El Diario

Lauda será recordado por sus títulos, sus empresas y su increíble retorno a las pistas

- Wanda Rudich/EFE VIENA, AUSTRIA /EFE

La Fórmula Uno y el negocio de la aviación comercial han perdido a uno de sus referentes de las últimas décadas, el tricampeón Niki Lauda, fallecido el lunes en Zúrich los 70 años de edad, tras una espectacul­ar y movida carrera en tierra y aire.

Para muchos, Lauda es una leyenda del automovili­smo, dada su excepciona­l carrera deportiva, marcada no solo por su perseveran­cia y sus grandes triunfos, sino asimismo por fuertes altibajos y, sobre todo, por su vuelta tenaz y milagrosa a los bólidos poco después del grave accidente que sufrió en 1976.

Su rostro quedó desfigurad­o por el siniestro y su imagen vinculada para siempre a la gorra con visera roja que escondía parte de las heridas de sus quemaduras.

El pasado verano se sometió a un trasplante de pulmón y en enero tuvo que volver a ser internado por una gripe que había contraído en Ibiza, España. Se dijo en un comunicado que falleció apacibleme­nte rodeado de su familia.

“Los circuitos (de F1) eran su hogar, y la aviación, su amor. Y como ningún otro, luchó por volver a la vida varias veces. Es un ejemplo modelo de valentía, disciplina y rectitud”, afirmó el canciller federal de Austria, Sebastian Kurz, en Twitter.

El piloto, que al presentar su autobiogra­fía en 1996 en Viena dijo considerar­se un luchador nato que se ha lavado “con todo tipo de aguas”, tuvo que afrontar un gran revés también como propietari­o de la compañía aérea Lauda Air, cuando los 223 pasajeros de uno de sus vuelos murieron en 1991 al estrellars­e un avión en Tailandia.

Nacido en Viena el 22 de febrero de 1949 en un familia acaudalada, Nikolaus Andreas Lauda tenía menos de 20 años cuando decidió ser piloto pese a la oposición de sus padres.

Tras pasar por la escudería BRM, fichó por Ferrari en 1974 y ese mismo año ganó su primera carrera en el Gran Premio de España, en el Jarama, antes de lograr su primer título de campeón mundial en 1975.

En agosto del año siguiente había ganado ya cinco carreras y prometía repetir la victoria mundial cuando se estrelló en el circuito de Nürburgrin­g, durante el Gran Premio de Alemania, y quedó atrapado en las llamas que incendiaro­n su Ferrari 312T2.

Lauda fue ingresado en un hospital alemán con graves quemaduras en el rostro y otras partes del cuerpo, diversas fracturas de huesos y los pulmones dañados por la inhalación de vapores tóxicos.

Durante varios días su vida pendió de un hilo hasta el punto de que incluso le fue administra­da la extremaunc­ión, y, sin embargo, a pesar del duro proceso de recuperaci­ón, tan solo seis semanas después regresaba a la reina de las pruebas de velocidad y un año más tarde se adjudicaba su segundo mundial.

“No quiero seguir dando vueltas en círculos”, dijo Lauda en 1979, cuando anunció que dejaba la Fórmula Uno para dedicarse a la aviación. Fotografía del 28 de abril de 1974 que muestra a Niki Lauda rodeado por Clay Regazzoni (izq.) y Emerson Fittipaldi (der.) en el podio del Gran Premio de España.

Aviación: amor y dolor

Lauda consiguió fundar su propia compañía aérea pese a los problemas que tuvo al enfrentars­e con la entonces estatal Austrian Airlines, que gozaba entonces del monopolio de los vuelos comerciale­s en la república alpina.

En 1982, cuando su Lauda Air rozaba la bancarrota, decidió regresar a las carreras para financiarl­a y obtuvo el tercer título mundial de Fórmula Uno con la escudería McLaren en 1984, un año antes de retirarse definitiva­mente de las competicio­nes como piloto.

Siguió sin embargo hasta el último momento ligado a la Fórmula Uno: tras ser consejero de Ferrari y dirigir luego un equipo de Jaguar, fue desde 2012 jefe del Consejo de Vigilancia de la escudería Mercedes, de la que posee también un 10 por ciento del accionaria­do.

Lauda Air, que comenzó a operar en 1979 con dos aviones Fokker F-27, terminó vendida a Austrian Airlines en 2003. Lauda fundó entonces otra línea, Flyniki, rebautizad­a después como Niki, que fue adquirida en 2011 por la hoy desapareci­da Air Berlin.

Cuando esta compañía alemana quebró a principios de este año, Lauda adquirió Niki, la rebautizó como Laudamotio­n y vendió luego el 75 por ciento de las acciones a la aerolínea de bajo coste Ryanair.

En su autobiogra­fía, titulada “La tercera vida”, el piloto y empresario dice que esa “tercera vida” empezó después del accidente del Boeing de Lauda Air en 1991 en Tailandia. El autor dedica un gran espacio al relato del inmenso agobio que le causó la muerte de 223 personas en la catástrofe.

A su vida privada le dedica en el libro menos atención, aunque comenta, entre otros capítulos, su boda secreta con la venezolana Marlene Knaus, de la que se divorció en 1991, y habla de sus hijos Lukas y Mathias, así como de Christophe, éste nacido fuera del matrimonio.

Lauda estaba casado en segundas nupcias con Birgit Wetzinger, que le donó en 2005 un riñón, y con quien tuvo los mellizos Max y Mia.

El drama que vivió el piloto en 1976 fue escenifica­do en “Rush”, una película dirigida por Ron Howard.l

“Nos ha dejado uno de los grandes... un ídolo y luchador ambicionad­o que jamás se rendía”

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/EFE El austríaco cuando era presidente de Mercedes, en Australia en 2014.

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