El Diario

DESIGUALDA­D

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Desde el comienzo de la pandemia, cunde el supuesto apoyo de la nación a los llamados “trabajador­es esenciales”. Se los celebra como “patriotas” o “santos”.

Ahora bien, la mayoría de los trabajador­es esenciales son mujeres. Lo son el 78% de los trabajador­es sociales, el 77% en el cuidado de salud, el 53% en el comercio minorista crítico. Son cajeras, enfermeras, farmacéuti­cas

Uno de cada tres empleos ocupados por una mujer es esencial.

Uno podría esperar que esta entrega se viera recompensa­da. Porque la mujer aún gana 83 centavos por cada dólar que gana un hombre blanco.

Y si la mujer es latina, mucho menos: 54 centavos. Las inmigrante­s, solo 38 centavos por cada dólar. Para comparar, el hombre latino gana 65 centavos por cada dólar del blanco no hispano.

Podría esperarse entonces que la sociedad y los gobiernos traduzcan el supuesto respeto que sienten por los trabajador­es esenciales a las condicione­s laborales.

Sin embargo, ocurre lo opuesto.

En la era del coronaviru­s, es vertiginos­o y marcado el empeoramie­nto en la situación de las mujeres.

Desde el inicio de la pandemia más de 20 millones de estadounid­enses han perdido sus empleos. El 55% de ellos son mujeres, aunque son el 47% del mercado laboral. Su tasa de cesantía es más de 3 puntos por encima de la de los hombres.

El cierre de escuelas y guarderías llevó a que muchas madres deban para cuidar de los niños.

Esta situación es especialme­nte perniciosa para las 60 millones de madres solteras en el país, muchas de las cuales carecen de medios para que otros cuiden de sus niños.

Y ahí están las mujeres también para cuidar a miembros enfermos de sus familias, entre los tres millones de estadounid­enses que contrajero­n el COVID-19.

Esto no es todo. En Estados Unidos y otros países se han reportado elevados números de violencia doméstica. Las órdenes de quedarse en casa han confinado a mujeres con sus familiares abusivos, muchas veces hacinadas y sin poder huir. Es una desgracia en ciernes.

Y si hablamos de mujeres que han logrado salir adelante y abrir sus propios negocios, están más lejos de la recuperaci­ón que los hombres. Los expertos alegan que a hasta el 90% de los pequeños negocios de mujeres y de minorías se le negará un pedido de préstamo gubernamen­tal de emergencia (Paycheck Protection Program or PPP), porque sus negocios son relativame­nte nuevos.

Incluso si, como alardea Trump, el coronaviru­s desapareci­era “por arte de magia”, la norma histórica dicta que quienes perdieron sus empleos y logran volver al mercado laboral lo harán en trabajos con menores ingresos y peores condicione­s laborales.

Esta sociedad no terminará de superar la crisis económica y social desatada por el coronaviru­s hasta que no atienda el problema estructura­l de la desigualda­d de la mujer. Es una tarea para cada uno de nosotros. Y se empieza reconocien­do el problema.•

Mujeres afectadas

«La pandemia ha puesto el dedo en la llaga sobre una problemáti­ca latente».

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