Funcionarios piden mantener abiertas las calles a comercios
a partir del 30 de septiembre pero solo al 25% de su capacidad y no hay planes aún sobre la ampliación de esta por lo que Stringer y Ramos consideran que no tiene sentido perder “el espacio público vital a finales de octubre cuando la pandemia se mantiene y se necesita mantener la distancia social”.
Es más piden que además de los restaurantes la calle se abra para el pequeño comercio y servicios lo que permitiría que hubiera ofertas de tiendas de ropa, bodegas o salones de uñas en las aceras..
En la carta que ambos envían al alcalde se señala que cerrar el programa a finales del mes que viene negará espacios seguros a los neoyorquinos para disfrutar del aire libre donde pueden también comer. “Pero además perjudicará directamente a pequeños negocios y comunidades marginadas de color que están confiando en este programa para sobrevivir”.
La petición al alcalde es que se contemple la forma de hacer segura la vida en la calle durante los meses de invierno y que se usen lámparas calefactoras para hacerlo posible. Estas lámparas se usan mucho en el sur de Europa pero en Francia han empezado a prohibirlas por las emisiones contaminantes del butano entre otras razones.
Stringer y Ramos recuerdan que la ciudad ya ha perdido más de 2,800 pequeños negocios cuando el virus ha marcado la vida de la ciudad, y pueden perderse muchos más, algo que perjudica a inmigrantes, que son dueños del 62% del total de los negocios de la ciudad y a sus empleados.
“Ahora no es el momento de dar marcha atrás en el objetivo necesario de equidad para los vecindarios y tener espacios abiertos. De hecho es el momento de aprovechar las oportunidades y volver a imaginar radicalmente el paisaje de nuestras calles para beneficio de todas las comunidades”, explican a De Blasio.l