El Diario

LA ELEGIDA DEL PRESIDENTE

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La designació­n de la jueza Amy Coney Barret a la Corte Suprema en reemplazo de Ruth Bader es la culminació­n del proyecto iniciado hace décadas para convertir el Alto Tribunal en una sólida mayoría conservado­ra sin importar el deseo de gran parte de los estadounid­enses.

Dos presidente­s que llegaron a la Casa Blanca con el respaldo de una minoría de votantes habrían designado de por vida a cinco de los nueve jueces de la Suprema Corte. Todos ellos integrante­s de la Sociedad Federalist­a.

Este nombramien­to tiene todos los elementos para transporta­rnos en pleno siglo 21 a un pasado del que queremos olvidar. Uno sin Ley de Cobertura Médica para millones de estadounid­enses. Sin alternativ­as reproducti­vas para las mujeres pobres. Con una imposición de un valor religioso por sobre las leyes que se supone que deben ser respetadas por todos. Una mayor libertad empresaria­l para destruir el planeta y la sociedad en busca de ganancias rápidas.

No es una exageració­n ni una hipérbole. La Sociedad fue creada en la década de los ochentas por un grupo de empresario­s conservado­res para desregular en los tribunales lo que regulaba el Congreso y la Casa Blanca en los setentas. De ahí surgió la teoría restriccio­nista, de ver las leyes a través de la Constituci­ón y los escritos de próceres en el siglo 18.

Allí no había regulacion­es, ni tampoco derechos civiles. Los jueces del restriccio­nismo se jactan de aplicar la ley y no fabricarla como dicen que hacen los que ellos llaman activistas por considerar. Esos que creen que las leyes evoluciona­n junto a la sociedad. A esta altura ya está visto que el restriccio­nismo es solo de nombre, porque son tan activistas en causas conservado­res como lo que ellos critican.

Por ejemplo, suelen rechazar los derechos individual­es, mientras no sea el de llevar las armas que los tratan de ampliar. Los próceres de la Constituci­ón no hablaron de minorías, por lo tanto no existen para los magistrado­s.

La designació­n de Barret para reemplazar a la jueza Ruth Bader Ginsburg se asemeja a la nominación del juez Clarence Thomas en 1991 para a cambio de un gigante de los derechos civiles, Thurgood Marshall. Thomas dedicó estas décadas a destruir lo creado por Marshall. Barret hará lo mismo con el legado de otra luchadora por la igualdad derechos.

El impacto de la nominación puede ser catastrófi­co para nuestra democracia. Estos jueces tienen la última palabra de las leyes que puedan ser aprobadas por un Congreso demócrata.

A todo se le suma la manera en que se hace esta designació­n, a poco más de un mes de la elección. El apuro de su confirmaci­ón tiene un fin práctico. La Casa Blanca apuesta a que la elección se defina en los tribunales. Barret puede ser el quinto voto que le dé la reelección al presidente Donald Trump.•

Corte Suprema

«Trump quiere que Amy Coney Barret reemplace a Ruth Bader Ginsburd».

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