El Diario

LAS BROMAS EN EL LUGAR DE TRABAJO

- Estrella Flores-Carretero opinion@eldiariony.com Columnista

En muchos países se celebra cada año un día de bromas. En España y en Latinoamér­ica, coincide con el Día de los Santos Inocentes; en Estados Unidos se hace algo similar, el April Fool´s Day.

Curiosamen­te, el origen de la conmemorac­ión latina está en un episodio cruel. Según narra el Evangelio de san Mateo, Herodes, al enterarse de que había nacido un tal Jesús que sería rey de los judíos, quiso evitarlo con la orden de matar a todos los inocentes menores de dos años.

Sea como fuere, con orígenes religiosos o paganos, el hecho es que mucha gente aprovecha un día al año para dar rienda suelta al humor; pero, a veces, las bromas pueden no tener medidas.

Las bromas en el trabajo permiten salir de la rutina laboral, rebajar el estrés y reforzar los vínculos entre los miembros del equipo. Se sabe que reír tiene efectos beneficios­os sobre la salud, porque libera endorfinas, las hormonas de la felicidad. Personalme­nte, creo que el buen humor de los trabajador­es está directamen­te relacionad­o con la buena salud de la empresa.

Pero, si bromear es una magnífica forma de relacionar­se, generar confianza y acercar a la gente, hay que decir que no valen todas las bromas.

Esto es intolerabl­e: Causar un daño físico a alguien, por leve que sea, con acciones como retirar una silla, provocar un susto, ocultar un cristal… o hacer que distraiga su atención mientras realiza trabajos de riesgo.

Provocar dolor emocional mediante humillació­n públi

Humor Hay que saberse reír de sí mismo.

ca, para que todos se burlen de la víctima. Las bromas pesadas pueden causar un sufrimient­o profundo y el temor duradero a ser nuevamente objeto de mofa.

Ofender por motivos de sexo, religión, orientació­n sexual, caracterís­ticas étnicas, nivel cultural, formación, edad, aspecto físico… Es un modo cruel, denigrante y absolutame­nte inapropiad­o que provoca heridas emocionale­s en el sujeto pasivo de la broma.

Ridiculiza­r al otro se debe a veces a una irresponsa­bilidad: gente que no actúa de mala fe, pero que no reflexiona sobre las consecuenc­ias, es decir, que tiene un pobre conocimien­to de las emociones propias y ajenas.

No obstante, a menudo, se debe a la propia frustració­n. Quien así actúa pretende demostrar ante todos que es superior, tenga o no una situación laboral o personal de superiorid­ad. Detrás de muchos bromistas de mal gusto se esconden maltratado­res psicológic­os, personas impulsivas, agresivas o con baja autoestima.

Tras una broma pesada, es probable que el autor se defienda con argumentos como «solo era por jugar», «no es para ponerse así», «es un amargado», «tiene la piel muy fina». Es una forma habitual de protegerse de las críticas y de trasladar la culpabilid­ad a la víctima.

No hay que consentirl­o ni hacer el juego a este tipo de personas.l

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