El Diario

El grupo montó un taller de serigrafía que avanza en medio de los retos

- Gardenia Mendoza MEXICO GARDENIA MENDOZA

B No tenían ni ropa para hacer una muda, llevaban sus pertenenci­as en una mochila, vivían de la ayuda de familiares o albergues.

También del seguro de desempleo que por seis meses les dio el gobierno de la CDMX junto con las llaves de la ciudad y del penúltimo fondo autorizado por los diputados antes de eliminar el programa de créditos para proyectos productivo­s de deportados.

Pero las cosas han cambiado para un grupo de cinco repatriado­s en menos de un año. Hoy tienen una negocio que pronto repondrá los 8,500 dólares que les dio el gobierno porque se reproduce, crece y exporta gracias a su tesón, su conocimien­to del inglés, de las comunidad hispana en Estados Unidos y la humildad para integrarse otra vez a México.

La nueva vida para ellos es Deportados Brand, un taller de serigrafía e impresión de playeras que Ana Laura López, Diego Eleazar, Adán Jácome y Eleazar Hernández montaron en la colonia Santa María la Rivera, a la par de la organizaci­ón civil Deportados Unidos en Lucha que busca apoyar con ayuda básica a los retornados.

“Queremos ayudar a que otros no pasen lo mismo que nosotros’’, advierte Gustavo Lavariega, de 43 años. “Por eso vamos tres veces por semana al aeropuerto, para darles informació­n sobre los primeros pasos, de los papeles que necesitan para vivir aquí, prestarles el teléfono para que hagan algunas primeras llamadas, hacerlos sentir en casa… y, al mismo tiempo, trabajamos de tiempo completo en el negocio’’.

Cuentan con la ayuda de Jorge Luis González, de 28 años, uno de los primeros 15,000 repatriado­s en el año y quien lleva en la capital mexicana apenas dos semanas, deportado desde Washington.

Jorge Luis es tímido, le da miedo hasta salir del taller, está aquí porque es lo único que tiene en México, sus padres se lo llevaron cuando tenía cuatro meses de nacido, sus abuelos murieron y el resto de la familia emigró también desde Camargo, Tamaulipas.

“Está chida la ciudad’’, dice tras participar en la manufactur­a de un pedido de playeras que Adán Jácome entregará en breve a unos clientes y que en el pecho rezan: “The Border Crossed my life’’.

Adán mete el montón de ropa en su mochila (la misma donde antes guardaba la única sudadera que tenía tras su deportació­n), sale a la calle enfundado con unos nuevos jeans y una playera de Deportados Brand. Jorge se queda solo con su historia: a él lo agarraron a mediados de enero cuando iba en su coche camino a su trabajo en la construcci­ón y lo echa- ron rápido. “La migra está en todas partes ahora haciendo redadas’’, dice.

Al frente del negocio se queda Gustavo. Acomoda algunos documentos en la oficina, a unos cuantos metros atrás del plotter y justo debajo del tapanco que hace las veces de dormitorio para deportados en urgencia como Jorge Luis.

El resto de los socios están arreglando asuntos personales en sus propias casas pues ya ninguno está “de arrima-

Gustavo L. :

do’’: el negocio ya les da para la renta, algo de ropa, comida y pagar deudas. “Estamos creciendo, nos falta mucho, pero ya hemos podido enviar algunos pedidos a Alemania, Uruguay y muchos a Estados Unidos, donde enviamos paquetes de hasta 50 playeras’’, cuenta.

“Tenemos algunas ventajas para promover nuestros productos: hablamos inglés, tenemos buenas cuentas y creemos que México es muy querido en el mundo igual que los migrantes por eso hacemos diseños de playeras, bolsas y otras cosas con leyendas sobre los mexicanos y nosotros, los deportados’’

¿Qué qué nos falta? Más compradore­s y solidarida­d; nos pueden encontrar en Facebook como Deportados Unidos en Lucha. Y eso somos.l

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