Maniobra en el Hilton
Faltan 1,587 días para Qatar 2022 . O no, porque hoy, a cuatro años y cinco meses del 21 de noviembre de ese año, fecha fijada para el inicio de la Copa del Mundo, nadie sabe qué rostro tendrá.
El primer Mundial de la historia en territorio árabe está bajo fuego de sus enemigos y, lo que es peor, también de sus teóricos amigos, porque el papel de la FIFA es desconcertante. ¿Se jugará en Qatar o en tres países? ¿Tendrá 32 participantes o se verá forzado a ampliarse a 48?
Las dificultades no son novedad para los qataríes, tampoco las intrigas políticas, que en su momento manejaron con maestría para ganar la sede. Desde el mismo momento de la elección en diciembre de 2010, el primer Mundial “de bolsillo” fue golpeado por acusaciones de corrupción en el proceso de candidatura y votación, así como graves denuncias de violaciones a los derechos humanos. Todo ponía en jaque al fabuloso proyecto del gobierno de Doha, pero lo que vendría después sería mucho peor.
Liderados por Arabia Saudita, un grupo de países del Golfo Pérsico impuso el 5 de junio de 2017 un embargo a
Qatar, al que acusan de hacer la vista gorda con el terrorismo y tener excesiva simpatía por Irán. Y, se sabe, pocas cosas peores para Arabia que ver crecer en el vecindario el poder de Teherán.
Los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto se sumaron al boicot. De un día para el otro, Doha se encontró con que le cerraban el flujo de materiales de construcción importados, pero los qataríes no se amilanaron y cambiaron de proveedor (Malasia y China). Así, el gobierno sigue adelante con su transformación del desierto construyendo hoteles, rutas y estadios.
Lo que no se esperaba Qatar era ser objeto de una maniobra de pinzas para que pierda el control sobre el Mundial que la FIFA le otorgó firmando un contrato.
La primera manifestación pública de algo que no pocos