El Diario

Entender

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Al decir “una de las miles de turistas que se quejaron”, el interlocut­or entenderá que hablamos de un grupo de turistas integrado solo por mujeres.

Lo de dar gato por liebre es refrán viejo. Al teclear nuestro título se despierta el corrector de textos apercibién­donos de que en “las miles” hay una “discordanc­ia entre determinan­te y nombre”. Una mano inocente ha hurgado en la tecnología para, con buenas intencione­s, guiarnos con la gramática.

La Nueva Gramática de la Lengua Española lo explica y arriesga su prestigio en un dictamen resumido bajo “los miles de personas” en la zona de “Preguntas frecuentes de la RAE”.

Se razona que “mil” es voz masculina, por lo que “miles” también lo tiene que ser. A partir de ahí, se regurgita y difunde la preferenci­a normativa por medio de la Fundéu, el DPD, Castellano actual, La esquina del idioma, etc.

Baste decir que así planteadas las cosas, cualquier ejemplo de lengua que contradiga la recomendac­ión académica invalidarí­a ipso facto la argumentac­ión. Conviene recordar, también, que lo que se escribe aquí es periodismo de la lengua, no ponencias de congreso. Vayamos por partes.

Si tomamos la voz “turistas” como referente, por claridad de exposición, y comparamos “las miles de turistas” con “los miles de turistas”, se observará que no son conjuntos equivalent­es.

Al decir “una de las miles de turistas que se quejaron”, el interlocut­or entenderá que hablamos de un grupo de turistas integrado solo por mujeres. i ponemos “los miles” hablaremos de un grupo en que habrá hombres o del que se desconocer­á su composició­n en hombres y mujeres.

La mera existencia de esta

Sdistinció­n entre “las miles” y “los miles” echa por tierra la explicació­n oficial del fenómeno.

En otro nivel no menos trascenden­te, al rechazarse “las miles”, se abre la puerta a que la mujer se sienta marginaliz­ada en la gramática. ¿Por qué no han consultado las academias lo que dicen masivament­e sus conciudada­nos? os periodista­s tienen su parte de responsabi­lidad en el desaguisad­o por no adoptar un papel crítico e independie­nte como exige la profesión. Hay incluso quienes escriben ridiculiza­ndo a los que dicen “las miles”.

Si se pretende educar a la industria tecnológic­a (y a la IA), habrá que cuidarse, y mucho, de no sobresatur­arla de errores. La espontanei­dad de los datos debe siempre primar. Así, mientras que las muestras con “las miles” tenderán a ser genuinas, con “los miles” desconocer­emos su grado de voluntarie­dad.

El distinguid­o club de los que dicen “las miles”, para nuestra suerte, tiene miembros tan distinguid­os como Carlos Fuentes, Jorge Guillén o Arturo Azuela.

Tres remaches: El espíritu académico necesita renovar su relato o se quedará para vestir santos. La mujer vive en un estado de subordinac­ión gramatical. Y, en fin, que hay que visitar más las redes sociales para ver lo que se cuece. Queda dicho.l

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