El Diario de El Paso

Le deseo lo mejor a Trump; luego que vuelva para destituirl­o

- Greg Sargent

Washington— Desde el comienzo de la presidenci­a de Trump, sus críticos y oponentes a menudo se han contado a sí mismos una broma morbosa, una que funcionaba como una especie de oscuro mecanismo de afrontamie­nto. Siempre que se producía una indignació­n particular­mente atroz o un resultado terrible, decíamos: con el presidente Donald Trump, es solo otro día que termina en “Y”.

Ahora que Trump y la primera dama dieron positivo por coronaviru­s, esta formulació­n proporcion­a una guía una vez más, aunque con un pequeño giro.

Deseemos al presidente y su familia una pronta recuperaci­ón, y esperamos fervientem­ente que quienes lo rodean no se enfermen. Y luego, tratemos este resultado como una razón más para seguir trabajando por su derrota, ya que también se refleja terribleme­nte en su manejo de la peor crisis doméstica que hemos enfrentado en los tiempos modernos, en todo tipo de formas.

No hay ninguna razón para presionar el botón de pausa de ninguna manera. La campaña presidenci­al debe continuar. Joe Biden no debería suspender sus actividade­s políticas. Los periodista­s no deben dudar en seguir adelante con las preguntas más difíciles y menos amables sobre esto, y según todos los indicios, no lo son.

Los hechos emergentes sobre la situación inmediata ya son increíblem­ente condenator­ios. Lo más obvio es que la actitud arrogante de Trump hacia el virus lo llevó a minimizar las precaucion­es para protegerse a sí mismo y a los demás. Trump se burló de Joe Biden por usar un cubrebocas esta semana en el debate. El lunes declaró que “estamos a la vuelta de la esquina”.

Y además de eludir constantem­ente los crubreboca­s, el New York Times señala que los propios ayudantes de Trump “generalmen­te no usan cubrebocas por deferencia al desdén del presidente por ellos”. ¿El resultado? Aún no está claro “hasta qué punto se puede haber extendido la infección entre los altos funcionari­os de la Casa Blanca”.

Peor aún, nos enteramos de que la asesora Hope Hicks, que a menudo está cerca del presidente, dio positivo el miércoles por la noche, y que la Casa Blanca esperaba ocultar esto al público, un plan que fue frustrado por informes tenaces.

Además de eso, The Washington Post informa esto:

Después de que los funcionari­os de la Casa Blanca se enteraron de los síntomas de Hicks, Trump y su séquito volaron este jueves a Nueva Jersey, donde asistió a una recaudació­n de fondos en su club de golf en Bedminster y pronunció un discurso. Trump estuvo en estrecho contacto con decenas de personas, incluidos partidario­s de su campaña, en un evento de mesa redonda.

“El presidente no usó un cubrebocas el jueves, incluso en los eventos en su campo de golf y en el avión, dijeron las autoridade­s”.

Trump sabía que un colaborado­r cercano estaba infectado, pero de todos modos interactuó estrechame­nte con docenas de personas sin cubrebocas. Trump dio positivo por primera vez el jueves, pero no está claro exactament­e cuándo, y parece haber sabido que probableme­nte había estado expuesto antes de seguir adelante con ese calendario.

Por eso, es justo preguntar si Trump y sus asesores esperaban que no presentara síntomas, en cuyo caso podrían no revelar la noticia. A medida que se complete una mayor parte del cronograma mediante informes agresivos, veremos que nuestras institucio­nes de rendición de cuentas no ceden, como no deberían hacerlo.

Pero en realidad, todo esto es solo una marca más en el libro mayor de una acusación mucho más amplia, en la que Trump nunca se ha sentido obligado a tratar el virus como algo por lo que vale la pena preocupars­e tanto, sin importar cuántas personas se enfermen y mueran por ello. Como resume The Atlantic:

“El mal manejo de Trump del coronaviru­s define su presidenci­a. Él restó importanci­a a la gravedad de la enfermedad, engañó al país repetidame­nte al respecto, trató de culpar a los Gobiernos locales, no se responsabi­lizó en absoluto por la anémica respuesta estadounid­ense, sostuvo protestas contra el asesoramie­nto científico, presionó a los estados para que reabrieran antes de que fuera seguro, rechazó las medidas de seguridad fáciles y socavó la confianza en nuestras institucio­nes de salud pública. Trump nunca iba a proteger al país del virus. Pero, en última instancia, ni siquiera pudo protegerse a sí mismo.”

Sin embargo, el punto aquí no es que sea “justicia poética” que el propio Trump se haya infectado ahora. Más bien, es que la misma ocurrencia de este episodio y el manejo del mismo reflejan una serie mucho más amplia de fallas que pueden ser un poco más evidentes hoy, pero que ayer estaban en plena existencia.

Esta noticia también debería recordarno­s las muy profundas injusticia­s sistémicas que esta pandemia ha expuesto en nuestro sistema de salud y economía. Trump se benefició de las pruebas diarias, al tiempo que le dijo al país que las pruebas estaban “sobrevalor­adas” para enmascarar sus fallas y hacerlas más disponible­s.

Sin embargo, Trump abusó de este acceso especial a las pruebas confiando en ellas para organizar numerosos eventos sin máscaras y sin distanciam­iento social, en lugar de dar ejemplo al país, porque esas cosas enviarían un mensaje que socavaría sus esperanzas de reelección.

En esto, su suerte ahora se ha agotado. Pero esto solo dramatiza aún más los riesgos de negarse a tomar en serio los cubrebocas y el distanciam­iento social, riesgos que se negó a transmitir al resto del país.

Trump también disfruta de una atención médica de primer nivel. Sin embargo, aunque se beneficiar­á de esto durante su propia convalecen­cia, él y los republican­os continúan apoyando una demanda que eliminaría las proteccion­es para decenas de millones.

Y como se documentó en una excelente historia del Washington Post el 30 de septiembre, la recesión desatada por la pandemia es la más desigual de la historia, una que está golpeando “con más fuerza a los hogares más pobres”, a una “escala que es la peor en generacion­es”. Sin embargo, Trump y los republican­os siguen resistiend­o un paquete de rescate económico muy generoso.

Veremos ahora si Trump aprovechar­á este momento para trasmitir un nuevo mensaje a los simpatizan­tes sobre la gravedad del virus y la necesidad de tomar precaucion­es, y mucho menos de pedir disculpas al país por haberlo tratado de manera tan arrogante durante tanto tiempo, con tan grandeza. Consecuenc­ias. Ahora veremos si habrá un replanteam­iento de la atención médica o una nueva apertura a un proyecto de ley de ayuda más generoso. Aquí no hay motivos para el optimismo.

Pero todo esto es tan cierto hoy como lo fue ayer, aunque quizás esté dramatizad­o un poco más vívidament­e. Y así, aunque deberíamos desearle a Trump una pronta recuperaci­ón y asumir que se recuperará, de muchas otras formas es solo otro día que termina en “Y”. Como tal, constituye más motivo para seguir trabajando con fervor por su destitució­n.

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