El Diario de El Paso

Entre la deuda y el cambio climático: un oscuro horizonte

- • Francisco Coll Morales

Washington— Si la situación de las economías en desarrollo ante las consecuenc­ias que está dejando la pandemia por el Covid-19 ya es difícil, un documento de trabajo del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) tensa aún más la situación. Y es que, en pleno proceso de recuperaci­ón económica, la crisis climática, así como los efectos de esta en las economías emergentes y en desarrollo, podría afectar negativame­nte al crecimient­o y, por ende, a esa convergenc­ia entre países tan necesaria y que tanto se persigue. Sin embargo, esto ya no será solo por las consecuenc­ias que estos desastres naturales tengan dentro de cada país, sino porque podrían generar un sobrecoste en la financiaci­ón externa a la que recurren estas economías, y de la que tanto dependen.

Este estudio, publicado en diciembre de 2020, determina que la vulnerabil­idad o resilienci­a al cambio climático que presenta un país puede provocar un efecto directo en la solvencia crediticia del propio país, sus costes en materia de endeudamie­nto y, en el último caso, la probabilid­ad que incumpla con el pago de su deuda. Y es que, aunque la crisis económica que hoy vivimos ha puesto de manifiesto el auténtico problema que viven las economías en desarrollo, existen muchos problemas que, en cómputo, están poniendo en riesgo a este tipo de economías ya desde hace años.

Como sabemos, la crisis económica que se ha derivado de la crisis sanitaria ha generado una serie de contraccio­nes en muchas economías del planeta. Para hallar escenarios similares al de hoy debemos remontarno­s a períodos bélicos de nuestra historia . Por esta razón, debemos saber que estamos ante una situación que no se recuperará por sí sola. En este sentido, existen riesgos de un ensanchami­ento de las desigualda­des, en tanto se muestran condiciona­ntes que supeditan dicha recuperaci­ón. Entre estos, el FMI destaca tres: el acceso a las vacunas, la respuesta fiscal de los países, así como las propias debilidade­s estructura­les de cada economía afectada.

Centrándon­os en la respuesta fiscal, el escaso margen de maniobra -los escasos recursosco­n los que cuentan las economías en desarrollo de América

Latina, teniendo en cuenta su posición en el ranking que ofrece la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico sobre robustez institucio­nal, ha provocado que, mientras las economías desarrolla­das presentan una respuesta que, de media, asciende hasta 6.7% de sus respectivo­s Producto Interno Bruto (PIB), las economías en desarrollo hayan podido correspond­er con un 3.2% en promedio.

Así pues, es importante saber que una recuperaci­ón desigual no es convenient­e. La inclusión de las economías emergentes en los mercados internacio­nales provocó un mayor desarrollo en este tipo de economías, de acuerdo con el compañero economista Francisco Mochón en su libro Introducci­ón a la macroecono­mía (2019), llevándola­s a crecer a un ritmo medio de 7.6% durante la década del 2000. Un ritmo de crecimient­o que, de haberlo sostenido en el tiempo, tasaba dicha convergenc­ia entre muchas economías para el año 2030.

Sin embargo, como resalta Mochón, desde la crisis de 2008 los crecimient­os en las economías emergentes se han ido moderando. Los países emergentes, que crecían a tasas cercanas a 14%, comenzaron a crecer a un ritmo de 7%. En esos mismos instantes, la tasa de crecimient­o medio de las economías emergentes, que se distanciab­a en hasta 4.5 puntos porcentual­es de la registrada por las economías desarrolla­das, pasó a distanciar­se en tan solo 0.38 puntos porcentual­es. Es muy importante este dato pues, como explica el economista, hablamos de un ritmo de crecimient­o que, de seguir así, retrasaría dicha convergenc­ia en hasta 300 años.

Ese desarrollo inclusivo que perseguimo­s se encuentra en peligro y no podemos permitirno­s perder lo progresado. Por ello, estos países están recurriend­o a la deuda externa y a la financiaci­ón de organismos como el FMI, con el fin de ofrecer una respuesta fiscal acorde a la situación que devuelva, con estímulos, los crecimient­os y ese dinamismo perdido a las economías muy desacelera­das. Así pues, hablamos de un condiciona­nte de los que comentaba el FMI, por lo que se debe estar a la altura para estimular la economía y la recuperaci­ón; ello requiere, como muestra este artículo de la encicloped­ia económica Economiped­ia, poner en riesgo la sostenibil­idad de dicha deuda.

Para hacernos una idea, veamos los cálculos que extrae el estudio. De acuerdo con él, un incremento de 10 puntos porcentual­es en esa vulnerabil­idad de los países al cambio climático podría asociarse con un incremento superior a los 150 puntos básicos en los diferencia­les de rendimient­o de los bonos soberanos a largo plazo (10 años) que emiten estas economías, en relación con el bono estadounid­ense. En esta misma ecuación, una mejora de 10 puntos porcentual­es en estos indicadore­s de vulnerabil­idad produce, también directamen­te, una reducción de 37.5 puntos básicos en esos mismos diferencia­les de rendimient­o. Como vemos, hablamos de un impacto real, observándo­se una conexión entre los shocks climáticos y estos rendimient­os.

En esta línea, la frecuencia de los sucesos derivados de la crisis climática en este tipo de economías hace que la vulnerabil­idad crezca, en tanto se encarece el coste de su financiaci­ón. De la misma forma, esa menor capacidad para ofrecer respuesta a este tipo de estímulos, por la mayor escasez en materia de recursos, hace que estos países deban afrontar un mayor sobrecoste por recurrir a la financiaci­ón externa, tan necesaria para financiars­e. Como vemos, estamos ante un círculo vicioso, dado que tenemos que recurrir al endeudamie­nto para ofrecer una respuesta; pero la respuesta que podemos ofrecer, por ese mayor sobrecoste de la deuda, se reduce notablemen­te y limita el beneficio potencial de la aplicación de los estímulos.

Esta situación, por tanto, muestra la evidencia de que se vuelve a despertar el riesgo de que un ensanchami­ento de las desigualda­des no solo ponga en peligro el desarrollo futuro de estas economías emergentes, sino que amenace al progreso obtenido hasta la fecha. La menor respuesta por parte de estas economías podría poner en peligro el desarrollo, retrasando indefinida­mente la convergenc­ia. Debemos cooperar por lograr ese desarrollo y hacerlo inclusivo y globalizad­o. Solo podremos hablar de recuperaci­ón cuando todos los países, incluidos los emergentes, alcancen el auténtico bienestar y ese dinamismo del que hoy, por desgracia, carecen.

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