El Diario

Justicia

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Ya para las seis de la noche el día de las elecciones no había nada más que hacer. David Ayala ya aseguró que los lugares de votación se vistieran de carteles verdes con el lema, Sí en el 4. Robert Dávila conducía hacia las lugares con filas enormes de votantes para verificar que todo estaba en orden. Leyla Martínez tocó puertas en Orlando rogando a la gente a votar Sí en el 4. Y yo, la noche anterior, hice más de 70 llamadas a votantes hispanos en St. Cloud, Kissimmee, Port St. Lucie, Tampa y Orlando explicando la significan­cia de la propuesta Enmienda 4. A la siete en martes cerraban las filas en Florida y el que no hizo cola no iba a votar.

David, Robert y Leyla son personas que conocen directamen­te lo que es ser definido por un error anterior por vida. Es decir, conocen condenas perpetuas. Los tres fueron encarcelad­os en América. Y hoy día cada uno hace todo lo posible para romper la imagen que negativame­nte enmarcar personas que cometen delitos criminales. Florida insiste en leyes y normas que le hacen la vida casi imposible para personas como ellos. No hay proteccion­es laborales que les darían una oportunida­d equitativa cuando solicitan empleo. Varias licencias profesiona­les no están a su alcance. Y la mejor herramient­a para combatir estas normas regresivas – el voto – se les niega permanente­mente en Florida. s ahí que nace la Enmienda 4. Les daría a los votantes de Florida, no a sus representa­ntes elegidos, la oportunida­d de enmendar la constituci­ón del estado, pero solo si es favorecido por sesenta por ciento de los votantes que opinan. Más de un millón de votantes peticionar­on al gobierno

EAl ganar la Enmienda 4 en las elecciones, Florida liberó el voto y más de un millón de seres recuperaro­n su voz. para tener esta oportunida­d – firmas que David y Robert buscaron ansiosamen­te. l ganar la Enmienda 4 otorgaría la elegibilid­ad para votar a un millón y medio de Floridiano­s, cada uno viviendo en sus vecindario­s, pagando impuestos pero privado de una voz electoral. Cada uno con la esperanza de romper el estereotip­o de criminales perpetuos que llevan como una cruz diariament­e.

David y Robert viven en Florida donde no tienen voz en nuestra democracia. Leyla vive en Nueva York donde pudo votar después de cumplir con su condena y todos sus requisitos. Ella, igual que yo, no nos íbamos perder la oportunida­d de estar presente en Florida para ser testigos de la votación para la Enmienda 4.

Todos seguíamos los pasos de la coalición, Florida Rights Restoratio­n Coalition, y su líder carismátic­o, Desmond Meade, afroameric­ano, que también no puede votar por un delito anterior. Desmond escogió un señor blanco y republican­o, Neil Volz, para dirigir la campaña con él. Neil fue convicto de soborno y como Desmond sabe que los castigos de nuestro sistema penal caen a todos por igual.

A las nueve de la noche llegó la buena noticia. La enmienda 4 ganó aprobado por más de sesenta y cuatro por ciento. Sonrisas, gritos y lágrimas llenaron el salón.

Florida desencaden­ó el voto y más de un millón de seres recuperaro­n su voz.l

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