TRUMP PUEDE CLAMAR VICTORIA
El presidente Donald Trump describió el reciente acuerdo con su colega chino Xi Jinping como “uno de los negocios más grandes que jamás se ha hecho.” En realidad lo acordado es tan solo una tregua a la guerra comercial que llevan sus respectivos países, pero es suficientemente importante como para disminuir la ansiedad de los gobiernos y el sector privado.
La tensión entre las dos economías más grandes del mundo estuvo presente en la reunión cumbre del G-20, realizada en Buenos Aires. Esta situación puso a varios de los países asistentes en la difícil posición de tratar de congraciarse con uno sin ofender al otro. De querer inversiones chinas y buscar acceso a su mercado sin ofender a Trump.
El acuerdo entre Trump y Xi Jinping mantiene los aranceles del 10% que Estados Unidos impone a 250,000 millones de dólares en productos chinos, y China a EEUU por 110,000 millones de dólares en productos estadounidenses. Trump ya no elevará los aranceles a 25% a partir de enero como había dicho.
El cese al fuego se mantiene por 90 días con la expectativa de que en ese plazo surja una negociación exitosa que produzca cambios estructurales en la transferencia de tecnología, protección a la propiedad intelectual, aranceles aduaneros, intrusiones y robo cibernético, servicios y agricultura. Si no hay un acuerdo en ese periodo los aranceles se elevarán de 10% a 25%.
China también aceptará comprar en el futuro cantidades importantes de productos agrícolas, energéticos e industriales para equilibrar la balanza comercial.
La descripción altisonante de Trump de lo acordado - “un acuerdo increíble” - no está en la declaración oficial, y algo de lo dicho allí tampoco está en la interpretación china. De todas maneras, las metas son muy ambiciosas en poco tiempo. Y Trump está logrando que el mundo se vaya acomodando a sus exigencias.
Un ejemplo es la firma del nuevo tratado de comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. Los socios consideraron que es mejor aceptar algunas demandas de Trump a no tener nada. Lo mismo sucedió con el documento final de la G-20. No se quiso repetir el bochorno del G-7 cuando Estados Unidos lo rechazó después de haber sido anunciado o el fracaso de no producir nada en reciente la Cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico.
El precio fue un documento diluido, débil. Por primer vez en el G-20 no se denunció el proteccionismo y se afirmó que el comercio multilateral “se queda corto de sus objetivos y hay espacio para mejorarlo.”
El presidente Trump obtuvo lo que buscó en Buenos Aires. Un acuerdo con China suficiente para declarar victoria y calmar tensiones, una declaración que critica el multilateralismo de la globalización y el cambio tan deseado al Tratado de Libre comercio.