El Diario

Inmigrante sobrevive “de milagro” a un trasplante de riñón y al COVID-19

Fue uno de los primeros pacientes hospitaliz­ados por coronaviru­s en la Gran Manzana, y hoy valora la atención médica que recibió siendo indocument­ado y sin recursos

- Fernando Martínez Fernando.martinez@eldiariony.com

En dos oportunida­des el dominicano Miguel Salazar, de 45 años y residente de El Bronx, ha estado en el límite entre la vida y la muerte. Primero, en su país enfrentó una enfermedad renal que lo llevó a una complicada operación de trasplante de riñón. Años más tarde, mientras seguía el camino de sus sueños en la Gran Manzana, fue uno de los miles de pacientes que casi “no vive para contarlo”: se contagió de COVID-19 con la amenaza de una muy delicada situación preexisten­te.

“Estuve 21 días en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Bellevue en Manhattan, fue milagroso como puedo estar totalmente recuperado después de que estuve cerquita de la muerte. Mis pulmones se afectaron mucho por el virus, pero luego de un mes y 27 días interno, logré salir. Los médicos no desmayaron”, narra emocionado Miguel.

El quisqueyan­o nacido en

Santiago fue probableme­nte uno de los primeros contagiado­s que engrosó las emergencia­s y requirió ser intubado por agudas complicaci­ones respirator­ias, cuando la pandemia empezó a tomar fuerza en Nueva York a principios de marzo. En ese momento, los hospitales empezaban a ser casi un escenario de “guerra” ante el creciente número de contagiado­s.

“Cuando sentía que no podía más con el dolor en el cuerpo y la fiebre, fui al Hospital Lincoln en El Bronx. Luego de allí me remitieron al Bellevue, en donde me salvaron. Mis amigos de Santo Domingo trasplanta­dos que agarraron el virus allá en la isla, todos murieron. No lo contaron. Es muy difícil enfrentar un trasplante y el COVID-19 al mismo tiempo”, compartió el inmigrante quien hoy camina por las calles sintiéndos­e saludable.

De acuerdo con un estudio del Centro Médico Montefiore de la Ciudad de Nueva York que revela los resultados de 36 pacientes con riñones trasplanta­dos que fueron diagnostic­ados con la nueva enfermedad viral, entre el 16 de marzo y el 1 de abril, se destaca que el total registró cuadros muy complicado­s. Y un tercio de ellos falleció, reseña la Revista New England Journal.

“Ante el temor me encerré”

La experienci­a del venezolano Luis Matías, de 46 años y también residente de El Bronx, quien escapó hace cinco años de la creciente escasez de medicament­os de la nación suramerica­na, es diferente. Igual, contrajo a mediados de marzo el COVID-19, pero con un agravante: es HIV positivo.

“Cuando me empecé a sentirme mal, inmediatam­ente presentí que se trataba del coronaviru­s y en ese momento todo esto era muy nuevo y confuso. Las pruebas no eran accesibles. Yo no sabía qué hacer y ya era una semana con una fiebre y un malestar que sentía me estaba matando. Yo atiendo mi condición y recibo mi tratamient­o a través de una organizaci­ón sin fines de lucro en Queens. En este caso, no sabía qué hacer. Yo no tengo seguro”, contó.

Luis decidió no acudir a ningún centro hospitalar­io y como miles de inmigrante­s neoyorquin­os con los síntomas del nuevo virus aguardó, como él mismo describe, “a la gracia de Dios”.

“Me encerré. Tomé varias cajas de analgésico­s por esas tres semanas. Tomé limonadas calientes, remedios caseros. Al tener una condición que compromete mis defensas, pensé que este sí era el final. Pero no fue así. No me tocaba. No tuve problemas respirator­ios”, narró.

Acceso a indocument­ados

Detrás de cada uno de sus relatos, el dominicano Miguel Salazar y el venezolano Luis Matías comparten varios hilos

que se entretejen. Hoy son sobrevivie­ntes de coronaviru­s, enfrentan cuadros crónicos de salud, son inmigrante­s y por su estatus legal no aplican a seguro médico.

“Yo puedo dar fe, basado en mi experienci­a, que no tener papeles en esta ciudad no te aleja de ser atendido en un centro de salud de la Ciudad con todas las considerac­iones y sin temor de ningún tipo. Yo estuve semanas hospitaliz­ado y tratado con mucha dignidad”, subraya Miguel.

El pasado noviembre, cuando la pandemia ni siquiera se asomaba en el mundo, el quisqueyan­o por casualidad vio anuncios del programa ‘NYC Care’ una iniciativa de Health+Hospitals (H+H), la agencia que administra los 11 Hospitales Públicos de la Ciudad. Se trata de un plan de acceso a atención médica para los neoyorquin­os que no pueden pagar o no son elegibles para un seguro médico. Incluyendo los indocument­ados.

“Yo debo tomar de por vida medicament­os inmunodepr­esores y este programa me garantizó el acceso a ellos, desde el año pasado. Y finalmente de alguna manera me salvó la vida. Sé de muchas personas que por todos los rumores que existen le da pánico ir a que los atiendan. Así se estén muriendo”, comentó.

Desde el lanzamient­o de ‘NYC Care’ en agosto de 2019 en el Bronx y su expansión a Brooklyn y Staten Island en enero de 2020, casi 30,000 neoyorquin­os se han inscrito y obtenido acceso a atención médica.

Stephanie Gutiérrez, portavoz de H+H, detalla que este plan se expandió en toda la ciudad el pasado 1 de septiembre, cuatro meses antes de lo programado.

“Es la iniciativa más grande e integral del país para garantizar atención médica, independie­ntemente del estado migratorio o su capacidad

de pago”, dijo la funcionari­a.

Palanca post COVID-19

El doctor Mitchell Katz, director ejecutivo de H+H, aclaró que la visión de este programa es reforzar la atención primaria.

“Con nuestra determinac­ión, NYC Care será una palanca para ayudar a superar las disparidad­es de salud históricas que puso en evidencia la pandemia. Esto será clave durante el período de recuperaci­ón posterior al COVID-19”, razona Katz.

A muchos inmigrante­s de la ciudad de Nueva York, como el venezolano Luis Matías, le arropa el miedo tener interacció­n con hospitales por temor a ‘biles’ de miles de dólares y además por la nueva norma de ‘carga pública’ aprobada por el Gobierno federal que afectaría a quienes han sido beneficiar­ios de programas de ayuda social.

“Yo recibo mis medicament­os antirretro­virales a través de una organizaci­ón sin fines de lucro, allí se supone que no hay registros. Siento temor de recibir otro tipo de ayuda que a futuro me complique más la posibilida­d de legalizarm­e. Es un círculo complicado”, piensa Luis.

Las autoridade­s de la Ciudad de Nueva York durante la pandemia respondier­on varias veces a la inquietud de este inmigrante, que como miles, prefieren no tener interacció­n con centros de salud. En algunos casos porque asumen que le solicitará­n documentac­ión.

En medio de esta crisis de salud pública, que aunque controlada está lejos de terminar, Bitta Mostofi, comisionad­a de Asuntos Migratorio­s de la Oficina del Alcalde (MOIA) ha reiterado y dado garantías que ninguno de los datos de los beneficiar­ios de los planes sociales y de salud manejados por la administra­ción local, son compartido­s con ninguna otra agencia estatal, ni federal.l

«Cuando sentía que no podía más con el dolor en el cuerpo y la fiebre, fui al Hospital Lincoln en El Bronx. Luego de allí me remitieron

al Bellevue, en donde me salvaron. Mis

amigos de Santo Domingo trasplanta­dos que agarraron el virus

allá en la isla, todos murieron».

-Miguel Salazar

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/FERNANDO MARTÍNEZ Miguel Salazar está listo para retomar su vida tras sufrir el COVID-19.
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REED/MAYORAL PHOTOGRAPH­Y OFFICE /ED Unos 30,000 neoyorquin­os se han inscrito en NYC Care.

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