Un duro revés
Brett Kavanaugh, el juez nominado por Trump para ocupar un asiento vacante en la Suprema Corte de Justicia, no enfrenta un problema legal sino político. Aun cuando llegara a comprobarse que la acusaciones de que hace 30 años asaltó sexualmente a una mujer son ciertas, el juez difícilmente será enjuiciado por ello. Pero al margen de que estos cargos se comprueben o no, han sembrado ya serias dudas sobre sus posibilidades para ser nominado.
Las acusaciones contra Kavanaugh son un duro revés para Trump y los republicanos que soñaban con darle un sello definitivamente conservador a la Suprema Corte con el nombramiento de al menos dos jueces: Neil Gorsuch, quien reemplazó a Antonin Scalia, y ahora Kavanaugh para llenar la vacante dejada por el retiro de Anthony Kennedy.
Cuando parecía que nada podría impedir que este sueño se concretara, la senadora demócrata Diane Feinstein decidió hacer público que había una seria acusación de asalto sexual contra Kavanaugh. La denunciante resultó ser Christine Blasey Ford, una reconocida psicóloga y profesora de la Universidad de Palo Alto en California, quien afirma que a principios de los 80, Kavanaugh y un amigo trataron de violarla en una casa en el condado de Montgomery, en Maryland.
Como era de esperarse, Kavanaugh ha negado de manera categórica la acusación y cuenta con el respaldo de Trump. Sin embargo, la historia de Ford tiene los suficientes méritos para ser escuchada, por lo que se ha llegado Las acusaciones son un duro revés para Trump y los republicanos que soñaban con darle un sello definitivamente conservador a la Suprema Corte de Justicia. a la acertada decisión de que ambos testifiquen bajo juramento ante el Comité Judicial del Senado el próximo lunes.
La audiencia podría decidir no solamente el destino de Kavanaugh sino poner en serios aprietos tanto a la Casa Blanca como a los senadores republicanos que decidan apoyarlo debido a la gran presión a la que serán sometidos por el movimiento #MeToo.
Los riesgos para los republicanos son especialmente elevados porque las elecciones intermedias del 6 de noviembre están a la vuelta de la esquina. Cualquier percepción de que Ford reciba un trato injusto o discriminatorio podría resultar contraproducente para los republicanos porque los votantes, especialmente las mujeres, les pasarán la factura en las urnas.
La audiencia reflejará, por otra parte, si el país ha avanzado o no en esta clase de alegatos. En 1991 las acusaciones de Anita Hill contra Clarence Thomas por acoso sexual no le hicieron mella al hoy juez de la Suprema Corte. Sin embargo, las acusaciones contra Kavanaugh son mucho más severas y, si el testimonio de Ford resulta convincente, los republicanos están obligados a descalificarlo. La calidad moral de los jueces de la Suprema Corte debe estar por encima de cualquier duda.