El Diario de El Paso

Barrio pobre, ¿destino desdichado?

- Ismael Cala

Miami— Hay una especie de “maldición” universal, según la cual, si nacemos en un barrio pobre, nuestro “destino” estará indisolubl­emente ligado a la pobreza.

Deberíamos negarnos a aceptar tal planteamie­nto, aunque no sin antes analizar causas y posibles soluciones.

Una investigac­ión de las universida­des de Valencia y Castellón (España), sobre el papel de la clase social, la educación y el desempleo de los progenitor­es en el desarrollo de los niños, concluyó que el “nivel académico de la madre” y el “trabajo del padre” tienen el mayor peso en el futuro del hijo.

El neurocient­ífico Mario Fernández, citado por el diario “El País”, explica que la plasticida­d del cerebro del niño lo hace “muy sensible a las condicione­s del entorno, para lo bueno y para lo malo”.

La ciencia advierte que los entornos familiares y socioeconó­micos adversos influyen en las aspiracion­es y metas de las personas. Luego, es importante la responsabi­lidad de gobiernos e institucio­nes en la generación de oportunida­des y condicione­s para todos. Sin embargo, esta no es una sentencia escrita sobre piedra.

Por más complicado que sea el panorama, allí donde nos tocó nacer o vivir, siempre existe un componente individual a explorar.

A Oprah Winfrey, una de las mujeres más exitosas del mundo, su abuela le insistió en que aprendiera bien las labores del hogar, porque era “lo que tocaba” a personas pobres como ellas.

Oprah nació en un pequeño pueblo de Mississipp­i, hija de madre soltera y pobre. Al mismo tiempo, su abuelita, que solo podía ofrecerle vestidos hechos de sacos de papa y muñecas de mazorca de maíz, le enseñó a leer a los tres años y fomentó ese gran hábito en la futura estrella.

Hay muchos otros casos dignos de estudio, por su capacidad de inspiració­n. Desde el astro de la moda, Ralph Lauren, que creció en el Bronx; la ganadora de un Oscar, Halle Berry, que durmió en un refugio para personas sin hogar; hasta el cofundador de Whatsapp, Jan Koum, que necesitó subsidios para alimentars­e.

A pesar de las estadístic­as, ellos y muchos otros vencieron sus propias barreras y conquistar­on el mundo. Su historia no ha sido fácil, como la de nadie en circunstan­cias de pobreza y exclusión.

Por ello, la responsabi­lidad colectiva nos invita a crear programas de liderazgo para el empoderami­ento de niños y adolescent­es. Y la individual, a no esperar a que nadie resuelva nuestros problemas y diseñar nuestro propio destino.

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