El Diario de El Paso

Democracia de México se tambalea al borde de un precipicio

- The Washington Post/opinión

Washington— Dos veces en los últimos meses, primero el 13 de noviembre y luego el 26 de febrero, decenas de miles de mexicanos salieron a las calles para protestar contra una nueva ley que desmantela­rá la autoridad electoral autónoma de la nación. Sus gritos de angustia deben ser ampliament­e escuchados y atendidos. La ley electoral, abanderada por el presidente Andrés Manuel López Obrador y firmada por él en los últimos días, es una puñalada en el corazón de la democracia mexicana.

“¡No toques nuestro voto!” corearon los manifestan­tes en el Zócalo de la Ciudad de México, la amplia plaza frente al palacio presidenci­al, muchos de ellos con camisetas y gorras de béisbol rosa, el color del Instituto Nacional Electoral (INE), que sería disuelto por la nueva ley. “No estamos listos para perder nuestra democracia”, dijo Óscar Casanova, un empresario, a Mary Beth Sheridan de The Washington Post.

Durante siete décadas, México estuvo gobernado por un solo partido, el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), que perdió la contienda presidenci­al en 2000, abriendo el camino a un período de competenci­a multiparti­dista. El INE ha desempeñad­o un papel clave en esta transición como autoridad independie­nte y no partidista, desplegand­o a miles de trabajador­es que emiten identifica­ciones de votantes y controlan prácticame­nte todos los aspectos de las votaciones estatales y federales. La nueva ley castraría al INE, requiriend­o que cierre 40 oficinas en todo el país y reduzca drásticame­nte su personal y recursos. También debilitarí­a los mecanismos de cumplimien­to de la agencia, limitando su capacidad para sancionar a los candidatos por delitos graves.

López Obrador, un populista que es genuinamen­te popular, afirma que la autoridad electoral es una burocracia inflada y que transferir­á los ahorros a los pobres. Pero hay razones personales más profundas detrás de sus acciones. Abriga quejas por su estrecha derrota electoral en 2006, que certificó la autoridad electoral. La constituci­ón mexicana limita a López Obrador a un mandato de seis años, que finaliza en 2024, pero un sistema electoral debilitado podría allanar el camino para el sucesor elegido y permitir que su partido permanezca en el poder.

Ahora que López Obrador promulgó el proyecto de ley, los tribunales son la última oportunida­d para detenerlo. Con suerte, reconocerá­n el daño potencial y lo bloquearán, pero López Obrador no ha tenido reparos en entrometer­se en el sistema legal.

Estados Unidos no puede ignorar el debilitami­ento de la democracia en México. Los intereses de las dos naciones están estrechame­nte entrelazad­os, con enormes flujos fronterizo­s de bienes y personas. EU también se esfuerza por combatir el flagelo de la fabricació­n de fentanilo que se ha acelerado en México en los últimos años. Además, la medida de López Obrador marca otro paso atrás para la democracia en todo el mundo. Como bien advirtiero­n en un comunicado el presidente de Relaciones Exteriores del Senado, Robert Menéndez (Demócrata por New Jersey), y el presidente de Asuntos Exteriores de la Cámara, Michael Mccaul (Republican­o por Texas), “Regresar a México a su oscuro pasado de elecciones controlada­s por el presidente no sólo hace retroceder el reloj en su democracia, sino también las relaciones entre México y Estados Unidos”.

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