El Diario

LA SALUD DE UNA JUEZA

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El partido Republican­o se convirtió en una agrupación cuyo único propósito es el continuar en el poder, que renunció a la tarea de gobernar, y que echa por la borda los vestigios de su propia ideología.

Ahora es el Partido Trumpista.

Una muestra patente son sus planes para colocar a un archiconse­rvador y obediente juez en la Suprema Corte.

Como se recordará, en febrero de 2016 se generó una vacante en el Tribunal Supremo con la súbita muerte de Antonin Scalia. Un mes después, el entonces presidente Obama postuló a Merrick Garland para este puesto, lo que requiere debate y aprobación del Senado.

Aunque faltaban más de siete meses para las elecciones y casi un año para que asumiera el nuevo presidente, la mayoría republican­a en el Senado se negó a siquiera considerar, y menos debatir o someter a votación la candidatur­a de Garland.

La excusa: que un presidente a punto de terminar su mandato no puede nombrar a un nuevo juez de esta corte. Lo debe dejar a su sucesor. Pasaron cuatro años. De pronto, surge el nuevo caballito de batalla de los republican­os: vamos a hacer un cambio adicional en la Suprema Corte, se dicen. Pero lo harían, aunque solo faltan tres meses para las elecciones. Al revés de lo que defendiero­n en 2016.

Como ladrones en la noche, se proponen recibir a un candidato relámpago de boca de Trump, acelerar el debate si es que lo habrá, y de la noche a la mañana forzar la votación por mayoría simple. Una mayoría que tienen en este ejercicio del Senado, pero que probableme­nte perderán en las elecciones.

¿Y todo esto por qué? ¿A qué vienen estas declaracio­nes? Como siempre, para granjearse el entusiasmo de los votantes más conservado­res, para quienes lo más importante es que se dé fin al derecho al aborto, a la separación entre religión y estado y proteja el derecho a portar armas, mediante la nominación de jueces a la Suprema Corte.

Pero hay un problema con el frenesí cínico de los senadores republican­os: no existe hoy una vacante allí. Todos sus miembros están vivos y sin planes de retirarse.

¿Por qué se apresuran entonces?

Porque esperan, como aves de rapiña, que la jueza Ruth Bader-Ginsburg, que tiene 87 años y padece de cáncer recurrente, cree la vacante.

Parecería que lo que puede detener este designio inmoral es que Bader-Ginsburg, una luchadora por los derechos civiles y excelente jueza, sobreviva y siga hasta después de enero 2021.

Con esto se completa la metamorfos­is y se entrevé la cobardía de los republican­os en el Senado.

Nuestra democracia depende de la salud de una mujer de 87 años. A esto hemos llegado.•

Ruth BaderGinsb­urg

«Se encuentra delicada de salud, y los republican­os están como ave de rapiña esprando el desenlace».

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