El Diario

Sismos obligan a familia de 17 miembros a mudarse a NYC

- Marielis Acevedo Irizarry Marielis.acevedo@eldiariony.com

De la madrugada del pasado 7 de enero, Sharon Cortés recuerda, sobre todo, los gritos de su hijo Sebastián.

“¡Mami, avanza, avanza!, ¡vámonos!”, gritaba el menor de 10 años, mientras tocaba las paredes desesperad­o en busca de la salida.

Pero se había ido la luz y la vivienda en la urbanizaci­ón Villas del Río, del municipio de Guayanilla, en Puerto Rico, era un laberinto en sombras.

Entre el rugido que salía de la tierra, según describe nuestra entrevista­da, que parecía absorberlo­s en su furia; su esposo Ismael Quiñones, su hijo, y ella solo corrían por su vida.

Guayanilla fue uno de los pueblos del suroeste de la isla caribeña más afectados por los temblores que empezaron a sacudir la Antilla desde finales de diciembre.

Sin embargo, según cuenta, el de la madrugada del día después de Reyes, superó los anteriores. Esos más de 10 segundos marcaron sus vidas para siempre.

“A las 4:23 de la madrugada cuando empieza ese temblor bien fuerte, se va la luz. Ahí es que comienza nuestra pesadilla; nosotros tocando las paredes, tratando de salir, y mi nene gritando, escuchando que todo se caía… En ese momento, pensábamos que se nos iba a caer la casa encima”, recuerda la madre.

El sismo magnitud 6.4 no llegó a derrumbar la vivienda de esta familia, aunque destrozó parte de lo que había en su interior.

Sin embargo, las secuelas emocionale­s del evento continúan “sacudiendo” no solo al menor, sino a otros miembros de la familia.

Desde ese momento, Sebastián no puede dormir solo; sino con sus padres. Piensa que, en cualquier momento, la tierra volverá a temblar y que su vida estará en peligro.

Pocas horas después del temblor, Sharon y el resto de la familia se trasladaro­n a casa de su suegro, en Ponce, municipio aledaño a Guayanilla; y, posteriorm­ente, a Caguas, en la zona metropolit­ana de la isla, al hogar de su hermano.

“Hasta el día de hoy yo no he vuelto a mi casa”, declara la mujer.

Durmiendo en la intemperie

En esa semana, durmieron en vehículos y hasta en las aceras por la inminencia de las réplicas que se siguen sintiendo en Puerto Rico con uno, magnitud 5.0, tan cercano como el martes.

La misma experienci­a vivió su fraterna Alice Cortés, quien al momento del sismo mayor se encontraba en la vivienda de su otro hermano en Yauco, junto a más familiares, incluyendo la progenitor­a de los tres, Mirta Quiles.

“Desde el día 7, nosotros dormimos dentro de los carros y en las aceras del estacionam­iento de casa de mi hermano. Como quiera, ahí tú sientes los temblores. Los primeros días dormimos en una silla, sentadas, con unas colchas por encima”, relata en la entrevista con este rotativo.

“Hasta que no pudimos más y nos fuimos a los carros a dormir por el frío. Dentro del carro, sabíamos que no nos iba a pasar nada. Lejos de todo poste y de todo cable”, añade.

El impacto de los sismos ha sido tan grave que, para estas hermanas, el huracán María, en el 2017, del que toa davía se recuperan decenas de boricuas, no los supera.

“Yo prefiero 20,000 veces María antes de esto. Porque María, tú sabes cuándo viene. Te avisan, ‘viene un huracán’, ‘viene de tanta categoría’. Ya tú te preparas, aunque uno pasa el susto y el miedo…, pero pasó María, nos levantamos poco a poco. Pero ya pasó (no hay réplicas). Esto no ha pasado, esto no ha parado. Esto no te avisa en qué momento va venir. Y yo te digo, sinceramen­te, yo prefiero pasar un huracán y mira que con María estuvimos meses sin agua y sin luz. Pero yo prefiero vivir de esa manera, que vivir de la manera que estamos ahora…”, describe Sharon.

Fueron, precisamen­te, los efectos emocionale­s a raíz de la emergencia lo que llevó a que la travesía de estos puertorriq­ueños llegara a Nueva York.

Sharon Cortés «Yo prefiero 20,000 veces María antes de esto. Porque María, tú sabes cuándo viene. Te avisan, ‘viene un huracán’, ‘viene de tanta categoría’. Ya tú te preparas, aunque uno pasa el susto y el miedo…, pero pasó María, nos levantamos poco a poco. Pero ya pasó (no hay réplicas). Esto no ha pasado, esto no ha parado. Esto no te avisa en qué momento va a venir. Y yo te digo, sinceramen­te, yo prefiero pasar un huracán y mira que con María estuvimos meses sin agua y sin luz. Pero yo prefiero vivir de esa manera, que vivir de la manera que estamos ahora…».

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