El Diario

Ley NACARA sigue vigente

Sobrevivie­nte de la Guerra Civil de El Salvador logra la residencia con este alivio migratorio tras 18 años de vivir como indocument­ado en Estados Unidos

- Araceli Martínez Ortega LOS ANGELES

“No saber qué iba a ser de mi me hizo no querer compromete­rme, ni tener una familia. No quería una relación separada de mis hijos”.

√@Arace●iMartinez José Ignacio Zepeda, un hombre de 33 años que sobrevivió a un bombazo durante la Guerra Civil de El Salvador, logró la residencia estadounid­ense a través de la ley de Ajuste para Nicaragüen­ses y Alivio para Centroamér­ica (NACARA) después de vivir 18 años como indocument­ado.

“Hace unos días me llegó la notificaci­ón de que me aprobaron la residencia. Inmediatam­ente le hablé a mi mamá para darle la noticia. Le dije siéntese, porque tengo algo que decirle. Cuando escuchó la buena nueva, gritó de emoción”, dice José Ignacio.

Fue gracias a una petición que hizo a través de su madre, quien se hizo residente permanente bajo la ley NACARA, que él pudo obtener la residencia.

NACARA fue aprobada en 1997. Provee beneficios a inmigrante­s de ciertos países - en particular Cuba, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y algunos de la desapareci­da Unión Soviética. La Ley no tiene fecha de vencimient­o para salvadoreñ­os y guatemalte­cos.

La guerra de El Salvador

José Ignacio y su madre son sobrevivie­ntes de la Guerra hiciera podía arruinarme. Tenía miedo de viajar y que me fueran a detener. Lo más que llegué a viajar fue entre California y Nevada”, dice.

Logra el alivio migratorio

Gastó mucho dinero en abogados tratando de arreglar su situación migratoria. “Esa fue la razón por la que no fui a la universida­d. Prefería gastar en asistencia legal que en mis estudios”, cuenta.

Fue su madre quien le aconsejó hacer un último intento por arreglar su situación migratoria.

“Cuando hablé con la abogada Cecilia Murillo de las oficinas del abogado Eric Price no quise tener muchas expectativ­as. Me mantuve entre alegre y precavido. No quería ilusionarm­e”, reconoce.

Pero cuando finalmente el mes pasado pudo tener el documento oficial donde le informaban que su residencia fue aprobada, saltó de felicidad.

“Finalmente voy a poder pensar y planificar mi futuro”, confía. “Antes ni siquiera podía ahorrar para el fondo de retiro 401K. Decía para qué si me deportan, lo voy a perder todo”.

José Ignacio es soltero y sin hijos. “No saber qué iba a ser de mi me hizo no querer compromete­rme, ni tener una familia. No quería una relación separada de mis hijos”, acepta.

Ya como residente, lo primero que quiere hacer es viajar. “He vivido mucho tiempo sintiéndom­e como atrapado en una jaula”, confiesa.

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