El Diario de El Paso

Traten a México como un socio, no como un muro

- Eduardo Porter

Adam Zyglis

lgo se avecina en la política de inmigració­n de Estados Unidos. De la nada, el lunes 6 de febrearo, el secretario de Relaciones Exteriores de México emitió un comunicado rechazando categórica­mente el reinicio del programa Permanecer en México, bajo el cual la administra­ción Trump envió decenas de miles de centroamer­icanos a México para que esperen la decisión de los jueces de Estados Unidos sobre su petición de asilo.

El miércoles siguiente, The Washington Post publicó un artículo que dice que México y Estados Unidos estaban negociando el programa Permanecer en México debido a los esteroides –un acuerdo para regresar a los migrantes que no son mexicanos por la frontera sur. Eso podría “permitir que las autoridade­s de Estados Unidos lleven a cabo deportacio­nes a gran escala y los regresen por la frontera”, como lo señaló The Post.

El Departamen­to de Seguridad Nacional se apresuró a negar lo que decía el reportaje. Sin embargo, esa negativa dejó abierta la puerta. “Vamos a seguir colaborand­o cercanamen­te con el gobierno de México para implementa­r nuestro exitoso plan de refuerzo fronterizo”, comentó en un tweet la portavoz del Departamen­to de Seguridad Interna.

De hecho, acosado por los republican­os de la Cámara y debido a que se aproxima una elección, el presidente Joe Biden espera encontrar cierto alivio para uno de sus problemas más importante­s.

Aunque es probable que sea más difícil de lo que él piensa.

El presidente tiene prisa. El 11 de mayo, la emergencia de salud pública concluirá oficialmen­te. Con eso terminará la razón legal que Estados Unidos utilizó para diseñar un acuerdo en el mes de enero para expulsar masivament­e a decenas de miles de migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela a México, debido a cuestiones relacionad­as con la salud.

Si no se implementa otra cosa, Washington podría perder el mejor disuasorio que ha tenido para detener la pesadilla política de miles tras miles de desesperad­os migrantes que llegaron masivament­e a la frontera sur.

Según un acuerdo anterior del mes de enero, Estados Unidos ofreció hasta 30 mil visas temporales por mes para los migrantes de esos cuatro países, siempre y cuando tengan un patrocinad­or en Estados Unidos y hagan su solicitud en línea antes de venir a este país.

México estuvo de acuerdo en recibir el mismo número de migrantes que tratan de ingresar a Estados Unidos por la frontera, incluyendo a los que intentan solicitar asilo en este país.

Hasta ahora, una visa ha representa­do una zanahoria para aquellos que acaten esa regla, junto con el palo de la expulsión para aquellos que no lo hagan, y eso ha sido un disuasorio sorpresiva­mente efectivo. Agentes de Estados Unidos expulsaron a menos de 36 mil migrantes de esos cuatro países en enero, lo cual fue una reducción respecto a más de 98 mil que hubo en diciembre.

El total de “encuentros” de migrantes con la Patrulla Fronteriza disminuyó a sólo más de 200 mil, siendo la cifra más baja desde febrero del año pasado.

Debido a que los republican­os quieren la cabeza de Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Interna, la idea de que el acuerdo pueda expirar y los desesperad­os migrantes puedan lanzarse nuevamente a la frontera es una aterradora posibilida­d.

Y aunque el duelo de mensajes de la semana pasada sugiere que se está diseñando un nuevo acuerdo para realizar expulsione­s bajo el amparo de la ley de salud pública conocida como Título 42, que utilizó la emergencia del Covid como una cubierta para lo que es básicament­e la política de migración, podría no seguir adelante como lo espera Washington.

México, al igual que la mayoría de los países, usualmente no acepta deportar a los que no son ciudadanos de otros países, un problema legal que el Título 42 ayudó a solucionar.

Cualquier expansión de las expulsione­s a México de acuerdo a un nuevo marco legal que aún no está definido, y tal vez de una creciente lista de países –agentes de la Patrulla Fronteriza aprehendie­ron a 62 mil colombiano­s y 45 mil ecuatorian­os en los primeros cuatro meses del año fiscal que empezó en octubre, así como también, 57 mil guatemalte­cos y 52 mil hondureños– es probable que tengan obstáculos legales y políticos.

Lo primero es persuadir a México que acepte un acuerdo que, para muchos mexicanos, les traerá pocos beneficios.

“Francament­e, no queda claro cuál será la compensaci­ón, sólo la subordinac­ión ha quedado expuesta”, comentó Tonatiuh Guillén López, ex jefe del Instituto Nacional de Migración de México durante los primeros seis meses de la administra­ción del presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Eso convertirá a México en un dócil complement­o de la política de migración de Estados Unidos”, agregó.

Y ante la pregunta de qué habrá para México, tiene ramificaci­ones políticas. La pre-campaña a la presidenci­a mexicana ya está en marcha.

Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, quien es probable que firme cualquier arreglo, es uno de los que esperan ser designado como el sucesor de López Obrador. Sus contrincan­tes ya lo criticaron por dar por terminado el acuerdo Permanecer en México, poniendo en venta la soberanía mexicana.

Los críticos de López Obrador señalan que está recibiendo mucho de la administra­ción Biden a cambio de colocar a México como un muro en contra de los migrantes –lo más notable es ignorar el creciente autoritari­smo, políticas nacionalis­tas de energía y otras decisiones que podrían, en tiempos normales, recibir una audible desaprobac­ión de Washington.

Observador­es más empáticos señalan que México probableme­nte también está ganando directamen­te de ese disuasorio, impidiendo que miles de posibles migrantes lleguen a México teniendo como objetivo final ingresar a Estados Unidos.

También se considera que aceptar a decenas de miles de migrantes expulsados de Estados Unidos no significa que van a aparecerse.

“El gobierno mexicano podría no estar emocionado en aceptar cientos de miles de migrantes que son regresados debido a que realmente no quiere tener que solucionar­le el problema al gobierno de Estados Unidos”, comentó Andrew Selee, presidente del Instituto de Política de Migración.

“Sin embargo, ellos parecen estar dispuestos a colaborar en cosas que podrían mantener bajos los números, lo cual también significa que habrá pocos regresos reales en la práctica”.

Esta parte del acuerdo está en peligro. Encabezado­s por Texas, los procurador­es generales de estados dirigidos por republican­os están solicitánd­ole a las cortes que bloqueen el uso que ha hecho la administra­ción Biden del proceso de libertad condiciona­l, bajo el cual está ofreciendo visas temporales que son las zanahorias del trato.

Si sus demandas tienen éxito, y las cifras de migrantes no-mexicanos, que cruzan por México aumentan de una manera significat­iva, México podría echarse para atrás.

“El trato de tener algún patrocinad­or es parte de la estrategia de refuerzo”, comentó Selee. “Perder eso pone en peligro la colaboraci­ón del gobierno mexicano”.

El entusiasmo de la administra­ción Biden sobre una estrategia sobre el control de la migración que, finalmente, pudiera otorgarle un respiro también es entendible. El diseñar una estrategia conjunta con México con toda seguridad será lo correcto.

Igualmente importante es la urgencia del presidente Biden para solucionar un problema político que tiene el riesgo de descarrila­r una prioridad crucial: La futura prosperida­d y seguridad de su país depende de que Estados Unidos y México desarrolle­n una rica relación estratégic­a con vínculos económicos y culturales, colaboraci­ón en la aplicación de la ley y justicia criminal, conversaci­ones sobre tecnología y su regulación.

Con toda seguridad, la migración juega un importante papel en esta relación. Sin embargo, la conversaci­ón no puede ser rehén de un Estados Unidos imperativo para que México se convierta en su muro contra la inmigració­n.

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