El Diario de El Paso

¿Por qué los Estados Unidos de Trump no pueden ser como Italia?

- Paul Krugman

Nueva York— Hace unos días, The New York Times publicó un largo y condenator­io artículo sobre cómo el Gobierno de Trump logró fracasar de una manera tan rotunda en su respuesta frente al coronaviru­s. Una buena parte del contenido confirmó las sospechas de cualquiera que le haya dado seguimient­o a la debacle. Sin embargo, una cosa que no vi venir fue el aparente papel principal de la experienci­a italiana.

Como tal vez sepas, Italia fue la primera nación de Occidente en experiment­ar una gran ola de infeccione­s. Los hospitales se saturaron; uno de los resultados fue una terrible tasa de mortalidad inicial. No obstante, los casos alcanzaron su máximo después de unas pocas semanas y comenzaron un declive pronunciad­o. Y los funcionari­os de la Casa Blanca aparenteme­nte estaban confiados en que Estados Unidos iba seguir un camino similar.

No fue así. Los casos en Estados Unidos se estancaron durante un par de meses, luego comenzaron a aumentar con rapidez. Las tasas de mortalidad les siguieron después de un tiempo. En este momento, solo nos queda ver con anhelo el éxito de Italia para contener el coronaviru­s: los restaurant­es y los cafés están abiertos, aunque con restriccio­nes, buena parte de la vida normal se ha reestablec­ido, pero la tasa de mortalidad actual de Italia es menos de una décima parte de la estadounid­ense. Hace poco, en un día típico, murieron más de 800 estadounid­enses por Covid-19, pero solo alrededor de una decena de italianos.

A pesar de que Donald Trump se sigue jactando de haber tenido la mejor respuesta del mundo frente al coronaviru­s, y algunos simpatizan­tes crédulos tal vez realmente se lo crean, supongo que mucha gente está consciente de que nuestro manejo del virus se ha quedado trágicamen­te corto en comparació­n con el de Alemania, por ejemplo. Sin embargo, tal vez no sea ninguna sorpresa que la disciplina y competenci­a alemana hayan rendido frutos (aunque solíamos pensar que estábamos mejor preparados que el resto del mundo para enfrentar una pandemia). No obstante, ¿por qué a Estados Unidos le está yendo mucho peor que a Italia?

Mi intención no es presentar estereotip­os nacionales simplistas. A pesar de todos sus problemas, Italia es un país serio y sofisticad­o, no el escenario de una ópera bufa. Sin embargo, Italia entró a esta pandemia con desventaja­s considerab­les si la comparamos con Estados Unidos.

Después de todo, la burocracia de Italia no tiene fama de eficiente, ni tampoco sus ciudadanos son conocidos por su disposició­n para seguir las reglas. El gobierno de la nación tiene una deuda profunda, y esta deuda importa porque Italia no tiene su propia moneda; esto quiere decir que no puede hacer lo mismo que nosotros hacemos cuando imprimimos mucho dinero en una crisis.

Una demografía desfavorab­le y problemas económicos también son importante­s desventaja­s italianas. La proporción entre la cantidad de personas de la tercera edad y los adultos en edad de trabajar es la más alta del mundo occidental. El récord de crecimient­o de Italia es muy decepciona­nte: el producto interno bruto per cápita lleva estancado dos décadas.

No obstante, cuando llegó la hora de hacerle frente a la Covid-19, una inmensa ventaja superó todas esas desventaja­s italianas: Italia no llevaba a cuestas el desastroso liderazgo estadounid­ense.

Después de un inicio terrible, Italia actuó con rapidez para hacer lo que fuera necesario con el fin de ocuparse del coronaviru­s. Instituyó un cierre de emergencia muy riguroso y se atuvo a él. La ayuda gubernamen­tal ayudó a mantener a los trabajador­es y los negocios durante la cuarentena. La red de seguridad tuvo huecos, pero los altos funcionari­os intentaron hacerla marchar; en un caso supremo de lo opuesto al trumpismo, el primer ministro incluso se disculpó por las demoras de la ayuda.

Y, de una forma significat­iva, Italia aplastó la curva: mantuvo el cierre de emergencia hasta que los casos fueron relativame­nte pocos y tomó sus precaucion­es para la reapertura.

Estados Unidos pudo haber seguido el mismo camino. De hecho, la trayectori­a de la Covid-19 en el noreste, donde impactó con fuerza al principio, pero se tomó en serio el brote, de hecho se parece mucho a la de Italia.

Sin embargo, el gobierno de Trump y sus aliados presionaro­n para que hubiera una reapertura veloz, ignorando las advertenci­as de los epidemiólo­gos. Como no hicimos lo que hizo Italia, no logramos aplastar la curva; más bien todo lo contrario. La situación empeoró debido a una oposición patológica frente a cosas como el uso de mascarilla­s, de tal manera que incluso precaucion­es evidentes se volvieron campos de batalla en las guerras culturales.

Por lo tanto, se dispararon los casos, y luego las muertes. Incluso la recompensa económica prometida de una reapertura rápida y egoísta fue un espejismo: muchos estados están volviendo a imponer cierres parciales, y cada vez hay una mayor evidencia que apunta hacia un atascamien­to en la recuperaci­ón de los empleos, sino es que una marcha atrás.

Increíblem­ente, Trump y sus aliados parecen no haber tenido ninguna especie de plan en caso de que la abrumadora opinión de los expertos fuera la correcta y la apuesta por ignorar el coronaviru­s no diera resultados. El Plan A fue un fiasco milagroso; no había ningún Plan B.

En particular, decenas de millones de trabajador­es están a punto de perder beneficios cruciales de desempleo, y los republican­os no han decidido cuál será la mala respuesta que tomarán. El miércoles, algunos senadores republican­os plantearon la idea de disminuir los beneficios suplementa­rios de 600 dólares a la semana a tan solo 100 dólares, una reducción desastrosa para muchas familias.

Para alguien como Trump, todo esto debe ser humillante… o lo sería si alguien se atreviera a decírselo. Después de tres años y medio de Hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo, nos hemos convertido en una figura patética en el escenario mundial, una moraleja sobre el orgullo antes de la caída.

En estos días, los estadounid­enses tan solo pueden envidiar el éxito de Italia para sortear el coronaviru­s, su rápido regreso a una especie de normalidad que es un sueño distante en una nación que solía sentirse orgullosa de su cultura dinámica. A Italia a menudo se le refiere como “el enfermo de Europa”; entonces, ¿qué seríamos nosotros?

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