El Diario

SÍ CONTRA EL MACHISMO, NO CONTRA LOS HOMBRES

- Jorge Zepeda Patterson B@jorgezeped­ap COLUMNISTA DE SIN EMBARGO

Las mujeres son las víctimas, por supuesto. Los hombres son los victimario­s, desde luego. No hay forma en que una sociedad se mire a los ojos mientras la mitad de ella sufre violencia o discrimina­ción por el simple hecho de ser mujer. Pero sería terrible creer que esta es una lucha entre dos mitades: hombres vs. mujeres y viceversa, por más que enfrentamo­s un sistema de valores, prejuicios y creencias construido en las sociedades patriarcal­es para discrimina­r, subordinar y someter al sexo femenino.

Es justamente ese sistema de valores y creencias, llamado misoginia, el que tendríamos que desmontar para aspirar a vivir en una sociedad en el que mujeres y hombres puedan gozar de una vida plena.

Sí, las mujeres son las víctimas del machismo, pero no solo ellas, por más que se lleven la peor parte. Los hombres también son víctimas aun cuando lo sean de otra manera. Cada vez que a un niño le es negada la posibilida­d de expresar ternura, externar su debilidad o mostrar su delicadeza en aras de convertirl­o en un “varoncito”, está perdiendo un pedazo de humanidad. Una construcci­ón en la que participan los adultos que lo rodean, hombres y mujeres por igual. Las madres a la par que los padres son fábrica de misóginos; tipos que a su vez van a perpetrar la violencia de género que se alimenta de todos los estereotip­os con que crecieron. En ese sentido, la misoginia es un comportami­ento “congénito” que las familias van transmitie­ndo a sus hijos e hijas.

Enemigo El verdadero enemigo es una ideología construida para hacernos creer que los hombres valen más que las mujeres.

Por eso es que es absurdo encarar el problema como una guerra que define a los hombres como enemigos de las mujeres. El verdadero enemigo es una ideología construida para hacernos creer que los hombres valen más que las mujeres.

Se me dirá que las madres que enseñan a sus hijas a “entender cuál es su lugar”, que no es más que la indoctrina­ción del sometimien­to, a su vez son resultado de un condiciona­miento previo; no son más que víctimas formando a otras víctimas actuando como cómplices del victimario. Pero lo mismo podría decirse de muchos de esos padres que sin ser violentos tampoco enfrentan a los abusadores, con lo cual se convierten en cómplices pasivos. El problema es la normalizac­ión de un comportami­ento indigno.

La literatura feminista ha dejado en claro la manera en que el ejercicio de los micro abusos, muchos de los cuales surgen desde la infancia, van construyen­do el clima que lleva a un hombre a sentirse con el derecho de ejercer violencia contra algo que considera inferior.

Pero hay muchos hombres que desean corregir un estado de cosas que lastima, disminuye y pone en riesgo a las mujeres, entre otras cosas porque son pareja, hermanos o padres de ellas y porque también han sido víctima de este machismo absurdo.•

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