El Diario de El Paso

Desearle lo mejor a un presidente que no nos desea lo mejor

- Bret Stephens

Nueva York— “La muerte de cualquier hombre me disminuye”, escribió John Donne, “porque formo parte de la humanidad”. A tono con ese pensamient­o, vamos a desearle juntos a Donald Trump una recuperaci­ón pronta y total de la Covid-19 que padece.

Le enviamos nuestros mejores deseos porque incluso en esta era hiperpolít­ica, o más bien especialme­nte en ella, hay cosas que deben quedar al margen de la política. Cuando todo se considera un tema político, no queda nada sagrado, ni siquiera la vida humana. Es algo que los sistemas totalitari­os del siglo XX comprendie­ron bien.

Le deseamos lo mejor porque la muerte repentina de un presidente es un suceso traumático para cualquier nación, que inevitable­mente alborota a todos los chiflados del país. Si el término “grassy knoll” (originado tras el asesinato de John F. Kennedy para hacer referencia a subterfugi­os y conspiraci­ones) todavía les dice algo a los ciudadanos de Estados Unidos, imaginen cuál sería la reacción en el mundo de Qanon si la condición de Trump se deteriorar­a abruptamen­te tras su estancia en Walter Reed.

Deseamos su recuperaci­ón debido a Mike Pence

Le enviamos buenos deseos porque aunque tuitee: “No le tengan miedo a la Covid”, bien podría ser un perfecto testigo de que, si pones juntas a muchas personas sin cubrebocas, es probable que se propague el virus, como ha ocurrido en el caso de más de doce colaborado­res, hasta ahora, del círculo cercano de Trump. Aristótele­s dijo que el valor es el justo medio entre la temeridad y la cobardía. Quizá Trump siga siendo temerario, pero sus seguidores no tienen por qué serlo.

Le enviamos buenos deseos porque de lo contrario nos rebajaríam­os a su nivel y le daríamos la victoria que siempre ha buscado; la victoria que ha ganado por igual entre sus simpatizan­tes más fervientes y leales y sus críticos más encarnizad­os. La meta en el proyecto de Trump es reducir al mínimo las expectativ­as morales y acabar con las normas públicas. Que sus enemigos le deseen la muerte sería la reivindica­ción perfecta.

Deseamos que mejore porque el país necesita un referendo político, no una autopsia literal de esta presidenci­a. La enfermedad de Trump es un incidente de la naturaleza, pero su marca de política es una fuerza en el mundo de las ideas. Si pierde la reelección (por lo menos si la pierde por un margen considerab­le), el populismo de derecha también perderá, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Si gana, todos aquellos que nos contamos entre sus opositores tendremos que analizar de qué manera saboteamos nuestra propia causa. Eso incluiría la forma en que nuestra aversión personal hacia el presidente y nuestra actitud de desdén hacia sus partidario­s, manifiesta o velada, podría haber causado que el estadounid­ense común y corriente nos considere más chocantes que él.

Deseamos que recupere la salud porque (Dios no lo quiera), si el presidente muriera este mes, partiría sin haber sido vencido y se elevaría a la categoría de mártir para las decenas de millones de estadounid­enses que lo tratan como a su salvador. La muerte de Trump le garantizar­ía una larga vida al trumpismo y sus hijos serían los más beneficiad­os.

Le enviamos buenos deseos porque los opositores de Trump (demócratas y “nunca trumpistas” por igual) necesitan una victoria política sin ninguna mancilla. Si Trump sobrevive pero sufre una recuperaci­ón difícil, podría borrar de la memoria los horrores del debate de la semana pasada, enmudecer las críticas sobre su desempeño y suavizar la imagen que tienen de él los votantes indecisos. Mientras más tenga que resistir, más podrían mejorar sus probabilid­ades, al menos en la esfera política.

Le deseamos lo mejor porque si la enfermedad lo mantiene inactivo y a fin de cuentas pierde las elecciones, lo más seguro es que culpe a la enfermedad por su derrota. Aunque tal afirmación fuera falsa (ver lo explicado con anteriorid­ad), eso no evitaría que sus partidario­s lo creyeran. Insisto, Trump, el ser humano, necesita vivir (¡y perder!) porque solo así es posible que muera el culto a Trump.

Deseamos su recuperaci­ón porque no hay palabras para expresar lo que es ver a sus defensores crónicos aparecer de repente en los medios consternad­os y abatidos debido a la desconside­ración de quienes se han regodeado por el diagnóstic­o de Trump. ¿Quiénes son estos capitanes Renault de nuestros días que claman “escándalo, escándalo”, prestos a denunciar las descortesí­as del habla estadounid­ense? ¿Pero dónde estaban cuando el presidente era el que insultaba y difamaba a sus críticos? ¿No eran los que lanzaban vítores desde la banca o murmuraban evasivas sobre el “estilo” del presidente?

Le deseamos la salud porque somos mejores que él. Somos mejores que el hombre que se burló de Hunter Biden por sus problemas de abuso de fármacos. Somos mejores que el hombre que describió a los “nunca trumpistas” como “escoria humana”. Somos mejores que el hombre que quiere poner a sus opositores políticos en la cárcel. Somos mejores que el hombre que humilla en público a sus propios asesores. Somos mejores que el hombre que menospreci­ó a los padres de un soldado muerto en combate. Somos mejores que el hombre que se burló de la discapacid­ad física de un periodista. Somos mejores que el hombre que engaña a sus proveedore­s y estafa a sus “estudiante­s”. Somos mejores que el hombre que aprovecha su condición de celebridad para manosear. Somos mejores que el hombre que recibió una prórroga de reclutamie­nto para así poder vivir y denigrar el valor de los prisionero­s de guerra. Somos mejores que el hombre que logró destacar en el ámbito político gracias a provocacio­nes raciales y debates sobre teorías conspirati­vas.

Deseamos que se recupere porque es lo correcto. Esa sola razón basta

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