Restaurantes con mesas afuera: un salvavidas pero no para todos en NYC
Mientras la industria de comidas sigue cerrada en locaciones interiores, 7,700 negocios se han beneficiado con ventas al aire libre, pero por asuntos de espacio, lluvias y poca clientela, la medida se queda corta para algunos
Desde que empezó la pandemia del coronavirus en marzo pasado, los más de 27,000 restaurantes que hay -o que había- en la Ciudad de Nueva York, sintieron cómo el COVID-19 los embistió con una tremenda estocada. Para aquellos que lograron sobrevivir, curarse de las severas heridas financieras y la pérdida de clientela, ha sido el gran reto, desde el pasado 22 de junio, cuando la Ciudad autorizó la reapertura de los restaurantes, ofreciendo sus servicios, solamente en espacios exteriores.
Y aunque la iniciativa se ha convertido en una especie de salvavidas para la amplia mayoría de negocios, no todos los restaurantes han tenido la misma experiencia. Dependiendo de los condados o las calles en que estos lugares estén, también varían las historias.
Chano Morales, quien llegó a pensar que no la librarían, temiendo que cerraría el restaurante mexicano de Long Island City, Chano’s Cantina, confiesa que el permitirles trabajar por ahora con mesas al aire libre le ha dado un respiro... pequeño, pero igual un respiro.
“Esto ha servido de algo y ha sido una gran ayuda poder tener las mesas afuera y vender licor para llevar, pero todavía estamos lejos de poder decir que ya salimos a flote”, comenta el empresario, confesando que todavía su negocio está en un 60% lejos de lo que antes era.
“Obviamente estamos menos mal que en marzo o abril. Los dos primeros meses fue pérdida, tras pérdida. No daba para nada. Luego perdimos entre el 70 y 75% de la clientela. Ahora estamos teniendo un alivio, pero tenemos que ir viendo todo día a día”, dijo el mexicano, originario de Guerrero, quien agrega que debido a las bajas ventas la planta de 8 empleados que tiene sufrió recorte de horas de trabajo.
Al frente de su restaurante, cinco mesitas sencillas, con dos sillas cada una, y una comunitaria de cuatro, enmarcan la acera, por la que transitan muchas personas y que está debajo de las líneas del tren N y W, pero no todas