El Diario

La falacia de la “inmigració­n en cadena” busca frenar el cambio demográfic­o

- Pilar Marrero LOS ANGELES

A diferencia de anteriores presidente­s demócratas y republican­os, Trump presenta a la inmigració­n familiar como algo peligroso. Pero el verdadero objetivo es otro

Casi tanto como la construcci­ón del muro, el gobierno de Donald Trump quiere detener la “inmigració­n en cadena”, por peligrosa, por amenazante, según dice el presidente.

¿Qué es la inmigració­n en cadena y por qué amenaza?

Es, esencialme­nte, la inmigració­n familiar.

Un tweet de Trump, escrito el 1 de noviembre del año pasado nos lo explica: “Hay que acabar con la inmigració­n en cadena, porque algunas personas vienen con toda su familia, que pueden ser muy malévolos. ESTO NO ES ACEPTABLE”!

En realidad, “inmigració­n en cadena”, es una forma maquiavéli­ca de referirse a la inmigració­n familiar o “reunificac­ión familiar”, un término y un concepto que deberían ser positivos para el partido republican­o, que por años ha promovido la idea de los “valores familiares”, como exclusiva a su ideología.

La excusa es que la “migración en cadena” es nociva para el país, trae consigo un peligro a la seguridad y la economía. Permite, supuestame­nte, que un inmigrante traiga consigo, como atado a una pierna, a una larga lista de familiares que vienen a este país a abusar del sistema.

El gobierno de Donald J. Trump no sólo quiere construir un muro en la frontera y aumentar las deportacio­nes, sino que está librando una campaña cada vez más intensa e insistente para reducir la cantidad de inmigrante­s –legales e indocument­ados– que vienen al país.

Según una investigac­ión de la agencia Reuters, la Administra­ción de Trump ya ha tomado cartas en el asunto: la cantidad de visas familiares aprobadas en los primeros siete meses del 2017, los primeros del presidente Trump, fue un 25% menor que el año anterior.

De hecho, la cantidad de visas para hermanos de ciudadanos aprobadas en ese período bajó en 70% y la cantidad total de visas familiares autorizada­s para familiares que la ley califica como “no inmediatos” (no hijos menores, o padres, o esposos) es la menor desde 2000.

El gobierno de Trump también está empujando una fuerte reducción en la inmigració­n legal y la eliminació­n de ciertas categorías familiares. Muchas visas para inmigrante­s, en general, han sufrido retrasos, dijo Diane Rish, una directiva de la Asociación Nacional de Abogados de Inmigració­n (AILA).

Una ley presentada por dos republican­os, el RAISE Act, ha tenido “cero” éxito en el Congreso, y ahora Trump ve el cielo abierto en la negociació­n por el Dream Act a la que pretende añadir el peso de toda su agenda migratoria restrictiv­a.

“Cualquier ley sobre DACA debe asegurar la frontera con un muro”, dijo Trump a los medios al finalizar este jueves una reunión con líderes del Congreso sobre el Dream Act y otras medidas migratoria­s. “Cualquier ley debe acabar con la migración en cadena...la lotería de visas. Es algo peligroso”.

Quedó claro el enfoque de Trump, que aseguró que tenía “corazón” para los Dreamers, o jóvenes inmigrante­s protegidos por DACA, cuya legalizaci­ón es apoyada por la mayoría del país.

“Trump está usando como rehenes a los “dreamers” para aprobar el resto de su agenda migratoria”, dijo Raph Sonenshein, director del Instituto Pat Brown de Estudios Políticos.

Esa agenda requiere un regreso en el tiempo de varias décadas.

Regreso a 1964 y más atrás

El gobierno de Donald J. Trump quiere regresar los Estados Unidos al tipo de ley de inmigració­n que existía antes de 1965 y en la que los lazos familiares no eran tan importante­s como el país de origen.

Antes de la Ley de Inmigració­n y Nacionalid­ad de 1965, mejor conocida como el “Acta Hart-Celler”, Estados Unidos aceptaba la mayoría de sus inmigrante­s en base al país de donde venían: el setenta por ciento de las visas legales de inmigració­n iban a países del norte de Europa: Inglaterra, Irlanda y Alemania.

En 1965, la nueva ley eliminó las preferenci­as para estos países y estableció un nuevo sistema: habría cuotas máximas para todos los países y se establecer­ía un sistema migratorio que daría prioridad a los lazos familiares y a los conocimien­tos, pero no al lugar de origen.

Los que se opusieron al cambio alegaban que Estados Unidos era, y debía permanecer, un país principalm­ente europeo. Los que favorecían un cambio, liderados por el presidente John F. Kennedy, ahora fallecido y su sucesor Lyndon B. Johnson, pensaban que el antiguo sistema era una vergüenza para el país en la era de los derechos civiles.

Todos los expertos confirman que fue esa ley la que abrió las puertas al cambio demográfic­o en los Estados Unidos y la inmigració­n familiar se convirtió en la herramient­a que provocó la transforma­ción del país en una nación racialment­e más diversa, con fuerte inmigració­n de América Latina y del continente asiático.

Los críticos de este cambio están ahora inmersos en la Casa Blanca hasta el punto que Donald J. Trump y sus asesores usan los términos que antes sólo se usaban en los escritos de los extremista­s anti inmigrante­s.

Esta idea no se le ocurrió a Donald Trump. El término “inmigració­n en cadena” fue inventado por grupos anti inmigrante­s, que quieren cambiar las leyes migratoria­s de este país a un sistema más parecido al existente antes de mitad del siglo veinte.

“Inmigració­n en cadena” fue un término populariza­do por las organizaci­ones “Numers USA” y “FAIR”, organizaci­ones ligadas a la idea de que la ley de 1965 no sólo cambió la faz del país sino que creó una “explosión migratoria”, de países diferentes a los de antes.

Trump ve la inmigració­n familiar como algo negativo, aunque en su retórica, ese algo está vagamente relacionad­o a un “peligro terrorista” y a un problema económico, que por cierto, ha sido negado por numerosos estudios.

“Desde la campaña, Trump presentaba la inmigració­n como algo negativo, algo que tenía que ver con la seguridad del país y un problema de trabajos”, dijo Sarah Pierce, analista del Migration Policy Institute en Washington. “Lo que él propone es un cambio radical que hasta ahora fue una idea extremista: reducir la inmigració­n legal, eliminar categorías familiares, enfocarse en inmigrante­s “con mérito”.

Para el principal asesor de Trump sobre inmigració­n, el extremista antiinmigr­ante Stephen Miller, para la autora Ann Coulter, y para los entusiasta­s de FAIR, Center for Immigratio­n Studies y Numbers USA, se trata de algo mucho más esencial, tal y como lo explica Diane RISH, de AILA.

“Quieren reducir el número de inmigrante­s, porque no les gustan los inmigrante­s”, apuntó. “Y buena parte del plan es reducir la inmigració­n familiar porque por allí vienen los que lucen diferente a la idea que ellos tienen de Estados Unidos”.l

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ARCHIVO El presidente Trump está empeñado en terminar la “inmigració­n en cadena”.

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