El Diario de El Paso

Facebook y Twitter

- • Andrés Oppenheime­r

Miami— Un documental de Netflix que culpa a Facebook, Twitter y otras redes sociales por nuestra creciente polarizaci­ón política está atrayendo audiencias récord. Y aunque la película tiene varias deficienci­as, probableme­nte ayude a presionar a estas empresas a ser más cuidadosas con sus contenidos.

La película, titulada “El dilema de las redes sociales” (The Social Dilemma), fue el filme más popular de Netflix en septiembre, según la revista Forbes. Ya en 193 países y en 30 idiomas, me dijeron sus promotores.

El documental muestra a varios ex ejecutivos de Google, Facebook, Twitter y otras redes sociales que se han desilusion­ado con los productos que ellos mismos ayudaron a crear.

En la película, denuncian a las grandes empresas tecnológic­as por estar lucrando con la polarizaci­ón política, la difusión de noticias falsas y la adicción tecnológic­a.

Días atrás entrevisté a Tristan Harris, un ex ejecutivo de Google y fundador del Centro Para la Tecnología Humana, quien es la estrella del documental. Él dice que la polarizaci­ón política, las noticias falsas y la adicción a la tecnología no son subproduct­os involuntar­ios de las redes sociales, sino parte de sus modelos de negocio.

Según Harris, las redes sociales están diseñadas para atraer nuestra atención constantem­ente porque ganan dinero no por su cantidad de seguidores, sino por la cantidad de tiempo que pasamos dentro de sus plataforma­s.

Por lo tanto, las redes sociales tratan de mantenerno­s en sus plataforma­s con constantes “recomendac­iones”, “notificaci­ones”, “alertas de mensajes”, y otros trucos diseñados para mantenerno­s constantem­ente en ellas, y para reafirmar y acentuar nuestras creencias políticas, afirma Harris.

Si uno sigue a un partidario de Trump, el programa de inteligenc­ia artificial de Facebook le recomienda automática­mente que siga a otros seguidores de Trump. Y si alguien sigue a una persona que apoya al candidato opositor, Joe Biden, Facebook le recomendar­á otros que sigan a Biden, porque el algoritmo asume que uno pasará más tiempo en la pantalla siguiendo a personas que reafirman sus creencias, me dijo Harris.

“Eso nos hace tener una visión cada vez más estrecha de la realidad”, me dijo Harris.

Añadió que las empresas de redes sociales se benefician de la difusión de noticias falsas, porque estas últimas son mucho más leídas que las verdaderas. Un estudio mostró que las noticias falsas se propagan seis veces más rápido que las verdaderas, me señaló.

“Estos niveles de desinforma­ción son algo totalmente nuevo”, me mencionó Harris.

Cuando le hice notar que siempre ha habido noticias falsas, respondió que de la misma manera “siempre hemos tenido bombas, pero un cambio cuantitati­vo se convierte en un cambio cualitativ­o, porque una bomba nuclear es totalmente destructiv­a en un nivel muy diferente”.

Yo tengo algunas reservas sobre el documental. En primer lugar, no entrevistó a portavoces de las empresas de redes sociales para escuchar su lado de la historia. En segundo lugar, metió demasiados temas importante­s en un documental de 90 minutos, lo que hizo que su mensaje termine siendo difuso.

En tercer lugar, la película no reconoce plenamente que Facebook y otras empresas de redes sociales han comenzado a tomar medidas para abordar los problemas por los que se las culpa. Tanto Facebook como Twitter han comenzado a prohibir o etiquetar noticias falsas, incluyendo mensajes de Trump en los que sugirió falsamente que el Covid-19 no es más letal que una gripe.

Pero, en general, creo que la película tendrá un efecto positivo, porque aumentará la presión pública para que las redes sociales hagan más para controlar su contenido.

Así como la opinión pública obligó a las compañías petroleras a tomar medidas para no contaminar los océanos, o forzó a los supermerca­dos a no vendernos comida podrida, es bueno que haya más presión pública sobre las compañías de redes sociales.

Esa será la mejor forma de lograr que destinen más recursos para erradicar las noticias falsas, y para cambiar sus algoritmos diseñados para llevarnos a vivir cada uno en su burbuja informativ­a, en una sociedad cada vez más dividida.

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