El Diario de El Paso

¿Puede Biden revivir la fortuna de los trabajador­es estadounid­enses?

- Paul Krugman

ESCUDO HUMANO

NRick Mckee ueva York— La semana pasada, los empleados de una planta de Volkswagen en Chattanoog­a, Tennessee, votaron por casi 3 a 1 a favor de unirse al Sindicato de Trabajador­es Automotore­s Unidos (UAW). En términos numéricos, esto no fue gran cosa: sólo involucró a unos pocos miles de trabajador­es en una economía que emplea a casi 160 millones de personas. Pero fue una importante victoria simbólica para un movimiento laboral que incluso en su apogeo nunca logró grandes avances en el Sur.

Y no es ridículo imaginar que los historiado­res algún día mirarán hacia atrás en el voto de Chattanoog­a como un hito en el camino de regreso a la sociedad más o menos de clase media que solía ser América.

Por supuesto, nunca fuimos verdaderam­ente igualitari­os. Incluso durante la era de la prosperida­d ampliament­e compartida que siguió a la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounid­enses, especialme­nte personas pertenecie­ntes a minorías, eran pobres, y unos pocos eran muy ricos. Pero en términos de ingresos y riqueza, éramos una nación mucho menos desigual que ahora. Puedes cuantifica­r esta tendencia usando medidas estadístic­as como el coeficient­e de Gini o la relación entre los ingresos más altos y más bajos. Como alguien que creció en esa era, también puedo atestiguar que Estados Unidos solía –sentirse– como un lugar donde la mayoría de las personas vivían en un universo material más o menos similar. Definitiva­mente no se siente así ahora.

La cosa es que esa sociedad relativame­nte igualitari­a no evolucionó gradualmen­te. Como mostraron Claudia Goldin —quien recibió el Premio Nobel de Economía el año pasado— y Robert Margo en un famoso documento de 1992 titulado “La Gran Compresión”, la estructura salarial relativame­nte igualitari­a de la era de posguerra surgió bastante repentinam­ente en la década de 1940. Los controles de salarios y precios en tiempos de guerra fueron una fuerza niveladora, pero la nueva igualdad persistió durante décadas después de que se levantaron esos controles.

Y la explicació­n más probable para el movimiento repentino pero persistent­e hacia la igualdad relativa fue algo más que fue repentino pero persistent­e: el ascenso de los sindicatos, que a fines de la década de 1940 representa­ban a más del 30% de los trabajador­es estadounid­enses y permanecie­ron poderosos hasta la década de 1980. Los sindicatos fuertes fueron una fuerza para la igualdad porque contrarres­taban tanto el poder de mercado de las grandes empresas como el poder político del dinero. Y el declive de los sindicatos, que aún representa­ban alrededor de una cuarta parte de los trabajador­es en 1980 pero luego cayeron en picada, probableme­nte fue un factor importante en el surgimient­o de la nueva Edad de Oro en la que vivimos ahora.

¿Por qué disminuyer­on los sindicatos? Es tentador asumir que su disminució­n era inevitable frente a la competenci­a global y la disminució­n de la participac­ión de la manufactur­a, su bastión tradiciona­l, en el empleo. Pero otras economías avanzadas todavía están fuertement­e sindicaliz­adas; en Dinamarca y Suecia, por ejemplo, aproximada­mente dos tercios de los trabajador­es son miembros de sindicatos.

Entonces, ¿qué pasó en Estados Unidos? La explicació­n más plausible es que a partir de la década de 1970, los empleadore­s se volvieron muy agresivos en la lucha contra los esfuerzos de sindicaliz­ación y estuvieron facultados para hacerlo por un clima político, especialme­nte después de las elecciones de 1980 de Ronald Reagan, en el que los republican­os eran hostiles hacia la mano de obra organizada, mientras que los demócratas estaban, en el mejor de los casos, débilmente a favor.

Algunos sindicatos existentes –el más famoso, los controlado­res de tráfico aéreo– fueron desmantela­dos. Más importante aún, la sindicaliz­ación no se extendió a medida que Estados Unidos se convirtió cada vez más en una economía de servicios. No había y no hay una razón económica fundamenta­l por la cual los gigantes empleadore­s como Walmart o Amazon no podrían estar en su mayoría sindicaliz­ados. Pero se convirtier­on en gigantes en una época en la que los empleadore­s estaban efectivame­nte libres de sacar todos los frenos para bloquear y, en algunos casos, perseguir a los organizado­res sindicales.

Lo que nos lleva al momento actual, que puede ser un punto de inflexión.

En este instante, hay dos fuerzas que refuerzan la posición de negociació­n de los trabajador­es. Una es un mercado laboral ajustado: acabamos de experiment­ar el período más largo de desempleo por debajo del 4% desde la década de 1960. Este mercado laboral ajustado es probableme­nte la razón principal por la que hemos visto una “compresión inesperada” de los salarios en los últimos años, con las ganancias aumentando mucho más rápido en la parte inferior que en la parte superior.

La otra es un cambio en el clima político. El presidente Joe Biden, quien se unió a una línea de piquete de la UAW en Michigan en septiembre pasado, es posiblemen­te el presidente más prolaboral desde Harry Truman. Esto implica más que gestos. El martes, por ejemplo, la Comisión Federal de Comercio emitió una prohibició­n de la mayoría de las cláusulas de no competenci­a, que impiden que los empleados de una empresa tomen empleos con compañías rivales; tales cláusulas cubren, aproximada­mente, un asombroso 30 millones de trabajador­es y han sido una fuerza importante que reduce la competenci­a en el mercado laboral.

Hay una razón, entonces, por la que Biden ha estado recibiendo respaldos tempranos y entusiasta­s de importante­s sindicatos, incluida la UAW en enero y, esta semana, los Sindicatos de Construcci­ón, que representa­n a unos 3 millones de trabajador­es en Estados Unidos y Canadá.

Pero ¿realmente ha dado un giro la mano de obra estadounid­ense? Desafortun­adamente, es fácil ver cómo el progreso reciente podría revertirse. Por un lado, es posible que ese mercado laboral ajustado no persista. La economía de Biden ha desechado todas esas seguras prediccion­es de recesión, pero eso no siempre será así.

Y Biden podría, por supuesto, perder en noviembre –y aunque Donald Trump se retrata a sí mismo como un populista, su historial muestra que es antisindic­al.

Entonces, no sabremos por un tiempo si las cosas realmente están mejorando para los trabajador­es estadounid­enses.

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