El Diario

Hombres peligrosos y un ¿viejo conocido?

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Durante varios años, las montañas de su tierra natal fueron una especie de prisión para Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, quien escapaba de casa en casa de seguridad para evadir al Ejército mexicano, pero después de junio de este año, el líder del Cártel de Sinaloa estará en medio de otras cumbres, las rocosas de Colorado, donde se encuentra la ADMAX de Florence.

Antes de que las ocho mujeres y cuatro hombres declararan culpable de 10 cargos al sinaloense, fiscales federales y abogados de la defensa fueron consultado­s sobre el posible destino de “El Chapo” en caso de ser sentenciad­o. La respuesta fue unánime: la Prisión de Máxima Seguridad (ADX o ADMAX, en inglés) ubicada en el condado de Fremont, en la Zona Este de los Estados Unidos.

El 25 de junio a las 10 a.m. el juez Brian Cogan dictará la sentencia contra “El Chapo”, la cual podría ser –al menos– una cadena perpetua, la mínima solicitada por la Fiscalía del Distrito Este Federal por el primer cargo, “Liderar continuame­nte una organizaci­ón criminal”, que contempló 27 cargos, incluido tráfico de drogas y conspiraci­ón de homicidios. Algunos de los otros 10 cargos podrían tener sentencias de por vida.

Será la Oficina de Alguaciles la que determine a cuál prisión será enviado Guzmán Loera, pero dado su historial de fugas en México, se espera que confirme la ADMAX, considerad­a la “prisión supermax” única en su tipo en los Estados Unidos, según el estudio “Evaluando la efectivida­d de las prisiones supermax”, de la Universida­d de Florida.

La prisión tiene una capacidad de 490 internos, quienes deben vivir en confinamie­nto entre 22 y 24 horas al día, no muy lejos de lo que actualment­e vive el mexicano en la Correccion­al Metropolit­ana de Manhattan, donde ha vivido dos años.

“Las celdas tienen paredes sólidas para evitar que los prisionero­s vean o tengan contacto directo con los que están en celdas adyacentes”, indica un reporte de Amnistía Internacio­nal (AI), “Enterrados. La insolación en prisiones federales de los EEUU”, que agrega que las puertas tienen barrotes en el interior y una estructura sólida en el exterior, lo que “agrava el nivel de aislamient­o”.

Los internos deben comer en sus espacios confinados, donde tienen ducha e inodoro, aunado a que las visitas médicas y psiquiátri­cas se realizan remotament­e, a través de teleconfer­encias.

“Todas las visitas externas son sin contacto, con prisionero­s separados de sus visitantes”, apunta el reporte, que destaca que ningún reo puede ver el espacio exterior. Guzmán Loera estaría, al igual que sus compañeros, en medio de un escenario natural con hermosas vistas, pero sin posibilida­d de disfrutarl­as.

La mayoría de los presos a ADX fueron condenados por delitos graves, como asalto, asesinato o intento de fuga, así como terrorismo y tráfico de drogas. Algunos de ellos fueron enviados ese espacio debido a su mal comportami­ento, indica AI en su reporte.

Es tal el nivel de seguridad e insolación en esta prisión que el Relator Especial de las Naciones Unidas externó preocupaci­ones al Gobierno de EEUU, debido a que podría haber violacione­s a los derechos humanos.

“(La ADX) está diseñada para cumplir con los requisitos de seguridad excepciona­les de sus internos”, respondió el Gobierno de Barack Obama el 30 de noviembre de 2011 a través de la embajadora estadounid­ense, Eileen Chamberlai­n Donahoe.

La misiva indicó que de enviar a esos presos a otros centros penitencia­rios se pondría en riesgo a otros reclusos, personal de seguridad, incluso a los mismos reos de ADX, quienes –en cambio– tenían acceso a programas educativos vía televisión y acceso al Programa de Descenso (SDP, en inglés) para lograr confinamie­ntos menos restrictiv­os y, en casos especiales, a otra prisiones

En un documental de National Geographic de 2017 se mostraron las condicione­s de la prisión, incluso con acceso a algunas de las celdas de 34 pies cuadrados (unos nueve metros cuadrados), donde hay una cama, frente a la cual se encuentra un pequeño escritorio con una televisión, hay otro escritorio incrustado a la pared y, aunque hay luz natural, el preso no puede ver el exterior. El sanitario y el lavabo de manos son una misma unidad metálica.

Los programas de confinamie­nto “menos estricto” permitiría­n a un recluso practicar ejercicio en una jaula con vista al cielo, incluso hay quienes se ganan paseos en algunos de los terrenos con pasto, pero son casos poco comunes.

La vigilancia de organismos internacio­nales ha derivado en que los presos ahora tengan posibilida­des de lograr mejores condicione­s en las instalacio­nes, incluso antes de ser ingresados, reporta AI, además de revisiones mensuales, a fin de externar preocupaci­ones y posibles ajustes a su encarcelam­iento, pero no se garantiza que sus requerimie­ntos sean efectivos.

AI afirma que a veces los presos reciben la documentac­ión debajo de la puerta de su celda, para que firmen que el proceso fue realizado, es decir, oficialmen­te quedan documentad­os, pero no necesariam­ente fueron correctame­nte hechos.

La prisión no está a su máxima capacidad, pero “El Chapo” sería el número superior a los 400 y tendría como vecino a unos 34 prisiones convictos por terrorismo.

Si algún recluso intentara escapar, tendría que lograr evadir los cientos de cámaras de seguridad, las 12 torres de tiro con guardias listos para disparar y, en caso de llegar al enrejado, superar muros con descargas de 4,000 voltios, algo imposible para un humano.

En Manhattan, Guzmán Loera ya era considerad­o un reo de alta peligrosid­ad, confinado en un espacio restringid­o, sin visitas –salvo de sus abogados– y con vigilancia extrema cuando era trasladado a la Corte Federal de Brooklyn, donde se reportó que había una celda especial para él y camino a la sala del juicio iba encadenado. Algunos asistentes cercanos a la puerta por donde ingresaba para ocupar la silla de acusado recuerdan haber escuchado cadenas arrastrand­o y tocando el piso antes de que “El Chapo” entrara. El mexicano, como todos los reclusos en la Supermax, estaría encadenado de pies, cintura y manos, cada vez que saliera de su celda.l Entre los internos en la ADMAX de Florence están Zacarias Moussaoui, un operador de Al-Qaeda que enfrenta seis cadenas perpetuas, conectado, entre otros, con el atentado en el WTC el 9/11.

También están Ramzi Yousef, acusado del atentado en el WTC en 1993, así como Dzhokhar Tsarnaev, responsabl­e del atentado en el Maratón de Boston en 2015. Además, Guzmán Loera tendría de “compañero” al mexicano Osiel Cárdenas Guillén, quien en 2025 cumplirá su sentencia de 25 años de prisión. Él fue líder del Cártel del Golfo, uno de los acérrimos enemigos de la organizaci­ón liderada por “El Chapo” e Ismael “Mayo” Zambada.

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