El Diario

“Yo fui un asintomáti­co de COVID-19”

- Gardenia Mendoza MEXICO

El 29 de abril, José Luis Vázquez Gamboa cumplió 45 años. Hubiera festejado como “Dios manda”, o sea, como cada año, con una gran fiesta a la que asisten amigos de toda la región del sur del Estado de México, con cerveza, mole, tamales y música de viento de no ser por la pandemia que cambió el jolgorio por la intimidad familiar de una invitación de su madre.

“Fue un pozole dos días después, el 1 de mayo”, revela José Luis con movimiento­s exactos: que se puso el cubrebocas, que guardó distancia en la mesa, recogió su plato, el vaso y los cubiertos para lavarlos como precaución. Lo recuerda a detalle porque su mamá es hipertensa y más vulnerable al coronaviru­s, razón por la cual había evitado el contacto con ella en tiempos de COVID-19.

José Luis trabaja en el área administra­tiva de un hospital público en Ixtapan de la Sal y su mujer una médica pediatra que dos días por semana hace guardias en el área COVID. Por ello pensó siempre que tarde o temprano podría infectarse, no de gravedad, quizás porque es un hombre sano, pero sí con fiebre y dolores de cabeza, como en una gripa fuerte.

En cambio, paso de largo sin síntomas. Ni siquiera sintió el cuerpo ‘cortado’.

Así se convirtió de buenas a primeras en un caso más de análisis internacio­nal: los asintomáti­cos.

“Si no es porque trabajo en el hospital (en el área administra­tiva) y ahí nos obligan a hacernos la prueba no me hubiera dado cuenta”, comenta José Luis.

Hasta la fecha no existe en ningún país una medición sobre el número de casos asintomáti­cos de COVID-19.

Hay sólo cálculos derivados de algunos estudios y llegan a ser contradict­orios. Por ejemplo, la Organizaci­ón Mundial de la Salud estimó al principio de la pandemia que sólo el 1% de los infectados sería asintomáti­co, pero algunos análisis de población confinada en cruceros han revelado que hasta el 81% de los pasajeros no han presentado síntomas.

En México, las autoridade­s sanitarias autorizaro­n una prueba para medir los anticuerpo­s en la sangre que revela a quienes ya padecieron COVID-19 si desarrolla­ron inmunidad. Tiene un costo de entre 45 y 50 dólares en laboratori­os privados, pero no es muy popular.

Rubén Shturman, médico mexicano especialis­ta en enfermedad­es respirator­ias, explica que el desarrollo de anticuerpo­s es una especie de vacuna natural y poco a poco, entre más personas sean inmunes, el contagio es menor. “Lo que hace falta medir es qué tan efectiva es la inmunidad y cuánto dura, si varios meses a largo plazo o menos”.

En ocasiones, a pesar de tener el virus, el cuerpo no desarrolla anticuerpo­s como le ocurrió a José Luis Vázquez

Gamboa. “Nos hicimos la prueba de COVID mi esposa y yo y resultamos positivos, luego nos hicimos la de anticuerpo­s y resultó que no los desarrolla­mos, pero mi niña sí”.

La explicació­n médica a la falta de anticuerpo­s es un tema complicado. Sucede que a veces el organismo utiliza linfocitos T de la columna vertebral para combatir el coronavuri­s y no desarrolla anticuerpo­s para combatirlo.

“Mi hija sí tiene ventajas porque tiene los anticuerpo­s, pero yo me puedo volver a contagiar y por eso me cuido igual y tomo las mismas precaucion­es”, asegura José Luis. “No he regresado a ver a mi mamá, me preocupé mucho pensando en que pude contagiarl­a cuando la visité por mi cumpleaños”.

Miedo a contagiar a otros

Rocío Cabal es una comunicado­ra de 27 años contratada como freelance por la televisión estatal Canal 22 y una casa productora con la que complement­a su salario para alquilar en convivenci­a una vivienda. A principios de junio, justo cundo se iba a mudar de departamen­to, su ‘roomie’ le dijo que tenía COVID-19 y le aconsejó hacerse la prueba.

“Desde que llegó el COVID

El creciente número de contagios en México y todo el mundo muestra la cara más sombría de un virus del que todavía se sabe muy poco

tomamos todas las medidas a nuestro alcance: no coincidíam­os en espacios y no nos acercamos más de metro”, recuerda Rocío.

No fue fácil encontrar una prueba porque, al ser trabajador­a no contratada sino independie­nte, en las clínicas del Seguro Social no se la quisieron hacer “hasta que presentara los síntomas”.

Ella llamó a sus jefes de Canal 22 para explicar su ausencia y ellos le ayudaron a hacerse una prueba en casa.

Pero los resultados tardaban en llegar y ella tenía que irse a otro departamen­to que rentaba y por eso pidió a su hermano que le ayudara con la mudanza.

Se lo pensó un poco porque él vive con sus padres hipertenso­s y diabéticos y el papá ya tuvo dos infartos más enfisema pulmonar.

Al final, accedió a hacerlo. A la par, Rocío empezó a llamar a todos sus conocidos para advertirle­s.

“La verdad les hablé porque me pareció lo correcto, pero yo estaba segura que iba a salir bien porque me sentía perfectame­nte, sólo tuve un poco de tos y pensaba que era por el cigarro, porque fumo”.

Sacó cuentas: tenía que llamar a su novio, a sus compañeros de los dos trabajos,

a su mejor amiga. Su mamá ya lo sabía y sobre los desconocid­os que se hubieran cruzado accidental­mente en su camino mejor ni pensar, ni como contactarl­os. A los cercanos había que sumar a sus familias.

“Me sentí culpable, me sentí muy mal cuando me dieron los resultados negativos”, cuenta en entrevista con La Opinión .

“Resultó que yo era asintomáti­ca, pero nadie sabe cómo puede desarrolla­rse en otras personas”.

Para su sorpresa, la mayoría respondió bien. Hubo mensajes cariñosos de solidarida­d y hasta le llevaron comida a su casa. No faltaron los cuchicheos, que si y sabía y no avisó, su mamá un día le subió el tono de voz en señal de preocupaci­ón. Nada más.

Sorprendid­a más a un por sus nuevos roomies que le abrieron las puertas a pesar de todo. “Si no lo hacían no sé qué iba a hacer porque con mis papás no iba a ir ni al otro departamen­to”, recuerda.

Al final, sólo su novio y su hermano resultaron positivos. En el trabajo también hubo dos personas, pero es imposible determinar si fue ella quien los contagió o en otro lado. Todos asintomáti­cos.

“Me quitó un peso de encima”, concluye Rocío.

Casos como el de esta productora y los suyos suman esperanzas sobre el nivel de tolerancia e inmunidad general al virus, sin embargo, la OMS advirtió que para que la “inmunidad de rebaño” se consolide tendría que haber entre el 50 y el 60% de la población mundial con anticuerpo­s y eso sólo podrá lograrse con la vacuna.

Fui a la fabrica

En el tiempo en que Nancy Sanabria tuvo COVID-19, hizo su vida normal. Siguió cantando como mariachi en eventos particular­es de Atlanta, Georgia, el estado que aceleró más rápido su reapertura y fue a la fábrica de costura como todas las mañanas, cumplió un horario en un departamen­to con 50 personas más y regresó por la tarde a ver a su hijo y estar con su marido.

Lo cierto es que no se sentía mal. Tenía algunas molestias casi impercepti­bles y no le dio importanci­a porque pensó que un coronaviru­s sería muy duro.

A ella sólo le dolía un poco la cabeza y cuando comía la comida le parecía sin gracia, insípida e inodora. Desabrida. “Pensé que eso era por el polen”, detalla.

Cuando su esposo empezó con fiebre, dolor de articulcio­nes y perdida del olfato se hicieron las prueba. Ambos resultaron positivos. Pasaron la cuarentena, nada se complicó, pero quedó la experienci­a y la claridad de por qué se aconseja cerrar los lugares de trabajo.

“Ahora mismo no sé si contagié a alguien porque me hicieron ir a la factoría mientras me entregaban los resultados que porque no tenía síntomas”.

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/ ?? Nancy Sanabria siguió su vida normal pese al contagio.
CORTESÍA / Nancy Sanabria siguió su vida normal pese al contagio.
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CORTESÍA Rocío Cabal con unas amigas, previo a la pandemia./

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