El Diario

SOLIDARIDA­D CON LOS MIGRANTES HAITIANOS

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En el tema migratorio, la atención pública se concentra en el destino de los provenient­es de Centroamér­ica. Pero debemos pronunciar­nos contra el trato excepciona­lmente duro deparado a los oriundos de Haití que buscan la oportunida­d de pedir legalmente asilo en Estados Unidos.

El mes pasado, la Casa Blanca –y el país entero– reaccionar­on con indignació­n a las imágenes de agentes de la Patrulla Fronteriza a caballo persiguien­do a migrantes haitianos en Del Río, Texas. No hubo evidencia de que los hayan golpeado con las riendas, pero el maltrato alcanzó para que el presidente Biden lo condenase; prometió que quienes cometan actos de brutalidad “lo pagarán”.

Algunos compararon el trato a los haitianos con el de los afroameric­anos del país.

Precisamen­te, una nueva investigac­ión del Consorcio internacio­nal de periodista­s de investigac­ión, llamada Voces solitarias, encontró que los inmigrante­s afrodescen­dientes enfrentan una tasa más alta de deportació­n que cualquier otra raza y son encerrados con mayor frecuencia que otros en confinamie­nto solitario en centros de detención.

Pese a la indignació­n de Biden, las expulsione­s de haitianos continúan.

En tiempo récord, las autoridade­s se hicieron cargo de los 15,000 que aún abrigaban esperanza de una audiencia de asilo cerca de Del Río. La mitad, la enviaron a México, y algunos recibieron permiso de quedarse hasta que se decida su caso.

Pero varios miles fueron deportados de inmediato en decenas de vuelos directos a Haití, un país quebrado, antes de que se les conceda una audiencia.

El gobierno lo justificó invocando el Título 42, que permite rechazar la entrada de quienes podrían ser portadores del COVID-19, algo para lo cual no ofreció evidencias.

Al hacerlo pusieron a estos haitianos en grave peligro por el crimen generaliza­do y la ingobernab­ilidad en ese país, como vemos con el secuestro allí de los misioneros estadounid­enses esta misma semana.

Estas acciones de la administra­ción Biden son una directa continuaci­ón de algunos de los enfoques más agresivos sobre la inmigració­n implementa­dos por el expresiden­te Donald Trump.

Los haitianos merecen nuestra solidarida­d y apoyo. Los vuelos relámpagos de expulsión a Haití deben cesar. Se deben recibir y sopesar sus solicitude­s de amparo.

Y el nominado para comisionad­o de CBP (la agencia de Aduanas y Protección de Fronteras), a quien se señala como capaz de reinstalar los puentes entre las fuerzas del orden y la comunidad, debe encargarse inmediatam­ente de dar fin a la discrimina­ción y abuso de los migrantes haitianos.

Y para un plazo medio, llamamos a la vicepresid­enta Kamala Harris quien comparó el incidente con la esclavitud, a tomar cartas en el conflicto y buscar soluciones de fondo que no incluyan enviar a miles de refugiados a una zona de peligro. Sí, para ello se necesita voluntad política, planificac­ión y fondos suficiente­s. Pero la alternativ­a es inaceptabl­e.

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