El Diario de El Paso

• TERESA URREA

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“Pasó por El Paso como un cometa –tan potente que brilló mucho durante un breve período y luego se esfumó”, escribió el historiado­r David Dorado Romo en su libro “En primera fila durante una Revolución”.

Criada en Rancho Cabora en Sonora, Urrea aprendió remedios con hierbas de una curandera yaqui.

A los 16 años, cayó en coma durante tres y medio meses. Despertó inesperada­mente –después de que su familia ya tenía preparado su ataúd– y eso marcó la transforma­ción de Urrea y la convirtió en una trabajador­a milagrosa y santa ante los ojos de muchos.

Urrea llegó a El Paso en el verano de 1896. Para entonces, ya era una famosa curandera, era considerad­a como santa y representa­ba una molestia para el dictador mexicano Porfirio Díaz, quien culpó el apoyo de Urrea a los derechos indígenas de una rebelión que surgió entre los indios yaqui y mayo en Tomóchi, un pequeño poblado del Estado de Chihuahua.

Los rebeldes, que se llamaron a sí mismos como “Teresitas”, gritaban “¡Viva La Santa de Cabora!” en su levantamie­nto en contra de las tropas del gobierno.

Díaz exilió a Urrea de México cuando

ella tenía apenas 19 años. La catalogó como la joven más peligrosa del país.

Durante los dos años que pasó en El Paso, Urrea atendió a unos 200 pacientes al día y no cobraba por sus servicios.

“Los enfermos de todas las razas, curiosos, locos, ladrones, vendedores ambulantes, admiradore­s de la clase alta, rebeldes antidíaz, reporteros de periódicos, oficiales que aplican la ley e informante­s pagados por el gobierno de ambos lados de la frontera, todos merodeaban alrededor de la casa de Teresita en el Segundo Barrio”, escribió Romo.

Además de que siguió inspirando batallas revolucion­arias.

“Aunque se encontraba a cientos de millas de retirado en El Paso, los soldados federales decían que vieron a Santa Teresa encabezand­o un grupo de rebeldes en Nogales, Sonora. Dijeron que montaba un caballo blanco que trotaba por encima del suelo”.

Después de sobrevivir a tres intentos de asesinato, Urrea dejó El Paso y pronto empezó a recorrer Estados Unidos para mostrar sus poderes de sanación a un impactado público estadounid­ense.

Murió de tuberculos­is a los 33 años. Cuatro años después, empezó la Revolución Mexicana.

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