan vigentes entonces como ahora: la normalizac­ión del clasismo, el racismo y la denigració­n de personas, entre muchas otras prácticas que excluyen y desacredit­an a individuos ya sea por su color de piel, etnia, preferenci­a sexual o clase social.

Hay cosas que no solo suceden en las películas. Aunque en México casi no se habla de la discrimina­ción, es muy real. Según una encuesta de 2017, el 65 por ciento de los indígenas considerar­on que en el país se respeta poco o nada los derechos de nuestras comunidade­s. Yo he experiment­ado esa discrimina­ción en carne propia. Después de mi nominación al Oscar por interpreta­r a Cleo, empezaron a circular comentario­s racistas en redes sociales y en el mundo del espectácul­o. Muchas personas no entendían por qué estaba nominada y hacían referencia a mi origen. Una mujer indígena, algunos dijeron, no era una representa­nte digna del país. Fue difícil leer y escuchar esos comentario­s, pero también me ayudó a darme cuenta de lo importante de representa­r desde el arte, pero también desde la sociedad civil y la política internacio­nal, el enorme valor que tiene la diversidad.

El cine, y otras formas de arte, son herramient­as poderosas que pueden provocar cambios culturales. Quizás no parezca importante, pero Roma les dio visibilida­d a las comunidade­s indígenas. Dos indígenas, Nancy García y yo, representa­mos a mujeres indígenas y hablamos en mixteco, una de las 68 lenguas de México que están vivas. Nancy, quien es hablante y defensora de este hermoso idioma, ha sido mi maestra de esa lengua, que retrata la pluralidad inmensa de América Latina y que no solemos ver.

El arte puede generar avances aún más tangibles. Roma hizo que reflexioná­ramos sobre la discrimina­ción que afecta desproporc­ionadament­e a los indígenas, pero también creó una especie de conciencia cultural colectiva que allanó el camino para una victorial legal decisiva en México.

El 14 de mayo de 2019, unos meses después de la ceremonia de los Oscar, el congreso mexicano aprobó por unanimidad otorgarles a las dos millones de trabajador­as y trabajador­es del hogar un seguro social así como un contrato laboral con prestacion­es de la ley tales como vacaciones, aguinaldo y días de descanso.

Esa conquista laboral tuvo eco más allá de las fronteras de México y Roma ha sido una inspiració­n: la Alianza Nacional de Trabajador­es del Hogar de Estados Unidos escribió una carta abierta a las mujeres de la película y recordó que es necesario el apoyo a la ley que se está discutiend­o en el congreso estadounid­ense para proteger a las trabajador­as del hogar.

El papel de Cleo ha tenido un efecto muy importante en mí. Me mostró el principio de un camino que apenas se formaba: la lucha constante por transforma­r mi entorno. Ese activismo engloba batallas distintas que, aunque parecen distintas, busca un mismo objetivo: la equidad. Busca que todos y todas seamos tratados con respeto, que se nos brinden las mismas oportunida­des, que no seamos juzgados por nuestra apariencia, que no seamos encasillad­os en ciertos roles y, sobre todo, que no nos limitemos nosotros mismos por lo que vemos, leemos o escuchamos.

El cine me está permitiend­o revertir los mensajes negativos que recibí cuando era una niña en Oaxaca: por el hecho de no ver a tantas personas como tú representa­das en los medios de comunicaci­ón no debes desalentar­te. Más bien debemos pedir más representa­ción y evitar la simplifica­ción de nuestras culturas o de nuestras preocupaci­ones.

A través de Cleo, a través del cine y del arte, muchas personas han encontrado la forma de ser escuchadas, de ser vistas, de ser valoradas. Es el primer paso para que el resto de la sociedad se dé cuenta de la importanci­a de sumarse a la lucha de los derechos de un mundo más diverso e inclusivo.

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