MUCHAS GRACIAS, SENADOR MCCAIN
Hace nueve años, salvo el apellido, así titulé la columna del fallecimiento del senador demócrata de Massachusetts, Edward Kennedy.
Estos dos Leones del Senado murieron un 25 de agosto, del mismo tipo de cáncer cerebral.
Aunque no comparto algunas de las posturas ideológicas del senador de Arizona, y en ocasiones lamenté sus cambios de postura en temas como la inmigración, siempre lo admiré por su concepto de valor y de honor, así como por su amplio sentido histórico para no repetir errores pasados, y por personificar lo que debe ser un legislador: por su capacidad de trabajar de forma bipartidista, de retar a la autoridad, incluso de su propio partido, cuando había que hacerlo sin consideraciones político-partidistas, además de no anteponer su persona ni su partido a los intereses del país.
Arribé a esta ciudad hace 25 años cuando todavía en el Congreso habían voces sensatas. Todavía podían conducirse debates de altura. Y aunque los legisladores estuvieran a los extremos del espectro, existía un nivel de respeto. Las diferencias se discutían. A veces se llegaba a un consenso, a veces no. El tribalismo no estaba tan arraigado como hoy.
Por eso lamento profundamente que la voz de McCain se extinga en este momento histórico que vivimos, cuando más se le necesitaba; cuando la cobardía doblega a sus colegas republicanos del Congreso que se han convertido en cómplices de las bajezas del actual ocupante de la Casa Blanca que tanto atacó a McCain, incluso en medio de su enfermedad, porque quizá le recordaba lo que él nunca será.
Agradezco la oportunidad de haber cubierto, como periodista, parte de su trayectoria, incluyendo sus esfuerzos junto al León Liberal del Senado, Ted Kennedy, por lograr una reforma migratoria amplia y bipartidista que proveyera una vía a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados.
McCain mantuvo su apoyo a una reforma por razones económicas, humanitarias y de seguridad nacional. En el 2013, quizá para resarcir decisiones previas en materia migratoria, lideró los esfuerzos para impulsar un plan bipartidista de reforma migratoria amplia que incluía una vía a la ciudadanía para los 11 millones de indocumentados, así como una versión del Dream Act. Como parte del bipartidista Grupo de los Ocho, McCain fue instrumental en lograr la aprobación de esa medida en el Senado, aunque luego el proyecto murió en la Cámara Baja de mayoría republicana.
Ahora que la comunidad inmigrante, sus familiares ciudadanos y residentes permanentes y los activistas que los apoyan están bajo un ataque sin cuartel por parte de una administración antiinmigrante y antiminorías, la voz de McCain hará una falta de enorme.
Como dije sobre Kennedy, el senador McCain es insustituible. Uno tendría la esperanza de que otros continúen su legado, pero la vergonzosa conducta de los legisladores republicanos no deja mucho campo para la esperanza. Ojalá que el legado de honor, de amor a la patria y a la democracia, de anteponer el país al partido sacuda a un Partido Republicano dominado por voces de división, prejuicio y conducta vergonzosa.
Mientras tanto, muchas gracias por su servicio, senador McCain.