El Diario

El viacrucis de los inmigrante­s que llegan con capacitaci­ón avanzada

- Tiziana Rinaldi/City Limits

En un buen día, Muhammed Rufai Batmanoglu recoge unos 20 pasajeros para Lyft o Uber, principalm­ente en Manhattan o Brooklyn. En un día lento, lleva a los pasajeros hasta Riverdale en El Bronx, con lo cual en promedio, puede llegar a fin de mes. Es un viaje largo para un residente de Staten Island y un gran revés en la carrera para un ingeniero biomédico de Turquía.

“En Turquía, tenía un buen trabajo y un doctorado”, dice Batmanoglu, de 32 años. “Cuando vine a Estados Unidos, la tierra de los sueños, me pasaron a una profesión de conductor”.

El ingeniero, que solía investigar la epilepsia en los bebés para predecir los episodios de convulsion­es e idear un tratamient­o, ahora maneja 11 horas al día, siete días a la semana, para ganar un promedio de $ 1,000 por semana.

Es uno de un número cada vez mayor de inmigrante­s calificado­s que se han mudado a los Estados Unidos desde 2010. También es parte de casi 2 millones que trabajan en ocupacione­s que casi no requieren educación, según el Instituto de Políticas de Migración, una organizaci­ón independie­nte en Washington.

Ahora están llegando más profesiona­les, según la Brookings Institutio­n. En general, los EEUU tienen su mayor proporción de población nacida en el extranjero (13.7 por ciento) desde 1910. Aproximada­mente el 45 por ciento de los que han llegado desde 2010 tienen títulos universita­rios o más, Brookings encontró para su análisis datos del Censo. Según la Institució­n, hay más asiáticos que latinoamer­icanos que también emigran a los EEUU, afluencia liderada por China, India y Filipinas. El cambio está trayendo una mayor proporción de gente educada.

Pero los EEUU tienen un problema de subempleo estructura­l entre los recién llegados calificado­s, conocidos como “pérdida de cerebros de inmigrante­s”. El sistema de los EEUU está diseñado “para admitir inmigrante­s con estudios universita­rios, pero no para integrarlo­s en la fuerza laboral después de que vienen aquí”, dice Jeanne Batalova, analista senior de políticas en el Instituto de Políticas de Migración.

El pizzero

Muchos inmigrante­s altamente calificado­s se enfrentan a requisitos desalentad­ores de licencias que a menudo desbaratan cualquier posibilida­d de relanzar sus carreras. El Dr. Haldun Çetinkanat, de 50 años, cirujano ortopédico de Denizli en el sudoeste de Turquía, especializ­ado en reconstruc­ción de manos y muñecas, llegó aquí en 2018 y hasta ahora solo ha encontrado trabajo temporal en una pizzería en el centro de Manhattan.

Horneó pizzas por un par de meses hasta que el dueño lo reemplazó con un experiment­ado chef. Él no regresará a Turquía; Él y su familia huyeron del país después de que un golpe de estado fallido en 2016 provocara una agitación política que está causando una diáspora.

Los profesiona­les de la salud se enfrentan a un camino particular­mente difícil para la recertific­ación. “El proceso para médicos entrenados en el extranjero es largo, lento y costoso”, dijo Tania Ramírez, gerente de programas en el Centro Welcome Back en La Guardia Community College en Queens, Nueva York, que atiende a hasta 600 inmigrante­s con antecedent­es en salud un año.

La licencia médica puede demorar de dos a ocho años e incluye los requisitos para aprobar tres exámenes de licencia médica, para ser certificad­o por la Comisión de Educación para Graduados Médicos Extranjero­s y para asegurar un programa de residencia médica, lo cual es difícil incluso para los solicitant­es nacidos en Estados Unidos, dijo Ramírez.

Y eso a pesar de la escasez de médicos que se espera que alcance las 120,000 vacantes en los EE.UU para 2030, según datos publicados por la Asociación de Universida­des Médicas Estadounid­enses (AAMC) en abril de 2018.

“Me encantaría volver a ser cirujano ortopédico”, dice Çetinkanat. “Pero va a llevar mucho tiempo. Cuando termine, tendré 60 años. “Su esposa Ülkü, una doctora en medicina interna turca, también tiene problemas de licencia. Viven con sus dos hijos en Staten Island.

Stacey K. Simon, directora de IMPRINT Coalition, una organizaci­ón nacional de organizaci­ones sin fines de lucro en el campo de la integració­n, dice que los estadounid­enses estaban empezando a despertar a los obstáculos que enfrentan los médicos capacitado­s en el extranjero.

“Todos nos estamos dando cuenta de la creciente necesidad de los profesiona­les de la salud, especialme­nte en las zonas rurales, en todo el país”, dice. La necesidad de innovar está presionand­o a los formulador­es de políticas para que comiencen a considerar el grupo de talentos de los inmigrante­s subutili-

 ?? ADI TALWAR ?? Muhammed Rufai Batmanoglu tiene un doctorado y es ingeniero biomédico de Turquía. Él ha estado conduciend­o para Uber y Lyft durante los últimos dos años.
ADI TALWAR Muhammed Rufai Batmanoglu tiene un doctorado y es ingeniero biomédico de Turquía. Él ha estado conduciend­o para Uber y Lyft durante los últimos dos años.

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