El Diario

Debut soñado de Maradona

Los fans de Dorados llegaron tarde al estadio, pero disfrutaro­n de la presencia de Diego y una goleada

- Agencia Reforma CULIACÁN, MÉXICO

Una ciudad donde el rey de los deportes es el béisbol, se rindió ante un “D10S” que nunca usó un bate o un guante.

La noche del lunes, miles querían ver a Diego Armando Maradona, la estrella que en su juventud conquistó al planeta manejando el balón de fútbol a su antojo y que ahora trabaja en México, donde tuvo su gran gloria al ganar el Mundial en 1986, al frente de los Dorados de Sinaloa.

Parecía que Maradona no atraería a la afición, que llegó al Estadio Banorte a cuenta gotas. “Todavía hay todas las localidade­s, de todos los precios...90, 200 y 250 pesos la preferente”, dijo una señorita de la taquilla.

La seguridad ahora sí era amplia, venía “El 10”. Una centena de policías entraba al estadio, donde los pocos aficionado­s que llegaban lo hacían de “civiles”, la mayoría sin playera de Dorados y menos la edición de Maradona, aquella que en algunos me- dios se manejó que se vendía como pan caliente.

La banda sinaloense tocaba sin parar, parecía que querían llamar la atención a toda costa.

Media hora antes del partido, la gente no dejó de llegar, las marcas que se promociona­ban en el lugar, se apostaban en la entrada, luchaban por ser vistas por los ahora miles que llegaban.

Adentro, la gente empezó a cuidar “la esquina” por la que saldría Diego.

“¡Maradooo, Maradooo, vine desde la Argentina a verteee!”, gritaba un aficionado con acento mexicano, bigote y sombrero.

“¡Diego ya saaaaal, sal a bailar!”, gritaba una aficionada de unos 40 años.

Diego salió caminando tranquilo, saludó e hizo cimbrar el estadio con los gritos de las más de 10,000 personas (la capacidad es de 20,000) que para entonces ya estaban en el inmueble, listas para atestiguar el debut del “Pelusa”.

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