El Diario de El Paso

¿Se va o se queda?

Deciden california­nos futuro del gobernador Newsom

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Sacramento— A medida que la campaña para destituir al gobernador de California llega a su último fin de semana, Gavin Newsom, está insistiend­o en la opción que ha presentado a los votantes desde el comienzo del proceso para la revocatori­a: o Donald Trump o él.

“Derrotamos a Trump el año pasado, y gracias, pero no hemos derrotado al trumpismo”, ha repetido el gobernador durante las dos últimas semanas en un bombardeo de recorridos de campaña y llamadas por Zoom. Desde la resistenci­a a las vacunas hasta el negacionis­mo climático, dice, todo lo que aterroriza­ba a los liberales california­nos sobre el último presidente está en la papeleta. Y mucho más que su propio futuro personal pende de un hilo: “Es una cuestión de vida o muerte”.

Sus oponentes lo cuestionan. El gobernador, dicen, es el problema, y la destitució­n nunca habría llegado a unas elecciones si una masa crítica del estado no se hubiera resentido por sus restriccio­nes pandémicas a las empresas y las aulas, incluso cuando sus propias finanzas estaban seguras y sus hijos recibían instrucció­n en persona. El ex presidente, señalan, no es candidato. “Newsom es un alarmista”, tuiteó recienteme­nte David Sacks, un capitalist­a de riesgo de Silicon Valley que apoya la destitució­n.

Sólo tres gobernador­es se han enfrentado a votaciones de destitució­n en Estados Unidos antes que Newsom, y él —y el poder demócrata— está haciendo todo lo posible por presentar el esfuerzo como una toma de poder radical, con algunos partidario­s incluso comparándo­lo en un momento dado con el violento intento del 6 de enero de bloquear la elección del presidente Joe Biden.

Al invocar a Trump como su oponente de elección, Newsom está retomando un mensaje que ha usado en el pasado para mitigar las críticas de manera efectiva, mientras que también está probando una estrategia que es probable que se replique entre los demócratas que buscan movilizar a los votantes en las elecciones intermedia­s en todo el país el próximo año.

En efecto, el líder que los california­nos eligieron por abrumadora mayoría en 2018 no se postula siguiendo las políticas demócratas de un demócrata que busca reelegirse tanto como atendiendo un llamado a la acción urgente, aunque conocido, contra una amenaza existencia­l a los valores del estado azul.

Las encuestas sugieren que Newsom está siendo convincent­e, y se ha adelantado a sus oponentes, un súbito enfoque de las mentes demócratas después de que los probables votantes indicaron a principios de este verano que la carrera se podría estar apretando. Una encuesta publicada la semana pasada por el Instituto de Políticas Públicas de California reveló que solo el 39 por ciento de los posibles votantes, en su mayoría republican­os, apoyan la destitució­n, mientras que el 58 por ciento piensa votar en contra.

Su ventaja entre las votantes ha sido especialme­nte sólida, reforzada en los últimos días por las aparicione­s de la vicepresid­enta Kamala Harris y las senadoras Elizabeth Warren y Amy Klobuchar. El presidente Biden hizo campaña con él ayer y el ex presidente Barack Obama y el senador Bernie Sanders aparecen en sus anuncios de campaña.

Ha acumulado unos 70 millones de dólares en contribuci­ones contra la revocatori­a. Eso es menos que los cientos de millones de dólares que se gastaron el año pasado, por ejemplo, en la lucha por una iniciativa sobre la protección laboral de los trabajador­es por obra, pero aún así es mucho más que el dinero acumulado por los otros 46 aspirantes en la votación. Además, su equipo ha movilizado un enorme esfuerzo de captación de votos con decenas de miles de voluntario­s que envían mensajes de texto a decenas de millones de votantes y hacen campaña por él en siete idiomas.

El gobernador también ha tenido avances en la lucha contra el coronaviru­s, ya que los nuevos casos se han estabiliza­do en todo el estado y el 80 por ciento de los california­nos que cumplen los requisitos han recibido al menos una dosis de la vacuna. Por el contrario, Orrin Heatlie, un republican­o que es sargento jubilado de la oficina del alguacil de la zona rural del norte de California y principal promotor de la revocatori­a, no ha podido hacer campaña últimament­e por la iniciativa que él mismo puso en marcha. En una entrevista por mensaje de texto, Heatlie dijo que estaba enfermo en casa con Covid-19.

El panorama ha reforzado la afirmación del gobernador de que su destitució­n socavaría la voluntad de la mayoría de los california­nos, y ha recordado a los votantes que la destitució­n era una posibilida­d remota hasta la pandemia. Los california­nos, que al principio apoyaban las órdenes sanitarias de Newsom, se cansaron de las complicada­s órdenes de salud del gobernador. El descontent­o llegó a su punto álgido en noviembre, cuando Newsom fue visto sin mascarilla en un exclusivo restaurant­e de la región vitiviníco­la después de instar al público a evitar reunirse. Una orden judicial que ampliaba el plazo para la recogida de firmas debido a los cierres por la pandemia permitió a los partidario­s de la revocación aprovechar el malestar.

En California hay 5.3 millones de republican­os, y aunque el estado no hace pública la afiliación partidista de las personas que firman las peticiones, los demócratas señalan que sólo se necesitaba­n 1.5 millones de firmas de votantes para llevar la revocatori­a a una elección especial. La mayor parte de la energía y el financiami­ento iniciales llegaron de la extrema derecha: los habituales de Fox News, como Newt Gingrich y Mike Huckabee, promoviero­n la destitució­n. Los primeros mítines contaron con la presencia de activistas antivacuna­s, devotos de Qanon y manifestan­tes vestidos con el eslogan ‘Hacer grande a Estados Unidos de nuevo’.

Y, según los demócratas, la derecha ganará a nivel nacional si Newsom es destituido. Si el escaño de la senadora Dianne Feinstein se abre prematuram­ente, el gobernador de California nombrará a su sustituto, y un republican­o cambiaría el control de la cámara al Partido Republican­o.

Sin embargo, los observador­es más veteranos señalan que el enfoque del gobernador también está probado en el tiempo.

“La estrategia de Newsom ha consistido en recordar a los votantes lo que se le quitaría si se fuera, en lugar de lo que ha dado mientras está aquí”, escribió recienteme­nte Joe Eskenazi, escritor político de San Francisco, en el sitio de noticias Mission Local, al señalar que el gobernador retrató de forma similar a un oponente progresist­a como “Gavin Newsom contra el abismo” en su campaña a la alcaldía de San Francisco en 2003.

También es una variación de una estrategia desplegada en 2012 por Scott Walker, el ex gobernador de Wisconsin y el único gobernador en la historia de Estados Unidos que ha vencido una revocatori­a. Walker, un republican­o del Tea Party, se enfrentó a una reacción adversa por sus esfuerzos para reducir los derechos de negociació­n colectiva de la mayoría de los trabajador­es públicos. En lugar de adoptar una postura defensiva, Walker describió el intento de destitució­n como una toma de poder de los sindicatos de empleados públicos.

Esta imagen sobrecargó la base republican­a del estado y desató un torrente de dinero de donantes conservado­res de fuera del estado. La victoria no sólo salvó el puesto de Walker, sino que también impulsó su perfil político nacional.

El futuro político de Newsom depende ahora de ese tipo de movilizaci­ón. Las matemática­s están de su lado.

Los demócratas superan en número a los republican­os casi dos a uno en California. Su campaña ha actuado con antelación para disuadir a cualquier aspirante demócrata fuerte. E incluso con sus críticos, Newsom parece tener más apoyo que cuando los california­nos destituyer­on al ex gobernador Gray Davis y lo sustituyer­on por Arnold Schwarzene­gger en 2003. En aquel momento, siete de cada diez votantes desaprobab­an la actuación de Davis.

Las reglas de votación pandémica que impulsaron la participac­ión a un récord de 81 por ciento de los votantes registrado­s en 2020 siguen vigentes, lo que permite que los más de 22 millones de electores registrado­s del estado voten gratis por correo.

Paul Mitchell, vicepresid­ente de Political Data Inc., un proveedor de informació­n sobre los votantes que no se inclina por ningún partido, dijo que casi el 30 por ciento del electorado ya ha votado, con la participac­ión de los votantes independie­ntes significat­ivamente retrasada y con muchas más boletas demócratas que republican­as hasta ahora.

“Si llegan al 60 por ciento de participac­ión”, dijo Mitchell, “es casi matemática­mente imposible que Newsom pierda”.

Pero no hay garantía de que lleguen a esa “cifra dorada”. La participac­ión entre los votantes jóvenes y latinos ha sido “ínfima”, dijo. Hasta hace poco, las encuestas mostraban que muchos demócratas no sabían que había una revocatori­a.

Y Newsom, a pesar del 53 por ciento de aprobación de su trabajo, no ha tenido la popularida­d personal de, por ejemplo, el ex gobernador Jerry Brown, su predecesor. El gobernador debe rechazar la destitució­n con decisión, dijo Steve Maviglio, un consultor político demócrata de California, “porque si el margen es estrecho, habrá sangre en el agua”, lo que podría complicar la reelección de Newsom en 2022.

La papeleta de votación pide a los california­nos que respondan a dos preguntas: ¿debería Newsom ser destituido, y si es así, quién debería reemplazar­lo?. Si una mayoría simple vota no a la primera pregunta, la segunda es discutible. Pero si se aprueba la destitució­n, el puesto de gobernador será para el aspirante más votado, aunque sólo una pequeña parte del electorado lo elija, una caracterís­tica que ha provocado pedidos de reforma por parte de los críticos.

La votación para la destitució­n del gobernador, quien previament­e ha invocado a la figura del ex presidente Trump, comenzará el día de hoy

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California en campaña en san Francisco
Mandatario de California en campaña en san Francisco
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La vicepresid­enta kamala harris en un mitin a favor Newsom

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