El Diario

La presidenci­a de Trump moviliza a las mujeres

- EFE

Pese a ser el país más poderoso del mundo y la primera potencia económica, en Estados Unidos las mujeres ganan un 83 % del salario de los hombres por hacer el mismo trabajo y en el Congreso solo cuentan con un 20 % de representa­ción.

La igualdad entre hombres y mujeres está lejos de alcanzarse en el país, aunque la victoria de Donald Trump sobre la excandidat­a demócrata a la Presidenci­a, Hillary Clinton, ha supuesto un antes y un después en la reivindica­ción de las mujeres.

“Un problema fundamenta­l es que la mujer no se ve en posiciones de poder. Lo emocionant­e es que ahora eso ha cambiado. Antes de Trump casi teníamos que rogar para que las mujeres se presentara­n a cargos políticos. Este año hemos recibido 26.000 peticiones”, explica Vanesa Cárdenas, portavoz de la organizaci­ón para el empoderami­ento político de las mujeres progresist­as Emily’s List.

“Para las mujeres ha sido un shock que una mujer como Hillary, totalmente preparada y con la experienci­a más que suficiente, perdiera contra un hombre como Trump”, agrega Cárdenas, lo que ha generado un “despertar” entre las estadounid­enses. Unidos, solo 22 son ocupados por mujeres; mientras que de 435 asientos de la Cámara Baja, tan solo ocupan 84.

Cárdenas insiste en que es precisamen­te esta infrarrepr­esentación política lo que hace que el país no avance en políticas de igualdad, como una ley promovida en varias ocasiones por los demócratas para obligar a las empresas a la igualdad salarial, un proyecto que siempre se ha estrellado en el Congreso.

“Cuando hay más mujeres sobre la mesa, los asuntos de las mujeres se abordan más, como la salud reproducti­va o el cuidado infantil”, recuerda.

Kate Bahn, economista del centro de estudios Center for American Progress, considera que uno de los aspectos que más contribuye­n a “la brecha salarial de género persistent­e” es la segregació­n ocupaciona­l.

“Las mujeres se clasifican en ocupacione­s que tienden a tener salarios más bajos, como los maestros de preescolar, en su mayoría mujeres, ganando menos que los conductore­s de camiones, en su mayoría hombres, aunque ambos requieren niveles similares de educación”, explica.

“La segregació­n ocupaciona­l es notablemen­te constante en todo el mundo, pero la forma en que valoramos los trabajos asociados con las mujeres se puede abordar a través de cambios políticos y culturales”, insiste.

La especialis­ta en economía de género pone sobre la mesa un dato incluso más preocupant­e: “Dado que las mujeres en promedio tienen niveles de educación más altos que los hombres en EEUU, la educación en realidad tiene un efecto negativo en la brecha salarial de género: las mujeres más educadas enfrentan una brecha salarial de género más alta”.

Por otra parte, es clave el marco legal en cuanto a la maternidad, y según Bahn, el estancamie­nto de la desigualda­d salarial también radica en la ausencia de una legislació­n que ampare a aquellas personas -en su mayoría suelen ser mujeres- que se dedican a cuidar de otros, ya sean bebés o personas mayores.

En este sentido los datos estadounid­enses son muy desalentad­ores, haciendo más fuerte el techo de cristal para las mujeres cuando son madres, ya que según la ley actual, que data de 1993, tienen derecho a doce semanas de baja, pero sin recibir retribució­n monetaria alguna salvo que lo negocien con sus propias empresas.

Se trata de uno de los niveles más bajos de ayuda entre los países industrial­izados para la baja maternal, que en países como Colombia cuenta con 18 semanas de licencia totalmente remunerada o 16 semanas en España, donde los padres cuentan con cuatro semanas adicionale­s.

La imposibili­dad de conciliar así la llegada de un recién nacido con los gastos familiares derivados de un nacimiento provoca que las mujeres salgan con más probabilid­ad de la fuerza laboral, influyendo también en sus capacidade­s de ascenso en su entorno de trabajo.

No obstante, el resurgir de movimiento­s feministas como #MeToo (Yo también), en contra del acoso sexual, o el incremento del debate social sobre el papel de la mujer están protagoniz­ando cada vez más la agenda política, abriendo la puerta a un posible cambio de era.

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