El Diario

A la caza de médicos farsantes en la cirugía estética mexicana

La Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios lanza un fuerte operativo contra clínicas de mala reputación

- Gardenia Mendoza MEXICO

Susana Leyva Jacobo llegó a la calle Zaragoza 83, en el centro de Uriangato, Guanajuato, con el ánimo alto y la convicción de que una operación estética la llevaría más cerca de sus propios cánones de belleza; poco después encontró a la muerte.Fue una tarde nublada de finales de agosto pasado.

Dos semanas después, la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), suspendió 264 de las 4322 clínicas dedicadas al embellecim­iento con bisturí en todo el país; dejó en entredicho a otras 510 y lanzó una alerta sanitaria.

¿Dónde está el resto que aún no tiene identifica­das? Uno de los principale­s problemas de estas clínicas es la falta de registro oficial del domicilio y los permisos. Operan en la clandestin­idad con ofertas de bajos precios por internet, en medios impresos, volantas, revistas…

Nadie supo cómo se enteró Susana Leyva, de 29 años, de los servicios que ofrecía la doctora Míriam Viridiana Jacob Rodríguez, en una casa a medio construir, donde operaba principalm­ente a mujeres: en México una de cada nueve cirugías estéticas es para ellas, según un estudio de la Universida­d Nacional Autónoma de México.

Quieren verse más nalgonas, menos gordas o curvilínea­s; hacerse crecer el busto o arreglarse la nariz, respingarl­a, convertir las curvas que bajan a la mitad de la cara en rectas, quitar lo chato; levantarse los párpados, desaparece­r papadas.

Sobre los objetivos de Susana Leyva Jacobo aún continúan las investigac­iones y el ministerio público aún se niega a dar detalles de aquel quirófano improvisad­o en una obra negra, según documentó la prensa local.

Por los escuetos reportes policíacos se supo que poco después del “proceso ambulatori­o” la mujer se “desvaneció“sorpresiva­mente ante los ojos desorbitad­os de la médica Jacob, quien tuvo que llamar a los servicios de emergencia de Uriangato pero cuando éstos llegaron la paciente ya no tenía signos vitales.

“Las cirugías o tratamient­os practicado­s en estableci- mientos con malas condicione­s sanitarias y por personas no especializ­adas que no cumplen con la legislació­n y normativid­ad sanitaria vigente, pueden provocar un grave riesgo a la salud de la población que acude a dichos lugares y en consecuenc­ia el daño puede ser permanente o fatal”, alerta Cofepris en sus multiples campañas.

Un millón

En México se realizan alrededor de un millón de procedimie­ntos al año, según la Sociedad Internacio­nal de Cirugía Plástica y Estética, una cifra que coloca al país en el tercer lugar mundial, sólo detrás de Brasil y Estados Unidos, pero no hay una cifra oficial sobre el número de fallecimie­ntos.

Antonio Fuentes, académico de la Facultas de Medicina de la UNAM, detalló que el tipo de complicaci­ones más frecuentes son los coagulos con sangre y moretones, infeccione­s, acumulació­n de líquidos bajo la piel, sangrados, entumecimi­entos, asimetría y daño de órganos.

“A un especialis­ta de este tipo se le enseña a tratar a de quemados, traumas faciales, reconstucc­iones y atención de malformaci­ones congénitas en cara, miembros o genitales, además de la cirugía estética“.

Esto es en la teoría; en los hecho, mucha gente sin ética toma cursos rápidos y se lanza a la caza de incautos. “Nuestro ‘talón de Aquiles’ siguen siendo aquellos procedimie­ntos que se ofertan en las redes y que lucran con el bienestar general”, reconoció Dagoberto García, titular de Cofepris en el estado de Jalisco.

La Asociación de Cirujanos Plásticos Estéticos y Reconstruc­tivos AC sugirió recienteme­nte que cuando se solicite un servicio de este tipo se exija al médico su certificad­o avalado por el Consejo Mexicano de Cirugía Plástica Estética y Reconstruc­tiva, y dio un ejemplo fulminante: tan sólo en Nuevo León en 2017 se detectaron a 500 personas que hacían cirugías sin certificac­ión.l

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/ARCHIVO Las autoridade­s buscan detener a cirujanos estafadore­s.

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