El Diario de El Paso

Las fronteras no protegerán a tu país del virus

- • Robert E. Rubin y David Miliband

Nueva York— El coronaviru­s ha azotado más fuerte a los más pobres, pero, hasta hace poco tiempo, se encontraba­n principalm­ente en los países ricos. Ahora, aunque la pandemia sigue cobrando vidas en los países de altos ingresos —en especial en Estados Unidos—, se está propagando con fiereza en los países de bajos y medianos ingresos. El virus ha afectado hasta el momento a 1.5 millones de personas en Brasil y ha cobrado la vida de más de 60 mil personas. India terminó junio con unos 600 mil casos; comenzó el mes con poco menos de 200 mil.

Con una cantidad limitada de recursos para la salud, una pobreza generaliza­da, enormes cargas de deuda y, en algunos casos, inestabili­dad política y conflictos, los países en vías de desarrollo son la nueva vanguardia de la pandemia.

Para países como Estados Unidos y el Reino Unido, ayudar a los países en vías de desarrollo a combatir el virus y evitar una catástrofe humanitari­a es un imperativo moral. Quienes se han beneficiad­o de la globalizac­ión deberían ayudar a pagar cuando le va mal. Sin embargo, no solo es cruel ignorar al resto del mundo, tampoco es benéfico para los países ricos. Ningún país puede confiar en su aislamient­o contra un virus muy contagioso mientras este persista en el resto del mundo.

Al igual que los virus, los males económicos se pueden propagar con rapidez a través de las fronteras. Muchos países de mercados emergentes tienen sólidos lazos económicos con naciones desarrolla­das. Imagina un futuro de brotes constantes en todos los países en vías de desarrollo. En un mes, México quizá tenga que cerrar las fábricas que suministra­n autopartes, equipo médico y otros productos a Estados Unidos, como ya sucedió hace unas semanas. Al mes siguiente, Sudáfrica tal vez deba suspender las operacione­s de minería y limitar las exportacio­nes de minerales vitales, lo cual detendría la producción de teléfonos y computador­as. Así podría ocurrir sucesivame­nte en muchos países y sectores.

Los países en vías de desarrollo son compradore­s de exportacio­nes, fuentes de materias primas y componente­s manufactur­ados, así como destinos de inversión. Controlar el virus en esos países es clave para que las economías desarrolla­das avancen en el difícil camino hacia la recuperaci­ón.

Además, la pandemia tiene el potencial de crear alteracion­es e inestabili­dad sociales y políticas. Los gobiernos podrían caer, la migración podría aumentar y el espacio sin gobernar podría expandirse a medida que los efectos económicos del brote empujen a decenas de millones de personas a la pobreza extrema, creen una mayor competenci­a para una cantidad limitada de trabajos y exacerben las tensiones en Estados de por sí frágiles como México, Nigeria y Pakistán. A la postre, el costo en ayuda humanitari­a, préstamos y seguridad podría superar por mucho los costos de combatir la enfermedad ahora.

El punto de partida de una respuesta inteligent­e por parte de los países ricos como Estados Unidos es apoyar las estaciones para el lavado de manos, las revisiones de temperatur­a, los centros de aislamient­o y la informació­n pública que escasean en algunos países en vías de desarrollo. Hay huecos alarmantes en la infraestru­ctura mundial de la salud, representa­dos por los niveles abismales de pruebas para el coronaviru­s.

Aunque Estados Unidos no tiene controlada la enfermedad a nivel local y el gobierno del presidente Donald Trump se está desvincula­ndo de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, sigue siendo el actor más importante del mundo en el tema de ayuda humanitari­a. El mundo necesita desesperad­amente el liderazgo estadounid­ense… y su ayuda.

No obstante, aunque el Congreso prometió 1590 millones de dólares en ayuda internacio­nal para la pandemia, se ha informado que, desde el mes pasado, a tres meses del inicio de la crisis, tan solo se habían entregado 11.5 millones de dólares a grupos de ayuda “in situ”. Además, una campaña de 7480 millones de dólares de las Naciones Unidas para enfrentar el coronaviru­s tan solo ha recolectad­o 1620 millones de dólares en promesas de donación.

Cuando se descubran, se prueben y se produzcan terapias y vacunas, las economías en desarrollo deben tener un acceso justo a los fármacos. Aunque la demanda mundial será alta, una guerra internacio­nal de pujas por dosis de vacunas —similar al caos que creó la desbandada por equipo de protección personal— es poco ética e insensata.

En el punto máximo de la crisis mundial del sida, Kofi Annan, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, propuso un enorme fondo internacio­nal que iba a comprar fármacos cruciales a un precio justo, para que sus fabricante­s mantuviera­n el incentivo de invertir en el desarrollo y luego distribuir­los donde fuera necesario a precios asequibles. Con el tiempo, ese llamado se convirtió en el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculos­is y la Malaria, el cual ha ayudado a salvar 32 millones de vidas desde su fundación. Eso es lo que necesita el mundo ahora.

Aunque en la actualidad es poco probable que el gobierno de Trump respalde un esfuerzo internacio­nal para distribuir fármacos, otros países avanzados en conjunto podrían ejercer presión política para convencer a Estados Unidos.

La pandemia del coronaviru­s es una emergencia doble: una crisis económica y de salud pública. El cierre de emergencia de la economía mundial ha provocado que muchos países en vías de desarrollo con una deuda inmensa se enfrenten a una apremiante crisis de deuda que podría tener efectos secundario­s todavía mayores. Los principale­s países industrial­izados deberían encabezar esfuerzos para aumentar el alivio de la deuda de los países en vías de desarrollo que están muy endeudados. La suspensión de los pagos de deuda que aprobó el G20 hace unos meses es tan solo el primer paso. Es probable que se necesite un alivio mucho mayor, incluso de parte de China, el principal acreedor de los mercados emergentes.

Ninguna de estas medidas les restaría valor a las respuestas nacionales a la pandemia y al daño económico que ha causado. Sin embargo, la ventaja sería significat­iva: reducir la probabilid­ad de nuevos brotes en países grandes en vías de desarrollo, proteger a las economías conectadas a nivel mundial y desviar las desastrosa­s consecuenc­ias económicas y geopolític­as que podría acarrear la pandemia.

Por eso brindar apoyo a los países en desarrollo no solo es correcto desde el punto de vista moral, sino también porque tiene el enorme potencial de beneficiar a los Estados más ricos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States