Hace 70 años, la Buenos Aires-Caracas retó a la naturaleza y a la mecánica
“Protesto ante usted la decisión de los jueces argentinos arrebatándome el triunfo en la carrera Buenos Aires-Caracas. Ruego a V.E. sus buenos oficios para revocatoria de injusta medida, la cual, de ser confirmada, me obligaría a retirarme del automovilismo. Compatriota amigo Óscar Gálvez”.
Ese es el texto del telegrama que uno de los grandes ídolos del deporte argentino envió, desde Caracas a Buenos Aires, el martes 9 de noviembre de 1948, siete décadas atrás. El destinatario no era un oficial deportivo ni un juez federal. Estaba dirigido al presidente de la nación, Juan Domingo Perón.
Setenta años después, continúa asombrando el Gran Premio de la América del Sur, una proeza llevada a cabo por hombres comunes que se volvieron héroes para ir corriendo desde el Río de la Plata hasta el Mar Caribe, a lo largo de casi 10,000 kilómetros, en una época en que una carrera de autos a lo largo del continente parecía más una creación de Julio Verne que un acontecimiento deportivo.
Pero es cierto: ocurrió. Hace 70 años, el Turismo Carretera se aventuró más allá de las fronteras, más allá del Ecuador, con máquinas que apenas superaban los 200 km/h de velocidad máxima por caminos increíbles, casi nunca asfaltados, entre la cornisa y la selva, un desafío a los elementos naturales y mecánicos que merecen respeto creciente al paso de los años.
Ni siquiera con la tecnología actual, la posibilidad de grandes inversiones y el nivel de las comunicaciones existente, pudo el Rally Dakar organizar algo parecido.
Aquella epopeya de 1948 no tiene parangón.
“Resulta condición ineludible recordar que esto se desarrolló en 1948 por regiones que en muchos casos jamás habían sido marco para un automóvil; y que aquellos automóviles todavía reñían abiertamente contra valores esenciales en materia de seguridad, aerodinámica y performance”, la catalogaba el inolvidable Alfredo Parga en su “Historia de una Pasión”.