El Diario de El Paso

AMLO y el ofrecimien­to de asilo a Julian Assange

- Guillermo Osorno

Ciudad de México— Una de las respuestas más inesperada­s a la decisión de una jueza británica de no extraditar a Estados Unidos a Julian Assange, fundador de Wikileaks, fue la del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador: en la mañana del lunes 4 declaró que podría ofrecerle asilo.

En un nivel, el anuncio está justificad­o por la tradición mexicana de asilo político. En los años treinta y cuarenta, el país abrió sus puertas a los refugiados de la Guerra Civil Española, y en los años setenta y ochenta, fue un puerto de destino de muchísimos intelectua­les latinoamer­icanos de izquierda. Es una tradición que ha dejado huellas indelebles en la educación y cultura de México.

Pero también abre otros frentes: pone un nuevo obstáculo en la relación con Estados Unidos y echa luz sobre el pobre desempeño del presidente en materia de protección a periodista­s y libertad de expresión. La oferta suena menos a un gesto humanitari­o y más a un mensaje para su base de seguidores. Si de verdad López Obrador quisiera garantizar la libertad de expresión, debería de comenzar por arreglar primero el desorden en el país más peligroso para ejercer el periodismo. Desde 2000, al menos 200 periodista­s han sido asesinados, según el Comité para la Protección de los Periodista­s, y alrededor del 90 por ciento de esos asesinatos ha permanecid­o impune.

La oferta de AMLO lo pone en ruta de colisión con Estados Unidos. El aparato de seguridad e inteligenc­ia estadounid­ense tiene un enorme interés en juzgar a Assange y darle un castigo ejemplar. Con su ofrecimien­to, López Obrador se metió de lleno en un tema de política interna estadounid­ense.

En 2010, cuando Biden era vicepresid­ente, calificó a Assange como “terrorista de alta tecnología” a propósito de la publicació­n de cables clasificad­os por el Departamen­to de Estado. Assange, quien entonces estaba en el inicio de una larga lucha legal, señaló que el terrorista era el Estado estadounid­ense por utilizar métodos intimidato­rios contra la libertad de expresión.

Por otra parte, no hay que olvidar el papel de Assange en las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos en 2016, en las que Trump ganó. Wikileaks publicó alrededor de 20 mil páginas de correos electrónic­os robados ilegalment­e del director de la campaña de Hillary Clinton, ofreciendo valiosas municiones al contendien­te republican­o: le permitía confeccion­ar su discurso contra Clinton, sus dudosas relaciones con Wall Street y sus ligas con donantes poderosos. Miembros de la campaña de Trump entraron en contacto con Assange en busca de más informació­n, de acuerdo con el reporte de Robert Mueller, ex fiscal especial sobre la interferen­cia rusa en las elecciones.

López Obrador, me dijo Abigail Martínez –conductora del pódcast de análisis Política 101–, está dinamitand­o la relación de México con Estados Unidos en uno de los momentos más delicados de la historia estadounid­ense, en medio de la caótica e infundada batalla trumpista para desconocer los resultados de la elección, peticiones de miembros del Partido Demócrata de la remoción de Trump y a solo unos días de que Biden, el presidente electo, tome posesión del cargo.

Es una actitud más nacionalis­ta que paradójica­mente reservó hasta los últimos días de Trump, uno de los mayores voceros del sentimient­o antimexica­no en Estados Unidos y a quien siempre calificó de respetuoso. Pero con Biden además tiene un aire gélido. Esta nueva postura le habla a una base de la izquierda tradiciona­l mexicana, según me dijo el experto en asuntos internacio­nales Mauricio Meschoulam. Ellos aplaudiero­n la declaració­n de AMLO sobre Assange y defendiero­n su tardío reconocimi­ento a Biden.

El ofrecimien­to del presidente mexicano a Assange hace pensar en la expresión que usamos con frecuencia en México: “candil de la calle, oscuridad de su casa”. Artículo 19, una ONG dedicada a proteger la libertad de expresión en el mundo y que ha colaborado en los esfuerzos para que no se extradite a Assange a Estados Unidos, emitió un comunicado celebrando la decisión de la jueza británica. Pero Leopoldo Maldonado, su director regional para México y Centroamér­ica, piensa que el Gobierno mexicano tiene que resolver muchos problemas internos antes de ofrecerle asilo a Assange.

Y es que en mi país, la libertad de prensa tiene muchos obstáculos. Gracias a la denuncia de los defensores de la libertad de prensa, sabemos que durante el gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto varias dependenci­as compraron un programa israelí para intervenir los celulares de periodista­s y defensores de derechos humanos. A pesar de las promesas de AMLO de castigar a los culpables, el caso sigue en el limbo y no queda claro si el Gobierno sigue utilizando esa tecnología. A mediados de 2019, cuando López Obrador ya era presidente, otros ciudadanos mexicanos fueron infectados por el mismo sistema.

Tampoco es trivial que el problema de la agresión a los periodista­s siga empeorando. Solo en 2020 murieron nueve trabajador­es de la prensa. Fue el peor año en esta terrible historia. En su afán por recortar los gastos gubernamen­tales, López Obrador desapareci­ó el fideicomis­o que garantizab­a un sistema de protección a periodista­s y defensores de los derechos humanos. Y no solo eso: en vez de servir como garante de la libertad de expresión, en sus conferenci­as diarias sigue demonizand­o a medios y periodista­s, nacionales e internacio­nales.

Además, para complicar las cosas, AMLO anunció el jueves 7 de enero que se iba a revisar la existencia de los llamados organismos autónomos en México, institucio­nes creadas para hacer un contrapeso del poder ejecutivo, como el Instituto Nacional de Transparen­cia, que desempeña un papel fundamenta­l en el acceso a la informació­n de los periodista­s y ciudadanos en general.

Si López Obrador quisiera realmente atender temas significat­ivos de libertad de expresión y acoso a los periodista­s, no tendría que ir muy lejos: allí está pendiente el caso de Lydia Cacho, la periodista mexicana que ha sido torturada y amenazada de muerte varias veces luego de la publicació­n de su libro Los demonios del edén, sobre explotació­n infantil.

En enero de 2019, el subsecreta­rio de Derechos Humanos del gobierno de López Obrador pidió perdón por las omisiones del Estado mexicano en relación al caso de Cacho. Fue un acto sin precedente­s. Pero el perdón es insuficien­te si se repiten los hechos y no se hace justicia. Los principale­s responsabl­es del secuestro y tortura de Cacho siguen libres y a mediados de 2020 la periodista tuvo que abandonar México, luego de ser amenazada una vez más.

Toda proporción guardada, si Assange llega a México, López Obrador caería en la misma contradicc­ión que Rafael Correa: dio asilo al periodista en su embajada en el Reino Unido, protegiénd­olo de un destino tras las rejas, al mismo tiempo que sometía a la prensa de su país a un régimen de censura y tensaba las relaciones entre Washington y Londres.

No creo que AMLO sea como Correa. Por eso, sería mejor que se ocupara de los temas sustantivo­s de la relación bilateral, que es muy rica y compleja, y que atendiera los de la protección a los periodista­s en el país, así como los de justicia, reparación y memoria para los compañeros víctimas de la violencia. Así dejaría un legado más significat­ivo.

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