El Diario

NO HAY EVIDENCIA DE FRAUDE

- Jorge Delgado jorgemarde­lgado@yahoo.com COLUMNISTA

El actual residente de la Casa Blanca es bastante predecible. Ya sabíamos que una vez que se conociera el resultado de su contundent­e derrota iba a gritar a los cuatro vientos que le habían robado la elección. También esperábamo­s que se negara - en un hecho inédito en la historia estadounid­ense - a conceder la elección.

No nos extraña tampoco el intento de utilizar al sistema judicial para torcer los resultados. Esa ha sido la constante en su vida. En más de una ocasión nos ha dicho que no le gusta perder. Para ser justos, creo que a nadie le gusta perder. Mucho menos con una diferencia de 74 colegios electorale­s y 5.5 millones de votos en la elección popular, que bien podría llegar a los 7 millones cuando se terminen de contar las boletas.

La diferencia es que cualquier ser humano decente, ante la derrota, reacciona de manera reflexiva e intenta seguir adelante con la dignidad propia que se espera en estas circunstan­cias. Pero Trump no ha estado acostumbra­do a lidiar con el fracaso. No porque sea un ganador como el afirma, por el contrario ha ido de fracaso en fracaso. La diferencia es que toda su vida hubo atrás de él, una trampa para torcer las situacione­s, un padre usando su dinero y sus influencia­s para tapar los horrores de su hijo, un banco para salvarlo del precipicio, o alguien a quien culpar.

Ahora tiene una motivación adicional. Al momento de abandonar la Casa Blanca lo esperan al menos 6 causas judiciales, desde defraudaci­ón fiscal hasta violación.

En su carrera política, que

Trump

Ya sabíamos de antemano que no aceptaría resultados que no le son favorables.

está llegando a su fin, es el liderazgo republican­o el que lo está sosteniend­o de manera irresponsa­ble.

En lo que va del ciclo de demandas electorale­s que se esperaba, Trump ha ganado al día de hoy, uno de veinte procesos presentado­s, la anulación de unos pocos votos en Pennsylvan­ia. Dos grandes bufetes jurídicos que lo representa­ban han decidido dejar de hacerlo, no tiene caso.

Las autoridade­s electorale­s de los 50 Estados han declarado que tras las primeras auditorías no hay ninguna evidencia de fraude. Los procurador­es judiciales de los Estados, ante la urgencia del obsecuente fiscal general William Barr, han hurgado para intentar encontrar algo y han salido con las manos vacías.

Un grupo de observador­es internacio­nales invitados por el propio Trump han rechazado la afirmación de que se ha dado un fraude. Y por último su propio departamen­to de seguridad interno ha declarado que no hay evidencia de fraude, manipulaci­ón de la votación o perdida de boletas. Pero el ególatra malcriado se mantiene en su posición: Le han robado la elección.

Trump y sus niñeras republican­as le están haciendo un flaco favor a la democracia, y en el camino están atentando contra la seguridad nacional. Reprochabl­e, vergonzoso, pero lamentable­mente predecible.•

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