EL PAQUETE DE AYUDA FINANCIERA
Uno de cada tres adultos estadounidenses tiene problemas para pagar su comida y su alquiler. Tenemos 50 millones de desocupados. El gobierno tiene que auxiliarlos ya. Para eso existe.
Pero faltando tres semanas para los comicios presidenciales y con la excepción de las audiencias de confirmación aceleradas de la jueza Barrett, la ayuda no parece llegar.
La responsabilidad recae sobre el Senado controlado por los republicanos y sobre la oficina del presidente Trump, caracterizada por su incompetencia e ineptitud. Y aquellos demócratas que piensan que un paquete de ayuda tan cerca de las elecciones beneficiará a Trump y le ayudará a ganar su segundo mandato.
Está estancada la negociación y votación sobre un segundo paquete de ayuda financiera para los damnificados por estos siete meses de COVID-19, del que fue un adelanto el primer paquete con pagos de $1,200 por familia y extensión de los beneficios federales de cesantía.
Se esperaba que inmediatamente después que venciera el primer plan - que fue un adelanto de este que se negocia - el Congreso pasaría una ley que contendría una ayuda mucho más amplia a los damnificados, millones de los cuales rozan hoy la pobreza. Y que consistiría de un plan nacional de recuperación.
La Cámara de Representantes aprobó en mayo un ambicioso plan y lo envió al Senado, en donde ha languidecido sin que su líder se dignara llevarlo a debate. Transcurrieron 150 días.
La historia del paquete de ayuda pasa por absurdos característicos del gobierno de Trump, como su anuncio por Twitter el 6 de octubre de que se retiraba de las negociaciones hasta después que “yo gane” las elecciones.
Un día después, también por Twitter y sin reconocer su error, cambió de opinión.
En lugar de un debate serio y responsable tenemos declaraciones a la prensa. Las partes tratan solamente de acusar a los otros del fracaso.
El gobierno propuso comenzar con una ayuda extraordinaria de 25,000 millones a las aerolíneas estadounidenses, para prevenir que American y United pongan en práctica su plan de despedir a 32,000 empleados en dos semanas. Pero los republicanos habían bloqueado ese plan en el Senado un día antes. La presidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi también rechazó la idea y pidió un acuerdo que beneficie a todos los trabajadores.
La situación es urgente. Vivimos una terrible emergencia económica. Pese a los intentos de reapertura e inicios de crecimiento en el empleo en ciertas partes del país, Estados Unidos sigue en una pendiente de reducción de empleo que a diario es más pronunciada.
Que el Congreso y la presidencia no puedan acordar ayuda al público en estos momentos trágicos, equivalentes a la destrucción de una guerra, es una vergüenza. Es una demostración más del abismo que los separa bajo un presidente solo atento a su reelección y beneficio personal.
La inacción debe ser denunciada. La aprobación del paquete de ayuda debe pasar a primerísimo orden. Y al menos deben autorizar inmediatamente los cheques a las familias necesitadas y la renovación de los pagos federales por desempleo.l