El Día del Trabajo en el año de la pandemia
San Diego— Este Día del Trabajo me encuentro trabajando en varios pensamientos acerca del trabajo y el empleo. Me siento particularmente curioso acerca de la manera como esos conceptos han cambiado en este maldito año 2020.
Primero, llegó la pandemia. El Covid-19 devastó la economía de Estados Unidos y –a pesar de la tristemente famosa insistencia de Mitt Romney de que las corporaciones son también personas– fueron los trabajadores estadounidenses los que sufrieron el mayor dolor.
En el mes de mayo, 40 millones de estadounidenses quedaron desempleados. Actualmente, de acuerdo al Buró de Estadísticas Laborales, la cifra es cercana a los 30 millones.
Sin embargo, la recuperación es frágil y aún no hemos salido del problema. La industria de los viajes y la hospitalidad –hoteles, aerolíneas y restaurantes– siguen descarrilados. MGM Resorts despidió a 18 mil trabajadores. United Airlines planea despedir a 16 mil personas, mientras que American Airlines ha amenazado con desemplear a 19 mil.
Los que aún tenemos trabajo –o no tenemos más de una necesidad– deberíamos sentirnos agradecidos. Y aquellos que tienen un trabajo al que pueden regresar hasta hace poco, y se han rehusado a hacerlo porque estaban recibiendo más de los beneficios de desempleo, deberían sentirse avergonzados.
Sin duda, el desempleo se ha convertido en algo mucho menos atractivo con la expiración del beneficio de los 600 dólares por semana que el Congreso aportó durante la primavera como parte del paquete de alivio económico contra el coronavirus. Eso provocará que la gente regrese a trabajar, aunque esperemos que su antiguo empleador no tenga que abandonar su negocio y cerrar.
De acuerdo a Homebase –un proveedor de programación de software para los negocios pequeños– más del 20 por ciento de negocios pequeños que cerraron durante la pandemia siguen sin operar.
No sabemos el alcance del daño que esto tendrá a largo plazo. Un empleo no sólo significa obtener dinero, sino ser útil y productivo. Se trata de darle un buen uso al tiempo y contribuir a la sociedad. Se trata de la satisfacción que proviene de usar los talentos naturales para proporcionar un servicio que otros valoren. Y si eso no fuera suficiente, un empleo también se refiere a la identidad. Hable con una enfermera, maestra o policía. Usualmente, lo que uno hace realmente no define quién es.
Además, los últimos seis meses deberían haberle enseñado a los estadounidenses un poco acerca del valor que tienen todos los tipos de trabajo.
¿Recuerdan cuando los políticos acostumbraban hablar acerca de encontrar la manera de suavizar las leyes de inmigración para que fuera más fácil admitir trabajadores “más calificados”? Por eso, ellos querían decir trabajadores altamente educados y bien entrenados, el tipo que podrían ser destinados a la industria tecnológica.
Sin embargo, el Covid-19 tiró esas suposiciones por la ventana. La nueva definición de “calificados” debería ser cuando alguien es capaz de desempeñar un trabajo que nadie más puede hacer. Desde los pintores de casas, los que recolectan aguacates y hasta los que lavan las ventanas en los rascacielos, la fuerza laboral de Estados Unidos está llena de gente que realiza tareas que muchos de nosotros no puede hacerlas, no las haremos o no tenemos deseos de hacerlas. Ésa es su destreza y nosotros deberíamos valorarla.
¿Qué de bueno hay en que declaremos que los trabajos como atender mesas de espera o limpiar oficinas es un trabajo “esencial” si seguimos pagándoles menos y por lo tanto, subvaluando aquellos que realizan esos trabajos? Esencial debería significar estar bien recompensados.
Últimamente, he estado pensando acerca de lo que debería decirles a mis hijos adolescentes acerca de lo que están viendo que sucede ante sus ojos. Quiero que ellos sepan lo que me enseñaron mis padres –que todo trabajo honesto tiene su valor, y que los obreros deberían ser respetados tanto como los trabajadores de cuello blanco. Pero también quiero motivarlos a estudiar duro, a ir a la universidad, a hacer sus deberes y enfocarse en lo que las anteriores generaciones acostumbraban a llamar “buenos trabajos”.
En la época de mis padres, un buen trabajo era simplemente uno en que se podía escapar del trabajo en el campo y estar en una oficina con aire acondicionado. A partir de allí, si uno podía obtener un aumento de sueldo o una promoción, era como una mina de oro.
Para mí, es un trabajo que nos permite seguir nuestra pasión y usar nuestros talentos para hacer que la gente piense en el tipo de cosas que la hacen sentir incómoda. Es un trabajo que hace la diferencia, y deja un mundo mejor que como uno lo encontró.
Quién sabe qué será lo que mis hijos podrán considerar un día como un buen trabajo. Eso les corresponderá a ellos definirlo. Pero espero que vaya más allá de obtener dinero y fama. Ninguna de esas cosas dura mucho. Espero que aspiren a algo mejor.
En el tema del trabajo y empleo parece que hay muchas cosas en qué pensar, y el Día del Trabajo es el momento adecuado para hacerlo.