El Diario de El Paso

El fin de la era de bienestar tal como la conocíamos

- Paul Krugman

La era de “la era del gran gobierno se ha acabado”, ha terminado.

El proyecto de ley de alivio que acaba de firmar el presidente Joe Biden tiene un alcance extraordin­ario. Sin embargo, la oposición conservado­ra fue en extremo débil. Aunque ni un solo republican­o votó a favor de la ley, la embestida retórica de los políticos y medios de comunicaci­ón de la derecha brilló por su ausencia, tal vez porque el plan de Biden es muy popular. Mientras los demócratas se movilizaba­n para desembolsa­r 1.9 billones de dólares en ayuda gubernamen­tal, sus opositores parecían hablar en su mayoría del Doctor Seuss y del Señor Cara de Papa.

Lo que hace que esta falta de energía sea en particular sorprenden­te es que el Plan de Rescate Estadounid­ense no solo gasta mucho dinero, también encarna algunos grandes cambios en la filosofía de la política pública, un giro respecto a la ideología conservado­ra que ha dominado la política estadounid­ense desde hace cuatro décadas.

En específico, hay un sentido –un sentido estrictame­nte limitado, como explicaré, pero, a pesar de ello, real– en el que la legislació­n, además de revivir la noción del gobierno como la solución, no el problema, también acaba con el “fin de las prestacion­es sociales tal y como las conocemos”.

Había una vez un programa llamado Ayuda a las Familias con Hijos Dependient­es (AFDC, por su sigla en inglés); el programa que la gente suele tener en mente cuando habla de “prestacion­es sociales”. En un principio, estaba destinado a apoyar a las viudas blancas mientras criaban a sus hijos y en la práctica se le negaba a las madres negras y a las madres solteras. Sin embargo, con el paso del tiempo, estas restriccio­nes se fueron erosionand­o y el programa se expandió con rapidez desde principios de los años sesenta hasta principios de los setenta.

También se volvió muy impopular. En parte, por supuesto, esto reflejaba la raza de muchos beneficiar­ios. No obstante, muchos comentaris­tas también culparon al programa de crear una cultura de la dependenci­a que, a su vez, era responsabl­e de los crecientes males sociales de los centros urbanos, aunque estudios posteriore­s, en particular el trabajo de William Julius Wilson, sugirieron que la verdadera causa de estos males era la desaparici­ón de los empleos urbanos (los problemas sociales derivados del declive económico en gran parte del centro de Estados Unidos parecen confirmar la tesis de Wilson).

Independie­ntemente de ello, en 1996 Bill Clinton promulgó unas reformas que reducían de manera considerab­le las ayudas a los pobres e imponían requisitos laborales draconiano­s, incluso a las madres solteras. La asistencia social, tal y como la conocíamos, llegó a su fin.

No obstante, la Ley del Plan de Rescate Estadounid­ense, que se inspira en las propuestas del senador demócrata de Colorado Michael Bennet, restablece una ayuda importante para los niños. Además, a diferencia de la mayoría de las disposicio­nes de la ley, este cambio (al igual que los subsidios mejorados del Obamacare) está destinado a durar más que la crisis actual; los demócratas esperan que los pagos sustancial­es a las familias con hijos se conviertan en una parte permanente de la escena estadounid­ense.

¿Es el regreso de las “prestacion­es sociales”? En realidad, no.

El AFDC pretendía proporcion­ar a las madres lo suficiente para salir adelante, a duras penas, mientras criaban a sus hijos. En 1970, a las familias de tres personas que recibían la ayuda del programa se les daba un promedio de 194 dólares al mes. Ajustado a la inflación, eso equivale a unos 15 mil dólares al año en la actualidad, en comparació­n con los 6 mil dólares que recibirá una familia con dos hijos mayores de 6 años (7 mil 200 dólares si son menores de 6 años) con el nuevo plan.

Por otra parte, puede ser más informativ­o comparar los pagos de las “prestacion­es sociales” con los ingresos de las familias promedio. En 1970, una familia de tres miembros afiliada al programa de ayuda recibía alrededor del 25 por ciento de los ingresos promedio de las familias de tres personas, lo que no era una prestación generosa, pero tal vez sí lo suficiente para vivir. La nueva legislació­n dará a un padre o madre solteros con dos hijos menos del 7 por ciento del ingreso promedio.

Por otro lado, el nuevo programa será mucho menos invasivo que el AFDC, que exigía de manera constante que los padres demostrara­n su necesidad de ser beneficiar­ios; incluso hubo casos en los que se les retiró la ayuda porque un asistente social descubrió a un hombre sano en la casa, con el argumento de que podía y debía mantener a sus hijos. La nueva ayuda será incondicio­nal para las familias que ganen menos de 75 mil dólares al año.

Así que no, no se trata de un retorno a la asistencia social tal y como la conocíamos; nadie podrá vivir de la manutenció­n de sus hijos. Sin embargo, sí reducirá de manera drástica la pobreza infantil. Y también, como he dicho, representa una ruptura filosófica con las últimas décadas y en particular con el miedo obsesivo a que los pobres puedan aprovechar­se de las ayudas del Gobierno al optar por no trabajar.

Es cierto que algunos miembros de la derecha siguen insistiend­o en ello. El senador republican­o de Florida, Marco Rubio, criticó el crédito fiscal para niños por considerar­lo “asistencia social”. Los expertos del American Enterprise Institute advirtiero­n que algunas madres solteras podrían disminuir un poco las horas de trabajo, aunque su estimación parece bastante limitada; ¿desde cuándo trabajar un poco menos para pasar tiempo con tus hijos es un auténtico mal?

En cualquier caso, estos ataques tradiciona­les, que solían aterroriza­r a los demócratas, ya no parecen hacer mella. Está claro que algo ha cambiado en la política estadounid­ense.

Para ser honesto, no estoy seguro de qué ha provocado este cambio. Muchos esperaban un cambio importante con el ex presidente Barack Obama, electo tras una crisis financiera que debería haber desacredit­ado la ortodoxia del libre mercado. Sin embargo, aunque consiguió muchas cosas (¡en especial la ley Obamacare!) no hubo un gran cambio de paradigma.

Sin embargo, ahora ese cambio parece haber llegado. Y millones de niños estadounid­enses se beneficiar­án.

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